Madagascar es uno de los países africanos que evoluciona de crisis en crisis en estos últimos años. A pesar de organizar regularmente elecciones democráticas y cambiar de presidentes, el país no consigue estabilizarse. Después de cada elección presidencial, surge una crisis institucional que pone todo en tela de juicio y empuja a empezar a cero.
La crisis actual parece muy extraña. Se trata de la destitución del presidente de parte del congreso de los diputados. Pero las cosas no son tan sencillas. Según la constitución nacional, el parlamente puede pedir la destitución del presidente con una mayoría de 2/3 y pedir a la alta corte de justicia su enjuiciamiento. Solamente la alta corte de justicia puede pronunciar la demisión legal del presidente y la corte constitucional constata después la sede vacante. De momento, el parlamente ha conseguido los 2/3 de votos en favor de la destitución. El motivo principal de la acusación es que el presente incumple muchas disposiciones de la Constitución, entre otras la puesta en marcha de la alta corte de justicia que juzga a los presidentes. El problema que se plantea ahora es: ¿si la alta corte de justicia no existe, quién declarará válida la destitución? Algunos creen que la corte constitucional podría hacerlo, otros piensan que solamente puede declarar su incompetencia en la materia.
Para entender el problema de Madagascar, hay que mirar su historia reciente:
La primera crisis empezó en 2001 cuando el presidente Didier Ratsiraka fue vencido en las elecciones por Marc Ravalomanana y no quiso reconocer su derrota. Finalmente, con las mediaciones, Ravalomanana fue reconocido como presidente en 2002.
En 2006, Ravalomanana fue reelegido por un nuevo mandato. Pero en 2009, el alcalde de la capital, Andry Rajoelina encabezó una fuerte manifestación y echó del poder al presidente elegido. La crisis se agudizó.
Después de muchas negociaciones y presiones internacionales, Rajoelina organizó las elecciones en 2014 sin presentarse como candidato. Salió elegido el actual presidente Hery Rajaonarimampianina quien se presentó a las elecciones sin partido político conocido y por consiguiente, sin ningún grupo parlamentario que le apoye.
Esperemos que habla la voz de la razón y del bien común.
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