martes, 21 de agosto de 2018

El volcán de Camerún (parte 2)


Autor: Gaetan Kabasha

Dicen los pensadores que la guerra es el fracaso de la política o su continuación con otros  medios. En otros términos, no tendría que haber guerra en ningún lugar sin que haya habido arreglos políticos para evitar una solución tan extrema que, aparte de ser destructiva, lleva por delante los seres humanos. Probablemente, las guerras que nacen en África surgen de la precipitación o son una muestra de que la política no ha sabido atajar los problemas con la celeridad y la seriedad correspondientes.
A finales de junio, me encontraba en Camerún. En un viaje largo que va de Buea a Yaundé, conocí a un militar del ejército nacional vestido de civil y sentado a mi lado en el autobús. Tuvimos tiempo de hablar de la actualidad de Camerún, más concretamente del conflicto relacionado con Ambazonia, la parte anglófona que quiere la secesión del resto del país. El hecho de estar vestido de civil era revelador. Me explicó que era peligroso de caminar a descubierto en la zona de Buea por la presencia de los independentistas. Él y yo lamentábamos cómo en poco tiempo el ambiente se ha enrarecido llegando a una situación de casi guerrilla en un país que lleva años con cierta estabilidad.
                                                        El mercado de carne de Buea.
Entramos en la historia contemporánea para entender mejor los entresijos de este conflicto comparado a un volcán que echa sus primeras lavas.
Camerún es un país muy peculiar por su historia colonial. Antes de la Primera Guerra Mundial, el territorio de Camerún estaba bajo colonia alemana. Después de la guerra, como en toda África, Alemania fue declarada indigna de colonizar; dejó todas sus colonias y Camerún pasó bajo dominio de Francia en el este y de Inglaterra en el oeste. Dos países con dos visiones diferentes de la política y dos sistemas coloniales diferentes.
En 1960, después de una lucha sangrienta contra el colonizador, la parte francesa accede a la independencia. En la parte inglesa, el proceso es diferente: por un referéndum, los habitantes del norte, mayoritariamente musulmanes deciden pertenecer al vecino Nigeria mientras que los del sur, mayoritariamente cristianos, optan por unirse a la parte francesa dentro del Camerún con el estatuto de federación. Seguirán después las revueltas tribales muy reprimidas por el gobierno central apoyado fuertemente por Francia. En 1972, por algún interés político o queriendo unir más el país, el gobierno central suprime el federalismo por un referéndum dónde los críticos opinan irónicamente que se trataba de elegir entre el yes y el oui (si y si).
La llegada al poder del actual presidente, Paul Biya, en 1982 trajo estabilidad y cierto aire de unidad en el país. Sin embargo, se instaló un poder demasiado centralizador con un partido omnipresente, mermando así progresivamente el espacio político.
Como se suele decir con acierto, el poder corrompe. Esto se puede comprobar en todas partes del mundo dónde un régimen dura mucho sin alternancia. Camerún no es una excepción. El presidente Biya lleva 36 años dirigiendo el país y acaba de postular por un nuevo mandato. Si los problemas que hay en el país van empeorando, no sería erróneo relacionarlo con un gobierno que algunos ven como falto de novedad e iniciativas.
