Cuando en 1983 el capitán Sankara, con 33 años, tomó el poder junto con unos jóvenes militares, nadie podía imaginar la repercusión que iba a tomar su nombre en todo el continente en muy poco tiempo. Su lema era la lucha contra la corrupción y la autonomía de África frente el neocolonialismo y los predadores de todo tipo que someten a África a la miseria.
De repente, transformó su país Haute Volta en Burkina Faso que quiere decir "país de hombres integros" y se dedicó a cambiar la mentalidad de su pueblo para conducirlo a la independencia mental y económica plena. Inició una serie de reformas muy duras para erradicar la pobreza y la dependencia del exterior. Enseñaba la austeridad y el consumo local, cosa que él mismo aplicaba en su vida cotidiana.
Como era de esperar, su política no gustó a los que están acostumbrado a autoservirse en África, sometiendo el continente al expolio. El miedo al contagio de este tipo de revolución a toda África llevó a sus enemigos a organizar un golpe de Estado que acabó con su vida en 1987.
Su muerte fue resentida en toda África y su nombre quedó en la memoria colectiva como el de un africano digno y soñador; luchador y desafiante. Desde entonces, todos los jóvenes africanos le citan en ejemplo de integridad y patriotismo.
Su cuerpo fue enterrado durante la misma noche del golpe de Estado que llevó al poder a su íntimo amigo Blaise Compaoré y nunca nada más se supo. Después del derrocamiento por una revuelta popular del dictador Compaoré, el nuevo gobierno autoriza la exhumación del cadáver para una autopsia y posteriormente una inhumación digna.
La verdad nunca queda sepultada par siempre. Tarde o temprano, acaba volviendo a la superficie.
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