domingo, 29 de septiembre de 2019

El ISIS se instala en África

(Gaetan Kabasha)
Llevamos años poniendo el foco en Boko Haram que ha conseguido incrustarse en las fronteras entre Nigeria, Níger, Camerún y Chad. Este grupo islámico radical con intenciones claramente sanguinarias lleva años poniendo en jaque a los ejércitos de todos estos países, matando a miles de inocentes y desplazando a otros. Desgraciadamente parece que cuanto más pasa el tiempo, menos se habla mediáticamente. Más al oeste, el norte de Mali es otro escenario de enfrentamientos entre varios grupos radicales que, si no hubiera habido la intervención francesa directa desde 2013, habrían convertido el país en una pesadilla mundial. Pero, últimamente, se ha abierto otro frente inquietante en Burkina faso.
Burkina faso es un país enclavado entre Mali y Níger al norte y Costa de Marfil, Ghana, Todo, Benin al sur. Antigua colonia francesa, este país adoptó el sistema democrático en diciembre 2015 después de la expulsión del dictador Blaise Compaoré por el pueblo. Aquellas elecciones marcaron un horizonte de esperanza para un país que no toca al mar ni tiene grandes recursos naturales.
En este país, están surgiendo ataques sangrientas en su parte norte que hacen pensar a un intento del ISIS de limpiar la zona e instalarse. Desde 2016, los ataques se han recrudecido siendo cada vez más atroces e indiscriminados: irrumpen en las iglesias llenas y matan a quemarropa, atacan pueblos la noche y disparan a todo viviente, hacen trampas a las fuerzas de seguridad etc. Se calcula que desde 2016, más de 500 personas han sido asesinadas sin que haya una guerra de tipo clásico entre dos ejércitos.
El ejército nacional y las fuerzas de seguridad están desbordados por las emboscadas que llevan por delante a un número cada vez mayor de víctimas en sus filas. La impotencia de luchar contra un enemigo invisible está creado un malestar en la institución. El terror va ganando terrero ante el cansancio del pueblo que se ve indefenso. Eso hace temer dos consecuencias: por un lado, existe el peligro de que el ejército, al ver acosado por un enemigo con un rostro difuso, acabe haciendo represalias sobre los inocentes tachándoles de cómplices; por otro, las autodefensas que se han constituido en torno a la etnia mayoritaria mossi (los llamados koglweogo) podrían producir una polarización de la situación social frente a otras etnias como los fulani y soum que, a menudo, están vistas como cercanas al islam radical. De hecho, ya se nota un clima de sospecha entre los diferentes grupos que viven en la zona. 
No cabe duda de que al tener frontera común con Mali, un país ya desestabilizado con muchos territorios fuera de control del Estado, la circulación de los grupos armados es muy fácil. Cruzan la frontera probablemente con cómplices locales, atacan y se retiran. Eso complica la reacción del gobierno de Burkina faso que ve creciendo el desánimo en las filas del ejército. También es de temer que el acoso del ejército francés de la operación Barkane en el Sahel esté haciendo que los terroristas busquen más espacio en el sur aprovechando la porosidad de las fronteras y la debilidad de los países sureños. En este sentido, existe un miedo creciente en los países que están más al sur como Benin, Togo, Ghana etc.
Hay quienes piensan que el fenómeno tiene que ver con el derrocamiento de Compaoré y el encarcelamiento de su brazo derecho Gilbert Dienderé. Es importante recordar que el régimen Compaoré ha actuado siempre de mediador entre los países de la zona (y occidentales) y los grupos terroristas a la hora de liberar los rehenes. Además hace poco, el ex-presidente en exilio en Costa de Marfil envió una carta al gobierno ofreciéndose a echar una mano en lo que haga falta para atajar el problema. ¿Estaría detrás del fenómeno para hacerse útil e imponer sus condiciones? 
En todo esto, la iglesia está siendo una diana privilegiada. Ya van tres los sacerdotes asesinados y muchos los cristianos abatidos durante las celebraciones. Tan es así que Mons. Birfuoré, obispo de Dori y presidente de la Conferencia Episcopal  llegó a decir: "si el mundo continúa sin hacer nada, el resultado será el final de la presencia cristiana en Burkina faso".

