viernes, 29 de mayo de 2020

Coronavirus en África: enfoque desigual

Repetiremos hasta cansarnos que África no es un país; es un continente con 54 países reconocidos en la ONU y 55 si contamos el Sahara Occidental reconocido por la Unión Africana. Este continente cuenta con miles de lenguas y culturas diferentes. Cada país tiene su propia trayectoria histórica aunque se pueda encontrar similitudes según zonas geográficas. Hay que recordar también que estamos hablando de una población que ronda los 1,250 millones de habitantes, muy lejos del continente europeo que cuenta con 742 millones. Por tanto, cuando se habla de África en su totalidad se suele caer en las generalidades cuando no en los prejuicios de una cierta época.
Por lo que se refiere a la crisis del coronavirus, a día de hoy se contabiliza en torno a 125.000 contagios y en torno a  3.600 muertos. Estos datos no son abrumadoras en proporción al número de habitantes. 
Es imposible prever como se desarrollará el virus ya que no se ha alcanzado todavía el pico. En la mayoría de los países, aunque de una manera más lenta que lo previsto, los contagios siguen en aumento. Sin embargo en comparación con otros continente, sobre todo Europa y América, no se puede hablar de una catástrofe. Estamos hablando de 3600 muertos sobre una población de 1.250 millones de habitantes.
Con respecto al enfoque dado a la pandemia, cada país eligió un método que se ajustaba a sus realidades socio-económicas. Hay quienes optaron por importar los métodos extranjeros confinando a la población sin ofrecer nada a cambio; otros aplicaron un tipo de confinamiento parcial como por ejemplo la República Democrática del Congo que confinó durante un pequeño tiempo unos barrios de la capital; otros optaron por sensibilizar la población sobre el distanciamiento social sin más por la República Centroafricana.  No faltaron quienes a día de hoy ignoraron la pandemia sencillamente como Burundi que acaba de celebrar las elecciones presidenciales con aglomeraciones multitudinarias. Mientras que casi todos los países cerraron las iglesias y mezquitas, Tanzania decidió dejar a los creyentes seguir reuniéndose para rezar a favor del fin de la pandemia.
Solamente el futuro nos puede decir que unos han acertado y otros, no. El hecho es que el continente africano está resistiendo al virus sin que nadie sepa exactamente porqué.
(Gaetan)

lunes, 25 de mayo de 2020

África de cara al coronavirus

(Gaetan Kabasha)

