domingo, 27 de diciembre de 2020

Las urnas contras las armas

 (Gaetan Kabasha)

El título parecería un eslogan vacío si fuera parte del discurso de algún político acostumbrado a embellecer las palabras huecas. Pues, no es así. Es una realidad que está ocurriendo en la República Centroafricana, un país azotado por la violencia. Este título se ve en muchos muros de las redes sociales de los centroafricanos hoy. Algunos van más allá, hablando de las elecciones que están teniendo lugar. Dicen por ejemplo que ir a votar ya no es solamente un acto cívico o patriótico sino más bien un acto de resistencia o algo así como los votos contra las botas. Todo esto muestra un espíritu de rebeldía contra los sanguinarios rebeldes que quieren sumergir al país en el caos por sus intereses escondiéndose detrás del estandarte de los intereses de los ciudadanos.

Hoy Centroáfrica organiza las elecciones más inciertas de su historia. Con varias partes de su territorio ocupadas por los rebeldes y una amenaza de irrumpir en cualquier momento en los lugares de voto para ahuyentar a los pacíficos ciudadanos que, no solamente se han levantado para cumplir con su deber democrático, sino también están diciendo con este voto que rechazan la violencia de los que pretenden hablar en su nombre.

Centroáfrica es un país algo más grande que España con una población que no rebosa los cinco millones de habitantes. Muchas de sus ciudades son aglomeraciones de casas que reflejan un nivel económico todavía muy bajo y un sistema de vida todavía rudimentario. La mayoría de sus carreteras en el interior del país son de tierra mal entretenida y en ciertos lugares parecerían más bien pistas forestales. Hace falta mucho sacrificio para llegar a algunas provincias con un vehículo. Sin embargo, este país cuenta como uno de los más ricos en riqueza natural. Allí se encuentran uranio, oro, diamante, hierro, petróleo etc. Todo todavía bajo tierra o explotado de manera tradicional sin ninguna maquinaría moderna.

Desde 2012, se desató una sangrienta guerra iniciada por los seleka mayoritariamente musulmanes que echaron al presidente cristiano, el general Bozizé. En reacción, se levantaron los antibalaka constituidos por todos los anti-musulmanes y lo que parecía una contienda política se convirtió en una barbarie de carácter religioso. Con la intervención de la Comunidad Internacional, la visita del Papa y las presiones diversas, la guerra bajó de intensidad tanto que se pudo celebrar elecciones presidenciales en 2015 en la que salió ganador el doctor Faustin Archange Touadera, el que fuera primer ministro del general Bozizé exiliado.


Durante cinco años, el país nunca fue pacificado del todo. Los grupos armados camparon en sus anchas explotando las minas en los territorios controlados. Acogiéndose a los acuerdos de paz de Karthoum, el presidente decidió no enfrentarse a ellos sino más bien contentarlos sin que nadie pudiera ver el real proyecto de futuro con respecto a este problema.

Cinco años después, apareció el general Bozizé de una manera repentina y un tanto clandestina sin que las autoridades llegaran a detectar sus movimientos desde el exilio. Empezó a movilizar a las masas dejando claro que pensaba presentarse a las elecciones contra su ex primer ministro, ahora presidente. Desgraciadamente, el Tribunal Constitucional invalidó su candidatura y frustró de repente su proyecto. Pero Bozizé no es un hombre que se deja aplacar por las leyes y los tribunales tan fácilmente. En su cabeza, es un mesías enviado por Dios para salvar al pueblo abatido por la violencia y la miseria. De hecho es un pastor en una iglesia que él mismo fundó en Centroáfrica. Se retiró a su pueblo natal, en el norte del país. Desde allí, consiguió reunir a los contrarios con una facilidad del que solamente él tiene el secreto. Ya en 2003, había conseguido constituir una rebelión con elementos heteróclitos y tomar el poder en Bangui. Esta vez, se trata de los seleka que hace siete años le echaron del poder y los antibalaka que hace poco juraban con acabar con los seleka. Esta mezcla muy curiosa tomó el nombre de CPC es decir Coalición de los Patriotas para el Cambio.

En muy poco tiempo atacaron distintas localidades y ciudades con el fin de llegar a Bangui e impedir las elecciones. Aparentemente no contaron con la determinación de los cascos azules que esta vez han querido demostrar que toman en serio su misión y el envío de centenares de militares ruandeses en el marco de los acuerdos bilaterales. 

