Introducción
La llegada de la coalición Seleka
a Centroáfrica ha supuesto un duro golpe a las iglesias cristianas en general,
y a la Iglesia Católica, en particular. Esta coalición, compuesta esencialmente
de grupos musulmanes en un país mayoritariamente cristiano, llegó saqueando los
bienes de la Iglesia Católica, despreciando todo lo diferente a ellos,
profanando las iglesias y profiriendo amenazas a los sacerdotes, religiosas y
otros líderes religiosos cristianos. Todo indica que detrás, había una voluntad
clara de dañar la estructura de la Iglesia, o en todo caso, debilitarla para
luego poner en práctica sus planes ocultos en total impunidad. Se sabe que la
Iglesia, por su organización y su universalidad, es, a veces, la única
institución capaz de hacer frente a los que deterioran los derechos humanos y
destruyen el tejido social.
La República Centroafricana es un
país laico, donde siempre han convivido diversas religiones sin
enfrentamientos. El tejido social gira en torno al importante personaje de
Boganda, primer presidente del país, que
era además ex–sacerdote católico. Durante los cincuenta años que ha vivido el
país independizado de Francia, ha conocido muchos golpes de estado y pequeñas
guerras. Pero siempre, todo se reducía a motivos políticos. Nunca la Iglesia
Católica, que representa al 25% de la población, se había sentido atacada de
manera directa. Nunca, la concordia social se había puesto en entredicho por
motivos religiosos. Nunca, algún grupo rebelde se había enfrentado a la Iglesia
con intención de dañarla o reducirla al silencio. El fenómeno Seleka es, en
este sentido, algo novedoso y potencialmente peligroso.
Ante los estragos ocasionados por
los militares de esta coalición, los cristianos se sorprendieron por la
violencia de sus actuaciones y la maldad de sus actitudes. Donde no se podían
llevar el coche por diversos motivos, lo destrozaban con machetes para hacerlo
inutilizable. Profanaron las sacristías y dispersaron las formas sagradas por la
calle. La represión fue tan grande que algunos cristianos, llevados por la
furia, pensaron en la venganza. Sin embargo, los obispos, sacerdotes y otros
agentes pastorales no cayeron en la tentación de dejarse llevar por la ira o
los instintos naturales de venganza. Desde el primer momento, dejaron claro que
el Evangelio tiene que ser la referencia a toda reacción.
De manera sintética, los obispos
de Centroáfrica centraron sus mensajes alrededor de cinco ejes importantes:
Consolar a las víctimas, denuncia, verdad, perdón y reconciliación. En todas
sus cartas, sus comunicados, ya sea individualmente o al nivel de la
Conferencia Episcopal, no han dejado de animar a los cristianos y a todos los
centroafricanos a mirar los acontecimientos con los ojos del Evangelio. Por
tanto, sin callar ante la injusticia, predicaron la paz y la tolerancia.
1. Consolar las víctimas
El conflicto de Centroáfrica ha
supuesto infinitas violaciones de los derechos humanos. Ha habido muchos
muertos. Muchas familias han perdido y siguen perdiendo a los suyos. Muchas
mujeres han sido violadas. Las familias enteras se han quedado sin nada. Muchos
han visto sus casas quemadas con todas sus pertenencias. Pueblos enteros se han
desplazado dentro o fuera del país. La primera reacción fue estar al lado de
todos ellos. El arzobispo de Bangui se ha mantenido, durante todo este tiempo,
haciéndose presente en todos los puntos calientes donde hay dolor, denunciando
los hechos y dando ánimo a las víctimas. Los habitantes de Bangui nunca
olvidarán sus visitas en los barrios del norte de Bangui cuando se enteraba de
que se estaba matando a gente; También en los hospitales donde llevaban a los
heridos o al lado del río Oubangui para recoger, junto al pueblo, los cadáveres
tirados como perros al agua.
En la diócesis de Bambari, el
obispo recibió un golpe fuerte en la cara con la punta de un arma. Aún así, se
quedó en el lugar, animando como pudo a los suyos. No huyó ni un solo momento.
En Bangassou, se ha puesto en marcha todo un sistema al nivel del obispado para
identificar a todas las mujeres violadas, animarles a seguir viviendo y
prestarles ayuda psicológica.