En la actualidad, la parte anglófona está en ebullición. Una rebelión se está fraguando a fuego lento. No hay una noche en la que no se habrá de un asesinado ya sea de un policía o de algún representante del Estado. Los ataques son incesantes a las estructuras del Estado central.
En una ciudad como Buea, se oyen disparos de las metralletas cada noche. Los lunes quedan como días de apagón completo: ninguna tienda abre, ningún autobús se mueve. La consigna de los partidarios de la independencia de Ambazonia (parte anglófona) se sigue a la letra, parte por miedo a las represalias, parte por un cierto sentimiento de adhesión a la causa por parte de los habitantes.
                                            Ciudad desierta los lunes.
“Si el presidente nos hubiera escuchado desde el principio, no estaríamos a estas alturas”  me decía un habitante de la ciudad a finales de junio. Me encontraba entonces en Buea intentando entender los orígenes de este conflicto que tiene tintas de envenenar toda la región.
Según los partidarios de Ambazonia, el gobierno central no respetó la tradicional autonomía de la parte anglófona. Dicen que quisieron mermar sus costumbres, su inglés etc. Empezaron a enviar a los funcionarios y profesores francófonos. Descuidaron las infraestructuras en comparación de otras grandes ciudades. Los iniciadores de este movimiento insurgente acusan al gobierno central de no tener en cuenta del sentimiento del pueblo anglófono, aunque éste, aparte del inglés, también se divide en diversas tribus y lenguas. No faltan quienes creen que la verdadera razón de esta escalada es el petróleo de Limbe.
Por un lado, según el filósofo politólogo camerunés, Achille Mbembe, el país funciona por un sistema de ausencia e inercia. No parece que produzca soluciones innovadoras para evitar el desmoronamiento de la nación. Por otro, los secesionistas alimentan el sentimiento de ser diferentes por el único hecho de haber tenido un colonizador diferente. Entretienen el mito de la “colonización feliz” que les empujaría a romper con sus conciudadanos cameruneses para volver a ser súbditos de la reina de Inglaterra. He aquí una curiosa manera de plantear el futuro en un mundo globalizado dónde lo único que cuenta para el desarrollo es el saber estar en el juego de intereses mundiales.
Mientras tanto, las otras partes de Camerún siguen su ritmo como si nada hubiera pasado. En Douala, los atascos siguen dando la impresión de una ciudad hecha por y para el desorden. La vida continúa a pesar de estar a escasos 80 km de la zona caliente. Yaundé tampoco parece percibir la inminente erupción del volcán camerunés, el más mortífero, el de la vida real de un país que está siendo erosionada por el virus de la separación y la violencia.
                                                    La vida continúa en Douala.
No se puede olvidar que Camerún lleva años azotado por la lacra del terrorismo de Boko Haram en el norte junto con otros países vecinos. El terremoto de Ambazonia viene como un conflicto.
Cualquier observador se haría esta pregunta: ¿alguien sabrá aplacar la furia de este volcán que ya echa lavas?
Esperemos que la iniciativa de los líderes religiosos encabezados por el arzobispo de Douala consiga apaciguar los ánimos y preparar el terreno a un diálogo más hondo.

