domingo, 22 de diciembre de 2019

Las trincheras se volatilizan

(Carta de Navidad de Mons. Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, RCA)
Hace unos días mi querido tío Rafael me envió una historia de Navidad que tal vez muchos de vosotros ya conozcáis. Cuenta que, en 1917, durante la 1o guerra mundial, ingleses y alemanes luchaban en el frente occidental, despedazándose entre ellos como en todas las guerras. Frío y metralla. Gases mortales, matar o morir. Pero la noche del 24 de diciembre, los alemanes empezaron a decorar su trinchera con símbolos navideños y cantaban “Noche de paz”. Al oírlos desde su trinchera, los ingleses entonaron otros y así fue pasando la noche, entre sueños y recuerdos, impregnándose todos con el espíritu de la Navidad. Tanta fue la emoción y tanto se cuajaron los sentimientos, que, al amanecer, entre trinchera y trinchera, en tierra de nadie, algunos empezaron a intercambiarse regalos, latas o galletas del rancho, wiski o cigarrillos. Tanta fue la buena disposición que los mandos acordaron darse una tregua para recoger y enterrar los últimos caídos que yacían aún en tierra de nadie... Milagros de la Navidad, anhelos de paz, retazos de sentimientos pacificados.


Bangassou 2019. Os cuento una historia parecida en un taller de aprendices de carpintería. Si miráis la foto, hay un grupo de jóvenes trabajando la madera. Es un proyecto de la diócesis de Bangassou para dar futuro a jóvenes carentes de él. Otros dos proyectos son para madres solteras que aprenden corte, costura y confección. Hace un mes lanzamos la voz, preparamos el taller, leímos en todas las iglesias las condiciones y este grupo de 20 jóvenes se apuntaron. Hoy son ya una piña. Hablando con ellos dieron mil gracias a la Fundación Bangassou que les ha comprado los instrumentos de carpintería necesarios para convertirse en aprendices. Al final ellos me darán los muebles fabricados para amueblar una nueva misión y se quedarán con todos los instrumentos de trabajo para formar cooperativas.
Me interesa la otra cara de la moneda de la historia. Desde Europa no lo sabéis, no podéis saberlo. Pero en la foto están, para que lo entendáis, “ingleses y alemanes” juntos, lijando la madera para una mesa de comedor. No han hecho una tregua: han
pasado página. Los que hace un año eran enemigos temibles, hoy están junto a sus víctimas, sin importar que unos tuvieran las manos manchadas de sangre por complicidad ni que los otros hayan cobijado un odio visceral hacia ellos durante muchos meses. Las sierras y las lijas de madera han ocupado el sitio de los machetes y los kalashnikovs. Trincheras y zonas neutras se han volatilizado y pasan cada día de 8 a 10 horas juntos en el taller. Todo allí respira paz y trabajo. No hace el frío que, en aquellas estepas congeladas de Flandes, pero hay el mismo calor de hogar en los corazones de unos y otros. Aquí, cerca de la Navidad hace un calor agobiante. Todos estos jóvenes saben que éste o el otro quemó la casa del otro, que su grupo mató y desangró los habitantes del pueblo vecino. Saben que algunos de ellos tuvieron que huir de aquel a quien hoy sujeta la madera para juntar las tablas con cola. Que se robaron entre ellos, que crearon el terror durante muchos meses en la zona, que cortaron caminos y machacaron a la pobre gente que hoy les ha ayudado a poner paja en el techo del taller. Como la navidad en Flandes en aquel 1917, es el proyecto de la carpintería quien les ha juntado, los ha amasado entre madera roja y miedo entumecido. No se cambian cigarrillos sino el martillo y los clavos, no beben wiski juntos, sino que beben las palabras del maestro carpintero, obrero de la carpintería de Bangassou, que les enseña a ensamblar un armario, a lijar las diferencias de la madera, o a hilar fino con la escuadra para que la cuadratura sea perfecta.
Algunos han perdido seres queridos en la contienda. Otros acompañaban como tropa a un grupo de matones que descuartizaron a tres soldados camboyanos de la Minusca (las fuerzas de la ONU) en 2017. La Minusca me pidió ir a buscarlos y los encontré despedazados, una escena horrible. Los responsables están en Bangui, en la cárcel. Pero la tropa pequeña, los que estaban allí para hacer número, los cómplices de los matones, fue fuertemente traumatizada... Llevaban dos años dando vueltas como trompos hasta que el proyecto aprendices de carpintería los enganchó: cambiaron los machetes por escuadras, limas y tornillos. Esto ha hecho que sus propias familias se hayan también reconciliado con ellos. Sabiéndolos encubridores de asesinatos, fueron repudiados. Este proyecto de carpintería ha abierto la vía de la reconciliación y los excluidos son reintegrados. Navidad y carpintería. Trincheras y madera roja. Todo sea para que todos podamos cantar un Noche de paz como Dios manda, haciendo posible lo que humanamente parecía imposible.
¡¡¡¡Feliz Navidad a todos!!!!