La Iglesia ha estado más que
nunca al lado del pueblo durante estos momentos. También los laicos
comprometidos han mostrado su valor en muchas ocasiones, defendiendo a sus
iglesias o a la gente en los momentos duros. Toda la Iglesia, unánimemente, ha
entendido que lo primero era atender a las víctimas.
Casi todas las religiosas
extranjeras prefirieron quedarse en el país a pesar de la propuesta de sus
países de abandonar el lugar. No dudaron en optar por la opción más radical que
les podía costar la vida. De hecho, muchas han sido amenazadas de distintas
maneras, golpeadas o humilladas. Sin embargo, se quedaron en sus dispensarios,
orfanatos y otras estructuras que sin ellas, podrían haber cerrado las
puertas. La actitud práctica de la
Iglesia oficial ha sido un buen testimonio de lo que la Iglesia Universal tiene
que ser!
2. La denuncia
La llegada fulgurante de Seleka
cogió casi a todos por sorpresa. Las violaciones de los derechos humanos fueron
masivas. Los grupos de defensa de los derechos humanos se vieron desbordados
por la magnitud de la catástrofe. Muchos no tenían la formación suficiente para
enfrentarse a tal fenómeno. Sólo la
Iglesia podía llevar la bandera de la denuncia.
El hecho ser universal ayuda a la
Iglesia a tener una voz potente, que se hace escuchar tanto en el interior como
en el exterior del país. Los obispos no dudaron en utilizar esta oportunidad.
En las dos cartas que la Conferencia Episcopal escribió al nuevo presidente,
los obispos no tiemblan al denunciar la voluntad diabólica de destruir las
estructuras del Estado y de la Iglesia. En su carta del 23 de abril, dicen
textualmente: “…No es con las armas que
se puede satisfacer las necesidades del pueblo… la lógica de la guerra ha
prevalecido al diálogo… en todos los sitios donde pasaron los elementos de
Seleka, hay llanto y luto…”. En su carta al presidente interino del 20 de
junio de 2013, enumeran todos los estragos de Seleka y añaden: “ …Los males de ayer son también hoy de
actualidad y sus efectos son un tanto más amplificados por las hostilidades de
Seleka. El sentimiento general del pueblo centroafricano ante esta coalición es
un “nunca visto” …”
Todos y cada uno de los obispos
llevan estos meses denunciando la situación tanto en los medios locales como
internacionales. El obispo de Bangassou, Juan José Aguirre, no ha dejado de
aprovechar cualquier ocasión para denunciar el expolio de su pueblo y su muerte
lenta. Denuncia la voluntad oculta de islamizar el país y el silencio de la
comunidad internacional sobre lo que está ocurriendo. La Iglesia no se calló.
3. La verdad
No puede haber una solución a un
conflicto que no pase por la verdad. La mentira es un arma que acaba volviéndose
contra sus utilizadores. La Iglesia Centroafricana se ha quedado del lado de la
verdad. Quiere saber lo que ha pasado y quiere hacer conocer la verdad frente a
la mentira. En todas las comunicaciones de los obispos, de manera consensuada,
dejan claro que solamente con la verdad por delante, se puede resolver el
conflicto.
En su primera carta ya citada,
los obispos preguntan al presidente si es el verdadero autor de una carta
dirigida al mundo islámico, que insinúa la islamización planificada del país.
Quieren saben por qué Seleka ataca a las estructuras de la Iglesia.
—“¿Cuáles son las intenciones reales de vuestro movimiento?— preguntan.
—“Exigimos de vuestra parte la devolución de todos los bienes de la
Iglesia robados, saqueados o estropeados”— concluyen.
Muy recientemente, el arzobispo
de Bangui aprovechó la presencia del Primer Ministro y el Presidente del
Parlamento en una misa solemne, para decir alto y claro: “… No puedo callarme cuando los hijos de este
país son víctimas de la peor barbarie. Cuando se tortura, se mata a los
centroafricanos como chinches. No me puedo callar cuando se viola a nuestras
hermanas y madres. No me puedo callar cuando los inocentes son víctimas de
expolio…”. (homilía del 21 de julio en la catedral de Bangui, abarrotada).
Aquella voz sonó como un resucitar en los oídos de los cristianos atemorizados
por esos guerrilleros Seleka. Sintieron aquel día que la Iglesia estaba siendo la
voz de los sin voz.
Poco después, se plantó en una
cárcel donde acababan de encerrar a un pastor protestante por haber denunciado
las matanzas. No se fue del lugar hasta que soltaron al pastor injustamente
tratado.