La pandemia no ha dejado a nadie indiferente. Por algo es pandemia porque justamente toca a todo el mundo de una manera u otra. Es verdad no sufre lo mismo el que pierde su ser querido que el que pasa un largo rato en la UCI; el que pasa angustia al no poder ver a su abuela y el que espera días a que le hagan la prueba; el que pasa la cuarentena sin saber si desarrollará o no la enfermedad y el que trabaja con los infectados cada día. Todos sufren pero a niveles diferentes
África no ha sido la excepción en este tema de la pandemia aunque el tsunami anunciado por las agencias internacionales que muchas veces hacen cálculos de despacho con parámetros occidentales y una buena dosis de prejuicios sobre el continente, no ha llegado y puede que no llegue. Al  menos es nuestro deseo.
Cuando el virus surgió en China, la prensa occidental pasó días comentando lo malo que era el sistema sanitario chino, lo salvaje que eran algunos de sus habitantes que comen animales de la naturaleza. Luego llegó el tema del confinamiento de millones de personas y la misma prensa hablaba de un método primitivo que no se aplicaría en Occidente dónde todo parecía preparado para cualquier contingencia. Los gobiernos occidentales siguiendo a sus expertos y a su prensa esperaron mucho tiempo sin tomar medidas adecuadas hasta que la pandemia llegó arrasando como un incendio en la paja seca. Nadie se había percatado que las residencias de los ancianos estaban completamente desprotegidas, los hospitales carecían de material de protección suficiente, el sistema de detección no estaba tan a punto etc. El resultado fue una catástrofe con países enteros confinados, miles de muertos, angustia en las familias, heridas que tardarán en curarse etc.
¿Qué ha pasado con África?
Pues, el continente ser humilde y reconocer su debilidad. Los dirigentes africanos sabían que el sistema sanitario era precario,la capacidad de organización muy deficitaria en algunos países y que era imposible hacer frente a lo que les venía encima. Entonces, decidieron actuar con antelación. La mayoría de los países aplicaron el confinamiento con menos de 10 casos detectados. Otros, sin decretar el confinamiento total por miedo a las consecuencias del hambre, optaron por aplicar las medidas de distanciamiento social y sobre todo sensibilizar mucho al pueblo de lo peligroso que era el coronavirus. Hasta los últimos rincones de cada países, la gente sabe como protegerse aunque a veces no no es fácil por falta de medios.
También se adelantaron en buscar ayuda para hacer pruebas. Muchos países no tenían capacidad ni material necesario para detectar la infección. Pero en muy poco tiempo, acudieron a China y consiguieron disponer de medios suficientes en comparación con los enfermos que han ido teniendo de tal manera que consiguieron hacer prueba a todos los infectados desde el primer día del primer síntoma. No es difícil entender que al detectar con tiempo al infectado, aislarlo y buscar todos los contados que haya tenido, se circunscribe rápidamente la enfermedad. También optaron por tratar con los fármacos disponibles desde el primer momento de los síntomas, algo que probablemente impidió el desarrollo de la enfermedad hacia niveles irrecuperables. Eso que en Occidente no consiguieron quizá por el número cuantioso de contagios o por estrategia aún desconocida, hizo que África subsahariana haya podido evitar la catástrofe que se anunciaba. Puede ser que haya otras razones todavía en investigación como la existencia de la vacuna de tuberculosis, el clima, la resistencia natural de los africanos al estar acostumbrado a enfrentarse a las enfermedades de manera natural, la población joven etc. Sea lo que sea, a estas alturas, se puede decir que África subsahariana esta aguantando más que las demás regiones del mundo.
La pandemia despertó también la consciencia de buscar los remedios propios sacados de las plantas medicinales. Madagascar sorprendió al mundo al anunciar un remedio fabricado con la ayuda del instituto de investigación científica (IMRA); también el médico de Benín, Valentin Agon sacó Apivirine; en Gabón se anunciaron Fagacirine; en RCongo, el doctor Vangu Lutete propuso un medicamento hecho a partir de la cloroquina etc. Hay que decir que los ensayos clínicos con instancias neutrales no han afirmado todavía la eficacia de estos remedios pero algo se mueve en África.
Sean o no eficaces contra el coronavirus, estos remedios vienen a poner de manifiesto la necesidad  de poner en marcha estructuras de investigación sobre las plantas medicinales y adjudicar los medios necesarios para que los resultados se ajusten a los estándares científicos universales. Los médicos formados y especializados no pueden obrar como curanderos sino como lo que son: científicos. Hace falta establecer los protocolos claros, las dosis, los efectos secundarios, la duración del tratamiento, las restricciones etc. Es la única manera de colocar África en el lugar de la investigación seria.
También esta pandemia está poniendo de manifiesto la necesidad de invertir en los laboratorios capaces de hacer frente a cualquier incidencia sin necesidad de depender de la OMS o el Insituto Pasteur como hemos visto en algunos países.

viernes, 15 de mayo de 2020

Témoignage glaçant de Mgr Thaddée, évêque de Kagabandoro (Centrafrique)

(Extrait du récit de mission de Mgr. Thaddée KUSY, OFM Évêque de Kaga Bandoro)

