(Carta de Navidad de Mons. Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, RCA)
Hace unos días
mi querido tío Rafael me envió una historia de Navidad que tal vez muchos de
vosotros ya conozcáis. Cuenta que, en 1917, durante la 1o guerra mundial,
ingleses y alemanes luchaban en el frente occidental, despedazándose entre
ellos como en todas las guerras. Frío y metralla. Gases mortales, matar o
morir. Pero la noche del 24 de diciembre, los alemanes empezaron a decorar su
trinchera con símbolos navideños y cantaban “Noche de paz”. Al oírlos desde su
trinchera, los ingleses entonaron otros y así fue pasando la noche, entre
sueños y recuerdos, impregnándose todos con el espíritu de la Navidad. Tanta
fue la emoción y tanto se cuajaron los sentimientos, que, al amanecer, entre
trinchera y trinchera, en tierra de nadie, algunos empezaron a intercambiarse
regalos, latas o galletas del rancho, wiski o cigarrillos. Tanta fue la buena
disposición que los mandos acordaron darse una tregua para recoger y enterrar
los últimos caídos que yacían aún en tierra de nadie... Milagros de la Navidad,
anhelos de paz, retazos de sentimientos pacificados.
Bangassou
2019. Os cuento una historia parecida en un taller de aprendices de carpintería. Si
miráis la foto, hay un grupo de jóvenes trabajando la madera. Es un proyecto de
la diócesis de Bangassou para dar futuro a jóvenes carentes de él. Otros dos
proyectos son para madres solteras que aprenden corte, costura y confección.
Hace un mes lanzamos la voz, preparamos el taller, leímos en todas las iglesias
las condiciones y este grupo de 20 jóvenes se apuntaron. Hoy son ya una piña.
Hablando con ellos dieron mil gracias a la Fundación Bangassou que les ha
comprado los instrumentos de carpintería necesarios para convertirse en
aprendices. Al final ellos me darán los muebles fabricados para amueblar una
nueva misión y se quedarán con todos los instrumentos de trabajo para formar
cooperativas.
Me interesa la
otra cara de la moneda de la historia. Desde Europa no lo sabéis, no podéis
saberlo. Pero en la foto están, para que lo entendáis, “ingleses y alemanes”
juntos, lijando la madera para una mesa de comedor. No han hecho una tregua:
han
pasado página.
Los que hace un año eran enemigos temibles, hoy están junto a sus víctimas, sin
importar que unos tuvieran las manos manchadas de sangre por complicidad ni que
los otros hayan cobijado un odio visceral hacia ellos durante muchos meses. Las
sierras y las lijas de madera han ocupado el sitio de los machetes y los
kalashnikovs. Trincheras y zonas neutras se han volatilizado y pasan cada día
de 8 a 10 horas juntos en el taller. Todo allí respira paz y trabajo. No hace
el frío que, en aquellas estepas congeladas de Flandes, pero hay el mismo calor
de hogar en los corazones de unos y otros. Aquí, cerca de la Navidad hace un
calor agobiante. Todos estos jóvenes saben que éste o el otro quemó la casa del
otro, que su grupo mató y desangró los habitantes del pueblo vecino. Saben que
algunos de ellos tuvieron que huir de aquel a quien hoy sujeta la madera para
juntar las tablas con cola. Que se robaron entre ellos, que crearon el terror
durante muchos meses en la zona, que cortaron caminos y machacaron a la pobre
gente que hoy les ha ayudado a poner paja en el techo del taller. Como la
navidad en Flandes en aquel 1917, es el proyecto de la carpintería quien les ha
juntado, los ha amasado entre madera roja y miedo entumecido. No se cambian
cigarrillos sino el martillo y los clavos, no beben wiski juntos, sino que
beben las palabras del maestro carpintero, obrero de la carpintería de
Bangassou, que les enseña a ensamblar un armario, a lijar las diferencias de la
madera, o a hilar fino con la escuadra para que la cuadratura sea perfecta.
Algunos han
perdido seres queridos en la contienda. Otros acompañaban como tropa a un grupo
de matones que descuartizaron a tres soldados camboyanos de la Minusca (las
fuerzas de la ONU) en 2017. La Minusca me pidió ir a buscarlos y los encontré
despedazados, una escena horrible. Los responsables están en Bangui, en la
cárcel. Pero la tropa pequeña, los que estaban allí para hacer número, los
cómplices de los matones, fue fuertemente traumatizada... Llevaban dos años
dando vueltas como trompos hasta que el proyecto aprendices de carpintería los
enganchó: cambiaron los machetes por escuadras, limas y tornillos. Esto ha
hecho que sus propias familias se hayan también reconciliado con ellos.
Sabiéndolos encubridores de asesinatos, fueron repudiados. Este proyecto de
carpintería ha abierto la vía de la reconciliación y los excluidos son
reintegrados. Navidad y carpintería. Trincheras y madera roja. Todo sea para
que todos podamos cantar un Noche de paz como Dios manda, haciendo posible lo
que humanamente parecía imposible.
¡¡¡¡Feliz Navidad a
todos!!!!
+ Juan José Aguirre
Obispo de Bangassou
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