Las noticias que nos llegan de Sudáfrica no son agradables por lo que se refiere a los extranjeros o inmigrantes según como se mire. Desde hace semanas, viven bajo amenaza de ataques de los autóctonos y últimamente también de la expulsión de las autoridades. Es una pena para un país que salió milagrosamente del Apartheid gracias a la sabiduría y la tenacidad de un hombre que el mundo entero honra: Mandela. Hoy se estará volviendo en su tumba al ver lo que pasa en el país que bautizó arco iris por la variedad de razas, culturas y pueblos.
Todo empezó con un discurso mal venido del rey tradicional de los zulu quien llamó a los extranjeros a abandonar el país porque, según él, se llevan el trabajo de los autóctonos. Bien es verdad que muchos extranjeros ocupan los pequeños trabajos que, en general, los surafricanos no quieren hacer. Días siguientes, estallaron disturbios en los barrios pobres de Durban. Los extranjeros vieron sus cosas saqueadas y sus casas quemadas. Se contabilizaron incluso muertes. El gobierno tuvo que intervenir con el ejército para parar la violencia.
Pero no todo se acabó allí. Últimamente, el gobierno ha enviado el ejército en los barrios donde tuvieron lugar los disturbios para arrestar a todos los inmigrantes. El pretexto es de identificar a los ilegales con el fin de expulsarlos. En estos momentos, se habla ya de más de 4.000 extranjeros arrestados.
El problema de Sudáfrica no son los extranjeros. Se trata del mecanismo de siempre de buscar el chivo expiatorio y en general, éste suele ser un extranjero o cualquier persona sin defensa. La desigualdad que existe en el país es tal que aunque fueran todos los inmigrantes a sus países, los sudafricanos no habrían solucionado sus problemas. La solución es crear las condiciones de desarrollo auténtico donde todos se sienten integrados en el sistema.
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