sábado, 21 de marzo de 2015

El mensaje de la Iglesia ante la crisis de Centroáfrica.

Introducción

La llegada de la coalición Seleka a Centroáfrica ha supuesto un duro golpe a las iglesias cristianas en general, y a la Iglesia Católica, en particular. Esta coalición, compuesta esencialmente de grupos musulmanes en un país mayoritariamente cristiano, llegó saqueando los bienes de la Iglesia Católica, despreciando todo lo diferente a ellos, profanando las iglesias y profiriendo amenazas a los sacerdotes, religiosas y otros líderes religiosos cristianos. Todo indica que detrás, había una voluntad clara de dañar la estructura de la Iglesia, o en todo caso, debilitarla para luego poner en práctica sus planes ocultos en total impunidad. Se sabe que la Iglesia, por su organización y su universalidad, es, a veces, la única institución capaz de hacer frente a los que deterioran los derechos humanos y destruyen el tejido social.
La República Centroafricana es un país laico, donde siempre han convivido diversas religiones sin enfrentamientos. El tejido social gira en torno al importante personaje de Boganda, primer presidente del país,  que era además ex–sacerdote católico. Durante los cincuenta años que ha vivido el país independizado de Francia, ha conocido muchos golpes de estado y pequeñas guerras. Pero siempre, todo se reducía a motivos políticos. Nunca la Iglesia Católica, que representa al 25% de la población, se había sentido atacada de manera directa. Nunca, la concordia social se había puesto en entredicho por motivos religiosos. Nunca, algún grupo rebelde se había enfrentado a la Iglesia con intención de dañarla o reducirla al silencio. El fenómeno Seleka es, en este sentido, algo novedoso y potencialmente peligroso.
Ante los estragos ocasionados por los militares de esta coalición, los cristianos se sorprendieron por la violencia de sus actuaciones y la maldad de sus actitudes. Donde no se podían llevar el coche por diversos motivos, lo destrozaban con machetes para hacerlo inutilizable. Profanaron las sacristías y dispersaron las formas sagradas por la calle. La represión fue tan grande que algunos cristianos, llevados por la furia, pensaron en la venganza. Sin embargo, los obispos, sacerdotes y otros agentes pastorales no cayeron en la tentación de dejarse llevar por la ira o los instintos naturales de venganza. Desde el primer momento, dejaron claro que el Evangelio tiene que ser la referencia a toda reacción.
De manera sintética, los obispos de Centroáfrica centraron sus mensajes alrededor de cinco ejes importantes: Consolar a las víctimas, denuncia, verdad, perdón y reconciliación. En todas sus cartas, sus comunicados, ya sea individualmente o al nivel de la Conferencia Episcopal, no han dejado de animar a los cristianos y a todos los centroafricanos a mirar los acontecimientos con los ojos del Evangelio. Por tanto, sin callar ante la injusticia, predicaron la paz y la tolerancia.

1.       Consolar las víctimas

El conflicto de Centroáfrica ha supuesto infinitas violaciones de los derechos humanos. Ha habido muchos muertos. Muchas familias han perdido y siguen perdiendo a los suyos. Muchas mujeres han sido violadas. Las familias enteras se han quedado sin nada. Muchos han visto sus casas quemadas con todas sus pertenencias. Pueblos enteros se han desplazado dentro o fuera del país. La primera reacción fue estar al lado de todos ellos. El arzobispo de Bangui se ha mantenido, durante todo este tiempo, haciéndose presente en todos los puntos calientes donde hay dolor, denunciando los hechos y dando ánimo a las víctimas. Los habitantes de Bangui nunca olvidarán sus visitas en los barrios del norte de Bangui cuando se enteraba de que se estaba matando a gente; También en los hospitales donde llevaban a los heridos o al lado del río Oubangui para recoger, junto al pueblo, los cadáveres tirados como perros al agua.
En la diócesis de Bambari, el obispo recibió un golpe fuerte en la cara con la punta de un arma. Aún así, se quedó en el lugar, animando como pudo a los suyos. No huyó ni un solo momento. En Bangassou, se ha puesto en marcha todo un sistema al nivel del obispado para identificar a todas las mujeres violadas, animarles a seguir viviendo y prestarles ayuda psicológica.
La Iglesia ha estado más que nunca al lado del pueblo durante estos momentos. También los laicos comprometidos han mostrado su valor en muchas ocasiones, defendiendo a sus iglesias o a la gente en los momentos duros. Toda la Iglesia, unánimemente, ha entendido que lo primero era atender a las víctimas.
Casi todas las religiosas extranjeras prefirieron quedarse en el país a pesar de la propuesta de sus países de abandonar el lugar. No dudaron en optar por la opción más radical que les podía costar la vida. De hecho, muchas han sido amenazadas de distintas maneras, golpeadas o humilladas. Sin embargo, se quedaron en sus dispensarios, orfanatos y otras estructuras que sin ellas, podrían haber cerrado las puertas.  La actitud práctica de la Iglesia oficial ha sido un buen testimonio de lo que la Iglesia Universal tiene que ser!