lunes, 13 de agosto de 2018

El volcán de Camerún (parte1)

Autor: Gaetan Kabasha

Dicen los habitantes del oeste de Camerún que cuándo el volcán más alto del país llamado también el monte Camerún entra en erupción, es que los ancestros están enfadados. Entonces, se organizan sacrificios y rituales apropiados para aplacar la furia de los dioses y así conseguir su tranquilidad. La erupción y los temblores de la tierra serían las manifestaciones de la cólera de los dioses y los espíritus. Y si hasta entonces, ninguna erupción ha llevado por delante ninguna persona a pesar de su frecuencia, es que la práctica ritual es de una extraordinaria eficacia.  Ahora bien, nadie sabe cómo conjurar la erupción socio-política que se avecina.
Estamos a finales de junio y me dispongo a viajar desde Buea, la capital de la parte anglófona del país, hacia Yaundé, la capital central. Me levanto muy temprano para coger el autobús de la compañía Masango reputado por su puntualidad y su comodidad. Todo listo. Al salir de casa, me percato de que la ciudad tiene aspecto del apagón generalizado. Pocos coches circulan. Las tiendas cerradas. Las calles desiertas. En medio de la sorpresa, la persona que me acompaña me dice con toda seguridad: “Hemos olvidado que es lunes. Es el día de ghost town. Así lo han decretado los partidarios de la independencia de Ambazonia”. Luego me explica que “ghost town” significa ciudad fantasma en español o “ville morte” en francés. En otros términos, nada se mueve los lunes en un ciudad generalmente bullicioso.
                                                       El mercado de Buea
Ya había oído hablar de Ambazonia por la prensa. Se trata del nombre dado a la parte anglófona de Camerún por los partidarios de la independencia por las buenas o por las malas. Lo que no sabía era que el tema había llegado a tal nivel ni que eran capaces de influir tanto en una ciudad tan grande como Buea.
-        ¿Y cómo consiguen que la población siga las consignas de manera tan tajante? Pregunté.
Entonces, me explicó cómo en poco tiempo la ciudad se había vaciado de gente valiosa hacia otras ciudades. Desde el principio del conflicto, las cosas han ido empeorando. Los rebeldes aprovechan la noche para disparar a los policías o militares que se atreven a hacer la patrulla. De hecho, se oyen disparos casi cada noche sin que nadie alcance a distinguir quién aprieta el gatillo. Con la complicidad de una parte importante de la población, los rebeldes consiguen controlar en la sombra la vida de la ciudad. Si alguien decide burlarse de las consignas, puede ver su tienda quemada o su autobús atacado. Así son las cosas. Oficialmente manda el gobierno central pero en la realdad, los rebeldes controlan la ciudad. Obligan a los comerciantes a pagar el impuesto de resistencia y consiguen arrinconar a los funcionarios del gobierno central a golpe de sembrar el miedo. Un día antes de mi llegada a Buea, habían decapitado a un policía con un machetazo cuando se disponía a controlar los viajeros de un coche sobre una barrera.
El tema de la Ambazonia empezó como una sencilla protesta. En octubre 2016, los habitantes de la parte anglófona hicieron saber su descontento contra lo que llaman la marginalización política y económica en comparación con la parte francófona. A la protesta, se unieron los abogados de la ciudad de Bamenda que reclamaban la traducción al inglés de algunos tratados y leyes. Muy espontáneamente, siguieron el movimiento los profesores quienes acusaron al gobierno central de mermar el inglés al enviar los profesores de habla francesa en la zona. El tema pasó muy rápidamente del campo profesional al campo político. Los dirigentes del movimiento empezaron a reclamar la vuelta al régimen federalista abolido en 1972. En octubre 2017, proclamaron de manera simbólica la independencia.
                                            Un vendedor ambulante en el mercado de Douala.
El gobierno central, en lugar de favorecer una solución negociada, optó por una solución policial. Las manifestaciones fueron duramente reprimidas et se decretaron importantes restricciones sociales. Se cortó el internet; se prohibieron las reuniones etc. La crisis se generalizó. Lo que antes era una sencilla protesta se transformó en una rebelión abierta. De hecho, en la actualidad ya no se habla del federalismo, sino más bien de la independencia.
Como suele ocurrir cuando un problema político se resuelve de manera policial, las frustraciones crecen y la causa gana terreno en la masa popular. El sentimiento de injusticia se agudiza ya sea por manipulaciones demagógicas, ya sea por ideología. El problema es que cuando la ideología alcanza las masas, se vuelve muy difícil de arrancar.
La detención en Nigeria de 47 dirigentes del movimiento insurreccional y su posterior deportación a Yaundé en enero 2018 no hizo más que exacerbar la tensión y ahondar aún más el abismo. Resulta que el monstruo decapitado no tenía una sola cabeza.
En este momento, Camerún vive al borde de la implosión. Los muertos se cuentan cada noche. El miedo se ha apoderado de la gente. Los militares prefieren circular vestidos de civil para no caer en manos de los insurgentes mezclados con la población. El deseo del presidente Biya de presentarse a un nuevo mandato con sus 85 años de los cuales 36 en el poder no parece haber calmado los ánimos de los que esperaban otro tipo de gesto en el panorama nacional. Algunos dirán que la sabiduría y la política suelen caminar en paralelo.
Pude hacer mi estancia en Buea con una sensación de estar rodeado de peligro. Los disparos de cada noche me recordaban ciertas experiencias mías en otros lugares, en otros tiempos. Las miradas de la gente también. Un nuevo conflicto está naciendo en un país que llevaba años con estabilidad. El volcán de Camerún está a punto de entrar en erupción. ¿Quién sabrá practicar el ritual conveniente para aplacar los dioses?