Burundi es un país marcado por una historia de enfrentamientos étnicos entre Hutus y Tutsis. Estas dos grupos que también se encuentran en Rwanda en las mismas proporciones y con una historia parecida aunque con matices viven siempre en un equilibrio muy frágil. En cualquier momento, el estallido de violencia puede llegar a una catástrofe.
Uno de los legados importantes del sabio Nelson Mandela fue dibujar un marco de convivencia entre los grupos repartiendo los puestos con proporciones consensuadas. Todo se encuentra en los acuerdos de paz de Arusha que pusieron fin a muchos años de enfrentamientos. En estos acuerdos, se estipula que el presidente debe ser elegido en unas elecciones generales y solamente puede dirigir durante dos mandatos.
Desde que se puso en marcha este marco de convivencia, las violencias étnicas se calmaron. Muchos refugiados hutus que se encontraban fuera del país pudieron volver y muchos desplazados tutsis también volvieron a sus tierras. Se inició un programa de rehabilitación de la memoria en el que se indemnizó a algunas familias que perdieron a los suyos durante las matanzas repetitivas. También los que perdieron su tierra pudieron recuperarla pasando por un comité puesto en marcha por el gobierno.
Ahora, el miedo vuelve a reinar. El presidente Nkurunziza, elegido primero por los diputados de la nación para cinco años y luego por el sufragio universal para otros cinco años, acaba diez años en el poder. Una parte de la población cree que ya cumplió con lo estipulado en los acuerdos de Arusha y tiene que dejar el paso a los demás; otra parte cree que puede todavía presentarse al tercer mandato.
El problema de Burundi es que cualquier estallido de violencia puede despertar los viejos demonios. Nadie quiere realmente una nueva guerra ni nuevos enfrentamientos. El país necesita estabilidad para crecer. La solución se encuentra entre las manos de los políticos. Cualquier error puede ser fatal.
Ya se habla de 7.000 burundeses refugiados en el país vecino Rwanda. Cabe recordar que todo lo que pasa en Burundi tiene repercusión directa o indirectamente en Rwanda ya que las realidades socio-culturales son las mismas.
Esperemos que las aguas se queden en sus cauces y que reine el sentido común.
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