LES EVENEMENTS TELS QUE VECUS 

          La visite pastorale de la communauté du village de Golongosso, dans la paroisse Sainte Marie de Ndélé, programmée pour la fin février et le début mars 2020, était la réalisation de mon désir gardé depuis quelques années car c’est vraiment la périphérie et l’extrême nord-ouest de notre territoire diocésain. J’ai quitté Kaga Bandoro le Mercredi des Cendres et le lendemain je suis arrivé à Ndélé, à 330 km de Kaga Bandoro. Vendredi matin nos avons pris la route pour Golongosso, environ 220 km à l’ouest, sur la frontière fluviale du Bahr Aouk avec le Tchad. Mon prédécesseur a pu visiter cette communauté seulement une seule fois durant ses 10 ans à Kaga Bandoro, en 2006 ; ensuite il y a eu la survenue des groupes armés et les habitants ont fui le village pour ne revenir qu’en 2018-2019. Avec le curé, nous y sommes restés du vendredi au lundi. Sur le chemin du retour, nous nous sommes arrêtés encore à Miamèrè, à mi-chemin entre Golongosso et Ndélé, pour une journée. Mardi après-midi, tout heureux de la visite accomplie, avec le curé et ceux qui nous accompagnaient, nous rentrions au centre. Le véhicule avait une panne de la pompe d’injection qui s’aggravait avec quelques kilomètres parcourus. Presque chaque 10-15 kilomètres, le chauffeur mécanicien devait agir pour que le carburant entre convenablement dans le moteur et permette d’avancer. À la barrière gardée par des rebelles de l’ex-Seleka, quelques kilomètres avant la ville, on nous a prévenus qu’il y avait une tension dans les quartiers entre les groupes armés des ethnies Rounga et Goula. 
           Malgré cela nous avons pu bien arriver à la maison, à la paroisse située du côté est de la ville, au pied d’une grande colline rocheuse. Au contact téléphonique avec l’économe diocésain nous avons demandé de nous envoyer, par l’occasion de la venue d’un avion, une nouvelle pièce pour le véhicule. On espérait l’avoir le jeudi. Ceci n’a pas eu lieu et nous avons été obligés de rester à Ndélé. J’habitais dans la maison des sœurs, absentes depuis 2013 ; les deux abbés et le chauffeur passaient la nuit aussi dans cette maison mais ensuite ils sont allés se réfugier chez les conseillers au quartier pour enfin fuir dans les champs avec les autres habitants. Je suis resté seul ; parfois les gardiens venaient. On m’envoyait de la nourriture une fois par jour, tard dans l’après-midi. Le réseau téléphonique ne fonctionnait plus. 
         Le mercredi soir il y a eu les premiers signes forts d’affrontements, des tirs d’armes diverses entre 19 heures et 23 heures, dans les quartiers, pas très loin de chez nous. Le jeudi c’était le calme toute la journée et la nuit. Il semblerait qu’il y a eu des enterrements. Vendredi toute la matinée, depuis 5h45 à 11h, des combats très violents ont eu lieu tout près de la paroisse. Des balles sifflaient près de ma fenêtre. De forts bruits de tirs déchiraient l’air. Dans un moment d’apaisement, après 9h, un petit groupe de Goula a pénétré dans l’enceinte de la maison des sœurs, certains avec des armes automatiques, d’autres avec des couteaux ou bâtons. Ils ripostaient un peu aux autres mais finalement ils se sont retirés, en fuyant par la colline. Avant de partir, l’un d’entre eux a dit : « si Dieu le veut, nous reviendrons ! » Les autres, Rounga, sont arrivés vers 12h30, très violents. Je suis sorti sous la véranda intérieure pour voir et observer. Un homme qui restait en-bas, près du portail, me faisait signe avec son pistolet en main pour que je « dégage » de cet endroit, au coin de la véranda d’où je pouvais voir tout ce qui se passait. Un autre m’a menacé avec son long couteau mais ensuite, je ne sais pas comment et pourquoi, il est venu dans ma chambre, s’est mis à genou et m’a demandé pardon ! L’un deux a essayé de démarrer notre véhicule Land-Cruiser, par les câbles électriques du véhicule qu’il avait sectionnés, sans succès. Je leur ai dit que le véhicule était en panne. Ils ont demandé la clef de contact. J’ai répondu que le chauffeur est parti avec. Comme les portières étaient fermées, bloquées, un muet qui criait beaucoup, avec la crosse de la lance-grenade qu’il avait en mains, a brisé la vitre de la portière arrière, puis j’ai entendu deux coups fins lorsqu’un autre a tiré sur les vitres côté chauffeur (après leur départ j’ai trouvé à cet endroit deux douilles). Des « chefs » demandaient en criant que je leur donne de l’argent ; j’ai expliqué que je n’avais que 30 mille francs (environ 45€) sur moi, pour la tournée, pour mon déplacement dans les villages. Je leur ai donné ce que j’avais, et j’ai remarqué qu’ils n’étaient pas du tout contents. D’autres vidaient les chambres où ils ont trouvé des vêtements appartenant aux jeunes qui y logeaient habituellement pour garder la maison et à un fonctionnaire de l’inspection académique accueilli par les prêtres. Mais personne n’est entré chez moi. Finalement, ils ont poussé le véhicule à l’extérieur pour le ramener dans leur base. Il y avait très peu d’espoir de le récupérer. On m’a dit ensuite qu’ils ont tracté notre Land-Cruiser avec le pick-up du préfet qu’ils avaient volé. J’ai averti la MINUSCA par une note confiée au curé qui est venu me voir samedi matin notamment avec un thermos de café (!) 
