(Gaetan Kabasha)
La pandemia no ha dejado a nadie indiferente. Por algo es pandemia porque justamente toca a todo el mundo de una manera u otra. Es verdad no sufre lo mismo el que pierde su ser querido que el que pasa un largo rato en la UCI; el que pasa angustia al no poder ver a su abuela y el que espera días a que le hagan la prueba; el que pasa la cuarentena sin saber si desarrollará o no la enfermedad y el que trabaja con los infectados cada día. Todos sufren pero a niveles diferentes
África no ha sido la excepción en este tema de la pandemia aunque el tsunami anunciado por las agencias internacionales que muchas veces hacen cálculos de despacho con parámetros occidentales y una buena dosis de prejuicios sobre el continente, no ha llegado y puede que no llegue. Al menos es nuestro deseo.
Cuando el virus surgió en China, la prensa occidental pasó días comentando lo malo que era el sistema sanitario chino, lo salvaje que eran algunos de sus habitantes que comen animales de la naturaleza. Luego llegó el tema del confinamiento de millones de personas y la misma prensa hablaba de un método primitivo que no se aplicaría en Occidente dónde todo parecía preparado para cualquier contingencia. Los gobiernos occidentales siguiendo a sus expertos y a su prensa esperaron mucho tiempo sin tomar medidas adecuadas hasta que la pandemia llegó arrasando como un incendio en la paja seca. Nadie se había percatado que las residencias de los ancianos estaban completamente desprotegidas, los hospitales carecían de material de protección suficiente, el sistema de detección no estaba tan a punto etc. El resultado fue una catástrofe con países enteros confinados, miles de muertos, angustia en las familias, heridas que tardarán en curarse etc.
¿Qué ha pasado con África?
Pues, el continente ser humilde y reconocer su debilidad. Los dirigentes africanos sabían que el sistema sanitario era precario,la capacidad de organización muy deficitaria en algunos países y que era imposible hacer frente a lo que les venía encima. Entonces, decidieron actuar con antelación. La mayoría de los países aplicaron el confinamiento con menos de 10 casos detectados. Otros, sin decretar el confinamiento total por miedo a las consecuencias del hambre, optaron por aplicar las medidas de distanciamiento social y sobre todo sensibilizar mucho al pueblo de lo peligroso que era el coronavirus. Hasta los últimos rincones de cada países, la gente sabe como protegerse aunque a veces no no es fácil por falta de medios.
También se adelantaron en buscar ayuda para hacer pruebas. Muchos países no tenían capacidad ni material necesario para detectar la infección. Pero en muy poco tiempo, acudieron a China y consiguieron disponer de medios suficientes en comparación con los enfermos que han ido teniendo de tal manera que consiguieron hacer prueba a todos los infectados desde el primer día del primer síntoma. No es difícil entender que al detectar con tiempo al infectado, aislarlo y buscar todos los contados que haya tenido, se circunscribe rápidamente la enfermedad. También optaron por tratar con los fármacos disponibles desde el primer momento de los síntomas, algo que probablemente impidió el desarrollo de la enfermedad hacia niveles irrecuperables. Eso que en Occidente no consiguieron quizá por el número cuantioso de contagios o por estrategia aún desconocida, hizo que África subsahariana haya podido evitar la catástrofe que se anunciaba. Puede ser que haya otras razones todavía en investigación como la existencia de la vacuna de tuberculosis, el clima, la resistencia natural de los africanos al estar acostumbrado a enfrentarse a las enfermedades de manera natural, la población joven etc. Sea lo que sea, a estas alturas, se puede decir que África subsahariana esta aguantando más que las demás regiones del mundo.
La pandemia despertó también la consciencia de buscar los remedios propios sacados de las plantas medicinales. Madagascar sorprendió al mundo al anunciar un remedio fabricado con la ayuda del instituto de investigación científica (IMRA); también el médico de Benín, Valentin Agon sacó Apivirine; en Gabón se anunciaron Fagacirine; en RCongo, el doctor Vangu Lutete propuso un medicamento hecho a partir de la cloroquina etc. Hay que decir que los ensayos clínicos con instancias neutrales no han afirmado todavía la eficacia de estos remedios pero algo se mueve en África.
Sean o no eficaces contra el coronavirus, estos remedios vienen a poner de manifiesto la necesidad de poner en marcha estructuras de investigación sobre las plantas medicinales y adjudicar los medios necesarios para que los resultados se ajusten a los estándares científicos universales. Los médicos formados y especializados no pueden obrar como curanderos sino como lo que son: científicos. Hace falta establecer los protocolos claros, las dosis, los efectos secundarios, la duración del tratamiento, las restricciones etc. Es la única manera de colocar África en el lugar de la investigación seria.
También esta pandemia está poniendo de manifiesto la necesidad de invertir en los laboratorios capaces de hacer frente a cualquier incidencia sin necesidad de depender de la OMS o el Insituto Pasteur como hemos visto en algunos países.
No hay comentarios:
Publicar un comentario