(Gaetan Kabasha)
No pasa una sola semana sin que
los medios nos reporten las lúgubres noticias de las hazañas yijadistas en
África. La última fue el 10 de diciembre de 2019 en Níger. Estos locos de Dios,
intrépidos y atrevidos predicadores de la muerte atacaron el cuartel militar de
Inates cerca de la frontera de Mali. Dejaron más de 70 muertos y muchos heridos.
El 18 de noviembre, el ejército de Mali
perdió 48 soldados en un solo día. Los ataques ya son diarios en el norte de
Burkina Faso donde ese país tiene frontera con Mali. A esto hay que añadir les
13 militares franceses fallecidos en el choque de dos helicópteros el día 25 de
noviembre cuando estaban realizando maniobras de ataque contra esos radicales.
En paralelo, en la frontera entre
Níger, Nigeria, Chad y Camerún, el tristemente conocido grupo Boko Haram sigue
poniendo en jaque a los ejércitos de esos países matando a civiles o cortando
orejas a las mujeres en una demostración de la peor barbarie del ser humano
pervertido por el fundamentalismo religioso. A pesar de los esfuerzos de los países
afectados, la lacra del horror no desaparece.
Son pues dos triángulos de la
muerte claramente definidos con diversos grupos fundamentalistas que operan de
manera autónoma pero que son unidos por la misma voluntad de imponer un estado
islámico en África occidental y por los mismos métodos que consisten en sembrar
el terror tanto en la población civil como en los ejércitos de los países en
cuestión. Todo indica que quieren enquistarse en las zonas que ellos han
delimitado, limpiarlas de aquellos que no piensan como ellos y poco a poco
organizar estructuras políticas afines a su ideología asesina. No sería
descabellado pensar que quieren erigir un califato regido por la sharia en esta
parte de África.
La novedad de estos ataques es
que ahora son capaces de enfrentarse en
plan ofensivo a los ejércitos nacionales, llegando incluso a atacar sin miedo
los cuarteles militares. Disponen de armas de precisión y de morteros capaces
de demoler edificios a larga distancia. Además su capacidad de maniobra y de
organización deja entrever que tienen a profesionales en sus filas. Ya no son
milicianos amateurs que luchan en desorden. De momento han conseguido poner en
jaque al ejército de Burkina Faso, Mali y Níger obligándoles en algunos casos a
abandonar los cuarteles avanzados. Eso plantea un serio problema de sus apoyos
y la fuente de sus abastecimientos.
De manera sorprendente, el
ejército francés desplegado en una operación llamada Barkhane, con un total de
4.500 militares no está consiguiendo frenar sus embestidas. Tan es así que
Francia ha pedido a Chad que enviar a su poderoso ejército a la zona de Mali
para echar una mano. Uno de los problemas a los que podría enfrentarse Francia
es el creciente sentimiento anti-francés que se desarrolla en todos esos países
francófonos por ese amor-odio muy característico de las relaciones entre los
pueblos y su excolonizador. Siempre hay una sospecha de que el pirómano es a la
vez el bombero.
(Para colaborar en el desarrollo de África www.audesarrollo.es)
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