          Ce jour-là j’ai bien prié avec les paroles du psaume 33 du milieu du jour : « L’ange du Seigneur campe à l’entour pour libérer ceux qui le craignent ». Dimanche matin, après la messe j’ai commencé à écrire des notes sur saint Joseph car on m’avait demandé de préparer un partage à l’intention des propédeutes à Bangui-Bimbo le 19 mars, jour de leur fête patronale. Après 11h, j’ai entendu des bruits autour de la maison. Je suis sorti cette fois-ci en aube avec la croix sur la poitrine. Ils criaient beaucoup et fort, alors j’ai aussi crié sur eux au moins deux fois. J’ai vu que certains d’entre eux manifestaient un étonnement. L’un d’entre eux s’est approché, a chargé la kalachnikov et me visait en proférant des menaces : « je vais te tuer ! » Je l’ai ignoré et parlais avec les autres. Revenu vers ma chambre j’ai encore protesté car ils me forçaient, me tirant par les bras, pour aller avec eux à 3 leur base. J’ai entendu quelqu’un dire « prisonnier » et cela m’a fait vite comprendre que je pourrais devenir leur otage pour lequel ils demanderaient une rançon ! 
        Un homme de grand taille, peut-être leur chef, que j’ai essayé de bloquer à la porte m’a saisi par le poignet droit et subitement m’a arraché l’anneau épiscopal. Vaines étaient mes suppliques de me la rendre… Il est entré dans ma chambre et a fouillé dans tous les bagages. Il a ouvert la valise-chapelle, je lui en ai expliqué le contenu et il l’a laissée. Il a pris mon sac à dos où j’ai emballé toutes mes affaires. Il a trouvé l’appareil photo, le canif suisse, le téléphone fermé, mes documents avec le passeport. J’ai essayé de lui arracher ces derniers, en demandant de me les rendre ; nous nous sommes un peu chamaillés, bousculés (j’ai vu qu’il a un peu souri lorsque je l’ai repoussé sachant bien que nos forces sont inégales). À ce moment quelqu’un de l’extérieur près de la porte m’a frappé au dos avec une matraque. Enfin le chef a marchandé : « donne-moi ta montre et je te rends les documents ». Sans réfléchir longtemps, j’ai ôté la montre pour récupérer les documents. Il m’a laissé les livres, les vêtements et les sandales, emportant mon sac vide. 
         Les autres ont cassé toutes les portes de quelques bâtiments des sœurs et volé tout ce qu’ils y ont trouvé : des matelas et des draps, des bidons avec notre réserve de gasoil, le sac et les outils de notre chauffeur,… Par miracle, rien n’a été touché dans l’oratoire, dans la chapelle des sœurs, laissée telle qu’elle était au jour du départ des sœurs sénégalaises en 2013. 
        Ceux qui sont allés au presbytère ont cassé les serrures des grilles et des portes, mis à sac les chambres, jetant par terre des objets, des livres et des documents, au réfectoire la vaisselle de l’armoire renversée, cassée, brisée par terre; le groupe électrogène sur roulettes emporté, … J’ai vu tout cela l’après-midi, lorsque les bandits sont partis. 
       Après, déjà à Kaga Bandoro j’ai appris qu’encore ce dimanche soir du 8 mars certains sont revenus, ont cassé toutes les portes de l’église (avec l’intention de les abîmer, puisque pour y entrer il suffisait d’en forcer une seule), et profané des objets du lieu : ils ont renversé l’autel en bois, brisé le tabernacle également en bois, jeté des hosties consacrées par terre, abîmé aussi des objets liturgiques à la sacristie où ils ont trouvé quelques bouteilles de vin de messe ; il semble que quelques-uns sont restés adossés au mur de l’église, complètement ivres… 
        Vers 17 heures, le dimanche, j’ai entendu enfin du bruit qui s’approchait et puis j’ai vu venir un véhicule, celui de la MINUSCA (forces des Nations-Unies) qui venait me chercher. C’est un imam de Ndélé qui guidait les militaires Pakistanais vers la mission catholique. Avec eux je suis allé d’abord dans leur base militaire et ensuite chez des civils, près de l’aérodrome. Ainsi, le même jour, certains musulmans m’ont fait du mal et d’autres musulmans m’ont manifesté un soutien ! 
Le mardi je suis rentré à Kaga Bandoro par hélicoptère de la MINUSCA. 

                                                        +Thaddée KUSY, OFM Évêque de Kaga Bandoro