2.       La denuncia

La llegada fulgurante de Seleka cogió casi a todos por sorpresa. Las violaciones de los derechos humanos fueron masivas. Los grupos de defensa de los derechos humanos se vieron desbordados por la magnitud de la catástrofe. Muchos no tenían la formación suficiente para enfrentarse a  tal fenómeno. Sólo la Iglesia podía llevar la bandera de la denuncia.
El hecho ser universal ayuda a la Iglesia a tener una voz potente, que se hace escuchar tanto en el interior como en el exterior del país. Los obispos no dudaron en utilizar esta oportunidad. En las dos cartas que la Conferencia Episcopal escribió al nuevo presidente, los obispos no tiemblan al denunciar la voluntad diabólica de destruir las estructuras del Estado y de la Iglesia. En su carta del 23 de abril, dicen textualmente: “…No es con las armas que se puede satisfacer las necesidades del pueblo… la lógica de la guerra ha prevalecido al diálogo… en todos los sitios donde pasaron los elementos de Seleka, hay llanto y luto…”. En su carta al presidente interino del 20 de junio de 2013, enumeran todos los estragos de Seleka y añaden: “ …Los males de ayer son también hoy de actualidad y sus efectos son un tanto más amplificados por las hostilidades de Seleka. El sentimiento general del pueblo centroafricano ante esta coalición es un “nunca visto”  …”
Todos y cada uno de los obispos llevan estos meses denunciando la situación tanto en los medios locales como internacionales. El obispo de Bangassou, Juan José Aguirre, no ha dejado de aprovechar cualquier ocasión para denunciar el expolio de su pueblo y su muerte lenta. Denuncia la voluntad oculta de islamizar el país y el silencio de la comunidad internacional sobre lo que está ocurriendo. La Iglesia no se calló.

3.       La verdad

No puede haber una solución a un conflicto que no pase por la verdad. La mentira es un arma que acaba volviéndose contra sus utilizadores. La Iglesia Centroafricana se ha quedado del lado de la verdad. Quiere saber lo que ha pasado y quiere hacer conocer la verdad frente a la mentira. En todas las comunicaciones de los obispos, de manera consensuada, dejan claro que solamente con la verdad por delante, se puede resolver el conflicto.
En su primera carta ya citada, los obispos preguntan al presidente si es el verdadero autor de una carta dirigida al mundo islámico, que insinúa la islamización planificada del país. Quieren saben por qué Seleka ataca a las estructuras de la Iglesia.
—“¿Cuáles son las intenciones reales de vuestro movimiento?— preguntan.
—“Exigimos de vuestra parte la devolución de todos los bienes de la Iglesia robados, saqueados o estropeados”— concluyen.
Muy recientemente, el arzobispo de Bangui aprovechó la presencia del Primer Ministro y el Presidente del Parlamento en una misa solemne, para decir alto y claro: “… No puedo callarme cuando los hijos de este país son víctimas de la peor barbarie. Cuando se tortura, se mata a los centroafricanos como chinches. No me puedo callar cuando se viola a nuestras hermanas y madres. No me puedo callar cuando los inocentes son víctimas de expolio…”. (homilía del 21 de julio en la catedral de Bangui, abarrotada). Aquella voz sonó como un resucitar en los oídos de los cristianos atemorizados por esos guerrilleros Seleka. Sintieron aquel día que la Iglesia estaba siendo la voz de los sin voz.
Poco después, se plantó en una cárcel donde acababan de encerrar a un pastor protestante por haber denunciado las matanzas. No se fue del lugar hasta que soltaron al pastor injustamente tratado.
Al lado de la palabra, la iglesia está animando también a los organizaciones laicas a identificar bien los hechos. La comisión Justicia y Paz, bajo mandato de la Conferencia Episcopal, está haciendo listas exhaustivas de todas las violaciones. Solamente así pueden contribuir a que el Tribunal Internacional se ocupe del tema…algún día.
Con este ejercicio, se está exigiendo al mismo tiempo la claridad de los hechos y la responsabilidad jurídica de los autores de matanzas y otras barbaries. La Iglesia no se cansa de gritar al mundo clamando por la justicia y la verdad.