El resultado es que, a pesar de las amenazas y las intimidaciones en algunas localidades, los centroafricanos han podido votar en bastantes lugares. También es verdad que en otros, la situación de violencia e inseguridad acudir a las urnas lo que podría llevar a contestar los resultados finales. Más que un voto democrático ordinario, ha sido un voto de rechazo a la guerra, lo que podría otorgar al presidente saliente una mayoría aplastante más allá de lo que podría haber imaginado si no hubiera habido esta violencia insensata.

El peligro de este tipo de elecciones es que el presidente elegido puede encontrarse con un poder excesivo en una democracia todavía frágil. De hecho hay quienes empiezan a alentar un tipo de dictadura como forma de protegerse contra los rebeldes. Esperemos que la cosa no llegue a tanto.


domingo, 13 de diciembre de 2020

El imam Layama, una vela que se apaga.

 (Gaetan Kabasha)

Hay pérdidas que sacuden todo un país y parte del extranjero. El imam Omar Kobine Layama es como esa vera que se apaga y deja parte de la casa en oscuridad sin que nadie sepa como sustituirla. Su muerte equivale a la pérdida de un gigante por su activismo durante el conflicto de la República Centroafricano y su compromiso sin fisuras por la paz entre las religiones.

Tuve la suerte de conocerlo en Madrid en febrero de 2017 cuando, junto al cardenal Nzapalainga hicieron una gira por España y de paso recogieron el premio Mundo Negro por su intensa actividad a favor de la reconciliación. En las distintas intervenciones, pudo expresar alto y claro que ninguna religión tiene que ser fuente de discordia entre los pueblos y caldo de cultivo de violencia gratuita. No lo decía como un político que repite las frases hechas sino como un hombre de convicciones, capaz de enfrentarse a los suyos con tal de presentar la cara más pacífica del Islam.

Su nombre saltó a la fama cuando la República Centroafricana se sumergió en una espiral de violencia con tintes religiosos. La agrupación Seleka de mayoría musulmana asaltó la capital y tomó el poder arrastrando detrás un sinfín de violaciones de los derechos humanos (matanzas, violaciones de mujeres, saqueos, torturas, incendios etc.). Como respuesta, los jóvenes desempleados de medio país se levantaron en diversos movimientos denominados antibalaka con el fin de acabar con todo musulmán  viviente ya sea anciano o niño, mujer o enfermo. La violencia que inicialmente parecía política tomó un giro religioso tirando incluso al pre-genocidio.

El arzobispo de Bangui, el actual cardenal Dieudonné Nzapalainga invitó al responsable de la mezquita central de Bangui y al representante de las iglesias protestantes para reflexionar junto sobre la manera de parar la sangría mostrando con palabras y hechos que nadie necesitaba una guerra religiosa en el país. Se trataba de cortar la hierba debajo de los pies de los violentos, diciéndoles claramente que no tenían ningún mandato de las religiones por las que decían combatir. El imam Kobine Layama salió así de la sombra para brillar como una vela que aleja la oscuridad dónde se encuentra.

Su compromiso le valió persecución. Fue expulsado por los suyos que no entendían como un responsable musulmán puede sentarse con un responsable cristiano y hablar el mismo lenguaje. Es lo que tienen los santos. Son incomprendidos por los suyos siempre. Los extremismos no entienden de la moderación y la consideran como traición o cobardía. Sin embargo sabemos todos que el mundo nunca puede funcionar con los extremos. El imam se refugió en el arzobispado y compartió comida y techo con el cardenal durante meses, manifestando así su compromiso por la unidad y la paz.   

La acción de la plataforma religiosa constituida por el trio de la paz (cardenal, imam y pastor) consiguió evitar una espiral de violencia religiosa globalizada. Pusieron en marcha comités interreligiosos en todas las provincias y en varios lugares pudieron alcanzar una verdadera reconciliación.

Este hombre que recorrió todo el país y medio mundo predicando la paz y la reconciliación sin tapujos y tomando postura sin medias tintas, a veces en contradicción con los musulmanes de su mezquita o de su país, se extinguió el 28 de noviembre en Bangui por una parada cardiorrespiratoria. Tenía 62 años. La funesta noticia recorrió el mundo como una pólvora porque parecía que un baobab acababa de caer en un descampado o que un oasis acababa de secarse en un desierto. Falleció además en un momento crucial porque Centroáfrica se prepara para las elecciones presidenciales y legislativas el 27 de diciembre. 

Deseamos al imam un descanso eterno. ¡Ojalá su compromiso pueda tener transcendencia más allá de su presencia! ¡Ojalá haya otros dirigentes musulmanes dispuestos a seguir sus pasos! La paz no es algo que se construye por sí sola; la construyen los hombres de buena voluntad.