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jueves, 5 de septiembre de 2019

El sueño de Mandela en entredicho

(Gaetan Kabasha)
Es imposible no relacionar lo que pasa en la República Surafricana con la figura de Mandela aunque hayan pasado ya 29 años de su liberación (1990), 25 años de su acceso a la presidencia, 20 años de su retiro voluntario después de un solo mandato y 6 de su fallecimiento (2013). La vida de este país está marcada por su impronta para bien y para mal.
Estos días el mundo contempla con horror las oleadas de violencias colectivas de los que se dicen nativos surafricanos contra los extranjeros. Esas violencias ya han cobrado decenas de víctimas y centenares de heridos y no es por primera vez. También se observa como las autoridades del país intentan atajar esas violencias con tibieza. Pero lo más llamativo es que son violencias entre negros. No se trata de la antigua lucha de liberación de los negros humillados por el apartheid frente a los blancos que se habían erigido en dueños del país. Aquello conflicto que llevó a Mandela a la cárcel por más de un cuarto de siglo quedó aparcado con el acceso al poder político por su partido ANC que lo sigue controlando. Entonces, ¿qué está pasando?

La liberación de Mandela que marcó el fin del apartheid supuso un viento nuevo en Suráfrica y un signo de esperanza para el continente africano. El país era muy próspero económicamente con unas posibilidades enormes de crecimiento. Entonces, al mismo tiempo que los negros de Suráfrica pensaban salir de la miseria ocupando los puestos de trabajo, muchos negros de otros países se desplazaban también hacía este país nuevamente bautizado por "Arcoiris" por la mezcla de razas harmonizadas por la figura emblemática de Mandela. Por fin, había nacido un eldorado en África. Solo que había un problema: Por un lado, los negros locales no estaban preparados para crear empresas o pretender alcanzar puestos de trabajo competitivos. Hay que recordar que el apartheid que duró casi un siglo se había encargado de mantener a los negros en los ghettos socavando toda posibilidad de elevarse intelectualmente. Por otro lado, muchos de los negros que llegaban de otros país tenían una preparación intelectual suficiente como para desplazar a los locales incluso en los puestos bajos que generalmente no necesitan grandes estudios. De allí la rivalidad entre los pobres.
Pero el problema de fondo viene de la falta de visión de los sucesores de Mandela y la lacra de la corrupción. Mandela se encargó de liberar el país desde el punto de vista político, colocando a su partido ANC a la cabeza de la nación como partido hegemónico. En sus cinco años de gobierno, se dedicó a coser las diferentes sensibilidades enfrentadas y poner las bases de una convivencia pacífica entre blancos y negros. No tuvo tiempo de operar una liberación socio-económica. Esta tarea le correspondía a sus sucesores. Hemos de constatar que no hicieron nada o casi nada. Todos acabaron forzados a dimitir en medio de sus mandatos por corrupción: Thabo Mbeki en 2008 y Jacob Zuma en 2018. El resultado es lo que es: 25 años de la hegemonía de ANC no han cambiado la vida social de las masas pobres. La economía sigue en manos de los blancos (industrias, tierras, servicios...) mientras que la mayoría de los negros surafricanos siguen en la miseria. La liberación política no supuso la liberación socio- económica.Muchos de los negros no saben porque lucharon ya que ven a los antiguos leaders transformados en los nuevos opresores. La esperanza de un futuro mejor con ANC se ha ido esfumando poco a poco.
Las oleadas de violencia que se multiplican según épocas, a veces alentadas por los jefes tradicionales, son un resultado de unas rivalidades entre los que luchan para sobrevivir en el mismo terreno. Ya no hay rivalidad entre blancos y negros porque sus dos mundos están claramente diferenciados. Los blancos junto con los nuevos ricos negros viven en los barrios residenciales bien protegidos, alejados de la miseria de los suburbios. La rivalidad existe donde los círculos se tocan. Los negros nativos acusan a los negros extranjeros de ocupar lo que les corresponde (pequeños puestos de trabajo, pequeñas tiendas etc.).
Este espectáculo horrendo que pone entredicho el sueño de Mandela solo acabaría con las reformas estructurales para facilitar el acceso a las riquezas a todos los surafricanos y evitar así las frustraciones que acaban buscando el chivo expiatorio. Pero esto no es posible si la corrupción sigue minando a los responsables políticos.