4.       El perdón y reconciliación

No hay justicia sin perdón y no hay reconciliación sin perdón. “ …Aunque nos sentimos agredidos y protestamos con toda nuestra fuerza, no podemos responder al hierro con hierro porque los que buscan la paz, los pacíficos, son los que heredarán la tierra, mientras que los que acumulan el odio y el espíritu de revancha, les queda una cicatriz en el alma que perturba la vida y enreda el alma”. Estas fueron las palabras de Mgr Aguirre, parafraseando la homilía de toda la Conferencia Episcopal leída en todas las iglesias de Bangui el día 15 de abril. En ellas, se ve claramente, el llamamiento  al perdón y la paz. Los cristianos no pueden tener odio en su corazón.
Parece fácil pero no es sencillo pedir a una persona herida que olvide la maldad de su agresor. Es como dar la mano amorosa al que te la quiere cortar. Sin embargo, el mensaje cristiano es tan claro como el agua en este sentido. Jesucristo pide perdón para sus verdugos.
Desde el inicio del conflicto, los líderes religiosos han advertido que el conflicto podía degenerar en divisiones religiosas. Un conflicto religioso es lo peor que le puede pasar a un país. Se puso en marcha una comisión conjunta donde se encuentran el arzobispo de Bangui, el presidente de las iglesias protestantes y el Imam de la gran mezquita de Bangui. La actividad pacificadora de esta comisión ha conseguido atajar las tentaciones de venganza, y de paso, evitar enfrentamientos religiosos.
El mensaje principal de la Iglesia en este conflicto es muy claro: perdón y reconciliación. A nadie le beneficia la guerra civil con carácter religioso. Los obispos luchan día tras día para circunscribir el conflicto en el ámbito político. Es una tarea muy difícil porque muchas vidas están rotas. El instinto natural lleva a unos y otros a querer defenderse, destruyendo al que está a su lado. Es evidente, como se sabe, muchas veces el vecino no es el verdadero culpable.
Es importante no poner a todo el mundo en un mismo manojo. “Todos los musulmanes no son Seleka ni todos los Seleka son malos”, puntualiza Mgr Aguirre.  En la carta de los obispos al presidente, el 23 de abril de 2013, los obispos se centran en el pasaje bíblico de Mt 18,21-22, y aseguran que, de parte de la Iglesia, no hay otro camino que el del perdón. Sin embargo, advierten de que “no se pueden aprovechar del principio de perdón para abusar impunemente de los demás”.
Como se ve, la Iglesia Católica no se ha quedado como observadora pasiva de la situación. Los acontecimientos le han golpeado en su propio corazón. Sus bienes han sido saqueados. Sus cristianos han sido acosados,  humillados y asesinados. La tentación de dejar todo caer era enorme. Los que querían alentar la violencia como vía de solución o de defensa, eran muchos. Sin embargo, la Iglesia, utilizando su cohesión social y sus estructuras nacionales, sigue enseñando que sólo el amor puede cambiar el corazón del hombre. ¿Los Seleka serán capaces de entender también este mensaje?
También el saqueo de los bienes materiales ha sacudido el orgullo de los pastores de la Iglesia. La guerra ha puesto a la Iglesia en el mismo bando que los pobres de siempre. También ha sufrido humillación y  desprecio. Es más, se le han quitado los medios que le ponían en la categoría de los ricos. De aquí en adelante, la pastoral se hará desde la pobreza y la proximidad con los más pobres. No hay mal que por bien no venga. ¡Ojalá todo el mundo se haga nuevos planteamientos desde esta óptica!

Gaetan Kabasha



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