+ Juan José Aguirre Obispo de Bangassou 

jueves, 12 de diciembre de 2019

Los dos triángulos de la muerte

(Gaetan Kabasha)
No pasa una sola semana sin que los medios nos reporten las lúgubres noticias de las hazañas yijadistas en África. La última fue el 10 de diciembre de 2019 en Níger. Estos locos de Dios, intrépidos y atrevidos predicadores de la muerte atacaron el cuartel militar de Inates cerca de la frontera de Mali. Dejaron más de 70 muertos y muchos heridos.  El 18 de noviembre, el ejército de Mali perdió 48 soldados en un solo día. Los ataques ya son diarios en el norte de Burkina Faso donde ese país tiene frontera con Mali. A esto hay que añadir les 13 militares franceses fallecidos en el choque de dos helicópteros el día 25 de noviembre cuando estaban realizando maniobras de ataque contra esos radicales.


En paralelo, en la frontera entre Níger, Nigeria, Chad y Camerún, el tristemente conocido grupo Boko Haram sigue poniendo en jaque a los ejércitos de esos países matando a civiles o cortando orejas a las mujeres en una demostración de la peor barbarie del ser humano pervertido por el fundamentalismo religioso. A pesar de los esfuerzos de los países afectados, la lacra del horror no desaparece.
Son pues dos triángulos de la muerte claramente definidos con diversos grupos fundamentalistas que operan de manera autónoma pero que son unidos por la misma voluntad de imponer un estado islámico en África occidental y por los mismos métodos que consisten en sembrar el terror tanto en la población civil como en los ejércitos de los países en cuestión. Todo indica que quieren enquistarse en las zonas que ellos han delimitado, limpiarlas de aquellos que no piensan como ellos y poco a poco organizar estructuras políticas afines a su ideología asesina. No sería descabellado pensar que quieren erigir un califato regido por la sharia en esta parte de África.
La novedad de estos ataques es que ahora son capaces de enfrentarse  en plan ofensivo a los ejércitos nacionales, llegando incluso a atacar sin miedo los cuarteles militares. Disponen de armas de precisión y de morteros capaces de demoler edificios a larga distancia. Además su capacidad de maniobra y de organización deja entrever que tienen a profesionales en sus filas. Ya no son milicianos amateurs que luchan en desorden. De momento han conseguido poner en jaque al ejército de Burkina Faso, Mali y Níger obligándoles en algunos casos a abandonar los cuarteles avanzados. Eso plantea un serio problema de sus apoyos y la fuente de sus abastecimientos.


De manera sorprendente, el ejército francés desplegado en una operación llamada Barkhane, con un total de 4.500 militares no está consiguiendo frenar sus embestidas. Tan es así que Francia ha pedido a Chad que enviar a su poderoso ejército a la zona de Mali para echar una mano. Uno de los problemas a los que podría enfrentarse Francia es el creciente sentimiento anti-francés que se desarrolla en todos esos países francófonos por ese amor-odio muy característico de las relaciones entre los pueblos y su excolonizador. Siempre hay una sospecha de que el pirómano es a la vez el bombero.

(Para colaborar en el desarrollo de África www.audesarrollo.es)