¿Horror? ¿espanto? ¿terrorífico? ¿asqueroso? Lo de Kenya no tiene nombre. No hay palabras para calificar lo que pasó este pasado jueves en la universidad de Garissa (Kenya). Unos individuos armados, sin piedad en su corazón, entraron matando a todos los que no respondían a sus preguntas en árabe. Es decir, todo el que no fuera musulmán tenía que morir para, dicen, pagar los crímenes de los dirigentes kenyanos que enviaron un ejército en Somalía. ¿Qué habían hecho esos 147 jóvenes para morir así? Es que no hay que buscar lógica en las actuaciones de los integristas. No tenemos la misma lógica ni tenemos los mismos principios. Por eso es difícil pensar que se puede dialogar. ¿Sobre que base se dialogaría si ellos están convencidos de que matar en nombre de Dios es hallar el cielo?
El shabab no es el único grupo que mata a los inocentes en nombre de Dios. MUJAO en Algeria, Boko Haram en Nigeria, Njanjawid en Darfúr, ISIS en Irak etc. hacen lo mismo. No tienen remordimientos de consciencia porque para ellos, las víctimas son culpables de no ser como ellos, es decir, musulmanes radicales. En algunos casos, matan a los no musulmanes por el hecho de no serlos, pero en otros casos matan también a los musulmanes por no ser integristas.
La lucha contra el integrismo tiene que ser global en todas las religiones. A estas alturas, ya nadie puede decir que está fuera del alcance de la mano asesina de esa gente. No temen la muerte ni les importa seguir viviendo por lo que están dispuestos a emprender todas las aventuras posibles con tal de cumplir con sus objetivos.
Las familias de los chicos asesinados en Kenya están en luto. Sus corazones están destrozados por la masacre. En este viernes santo, día en que Cristo murió, también matado en nombre de Dios, solamente podemos rezar por ellos.
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