Al lado de la palabra, la iglesia
está animando también a los organizaciones laicas a identificar bien los
hechos. La comisión Justicia y Paz, bajo mandato de la Conferencia Episcopal,
está haciendo listas exhaustivas de todas las violaciones. Solamente así pueden
contribuir a que el Tribunal Internacional se ocupe del tema…algún día.
Con este ejercicio, se está
exigiendo al mismo tiempo la claridad de los hechos y la responsabilidad
jurídica de los autores de matanzas y otras barbaries. La Iglesia no se cansa
de gritar al mundo clamando por la justicia y la verdad.
4. El perdón y reconciliación
No hay justicia sin perdón y no
hay reconciliación sin perdón. “ …Aunque
nos sentimos agredidos y protestamos con toda nuestra fuerza, no podemos
responder al hierro con hierro porque los que buscan la paz, los pacíficos, son
los que heredarán la tierra, mientras que los que acumulan el odio y el espíritu
de revancha, les queda una cicatriz en el alma que perturba la vida y enreda el
alma”. Estas fueron las palabras de Mgr Aguirre, parafraseando la homilía
de toda la Conferencia Episcopal leída en todas las iglesias de Bangui el día
15 de abril. En ellas, se ve claramente, el llamamiento al perdón y la paz. Los cristianos no pueden
tener odio en su corazón.
Parece fácil pero no es sencillo
pedir a una persona herida que olvide la maldad de su agresor. Es como dar la
mano amorosa al que te la quiere cortar. Sin embargo, el mensaje cristiano es
tan claro como el agua en este sentido. Jesucristo pide perdón para sus
verdugos.
Desde el inicio del conflicto,
los líderes religiosos han advertido que el conflicto podía degenerar en
divisiones religiosas. Un conflicto religioso es lo peor que le puede pasar a
un país. Se puso en marcha una comisión conjunta donde se encuentran el
arzobispo de Bangui, el presidente de las iglesias protestantes y el Imam de la
gran mezquita de Bangui. La actividad pacificadora de esta comisión ha
conseguido atajar las tentaciones de venganza, y de paso, evitar
enfrentamientos religiosos.
El mensaje principal de la
Iglesia en este conflicto es muy claro: perdón y reconciliación. A nadie le
beneficia la guerra civil con carácter religioso. Los obispos luchan día tras
día para circunscribir el conflicto en el ámbito político. Es una tarea muy
difícil porque muchas vidas están rotas. El instinto natural lleva a unos y
otros a querer defenderse, destruyendo al que está a su lado. Es evidente, como
se sabe, muchas veces el vecino no es el verdadero culpable.
Es importante no poner a todo el
mundo en un mismo manojo. “Todos los
musulmanes no son Seleka ni todos los Seleka son malos”, puntualiza Mgr
Aguirre. En la carta de los obispos al
presidente, el 23 de abril de 2013, los obispos se centran en el pasaje bíblico
de Mt 18,21-22, y aseguran que, de parte de la Iglesia, no hay otro camino que
el del perdón. Sin embargo, advierten de que “no se pueden aprovechar del principio de perdón para abusar impunemente
de los demás”.
Como se ve, la Iglesia Católica
no se ha quedado como observadora pasiva de la situación. Los acontecimientos
le han golpeado en su propio corazón. Sus bienes han sido saqueados. Sus
cristianos han sido acosados, humillados
y asesinados. La tentación de dejar todo caer era enorme. Los que querían
alentar la violencia como vía de solución o de defensa, eran muchos. Sin
embargo, la Iglesia, utilizando su cohesión social y sus estructuras
nacionales, sigue enseñando que sólo el amor puede cambiar el corazón del
hombre. ¿Los Seleka serán capaces de entender también este mensaje?
También el saqueo de los bienes
materiales ha sacudido el orgullo de los pastores de la Iglesia. La guerra ha
puesto a la Iglesia en el mismo bando que los pobres de siempre. También ha
sufrido humillación y desprecio. Es más,
se le han quitado los medios que le ponían en la categoría de los ricos. De
aquí en adelante, la pastoral se hará desde la pobreza y la proximidad con los
más pobres. No hay mal que por bien no venga. ¡Ojalá todo el mundo se haga
nuevos planteamientos desde esta óptica!
Gaetan Kabasha
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