El próximo sábado 28 de marzo, Nigeria organizará las elecciones presidenciales y legislativas en un clima de verdadera tensión creada por los ataques de Boko Haram. Para entender el desafío de esas elecciones, hay que comprender el sistema político de Nigeria. En primer lugar, hay que saber que es un país federal al estilo de los Estados Unidos y con un sistema de elecciones similar. Para ganar las elecciones, el candidato tiene que tener 25% de los votos en dos tercios de los 36 estados federales. En segundo lugar, saber que Nigeria está geográficamente habitada por una mayoría musulmana en el norte y una mayoría cristiana en el sur. Esto hace que tradicionalmente, para evitar enfrentamientos, siempre ha habido alternancia de regiones en la presidencia.
El presidente elegido tiene un mandato de cuatro años renovables solamente una vez. El actual presidente Goodluck Jonathan que llegó al poder en mayo 2010 después de la muerte inesperada del predecesor Yarad'ua, se presentará al segundo mandato apoyado por su partido PDP. Frente a él, tiene a Mahammadu Buhari, un opositor de gran envergadura, apoyado por el partido APC y el ex-presidente Obasanjo quien, a pesar de pertenecer al partido de Jonathan, ha manifestado su discrepancia con él en su manera de gestionar el país.
Una de las claves de esas elecciones es que Buhari es del norte y Jonathan es del sur. Todo indica que la presencia de Boko Haram en el norte y la dificultad del gobierno a acabar con el problema tendrá un papel importante en las urnas.
Las encuestas predicen que los resultados serán apretados dependiendo de la situación de las zonas controladas por Boko Haram y de la determinación de los candidatos a combatir la secta terrorista.
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