(artículo publicado en el blog de El País, Africa no es un país)
Un señor quiere enviar dinero a su
hijo que cursa estudios en el otro rincón del país, llama a su vecino que hace
poco acabó la universidad y le dice:
-
¡Quiero
enviar dinero a mi hijo! –dice el señor.
-
¿cuánto?
–pregunta el vecino.
-
¡Cinco
mil francos ruandeses! –responde el padre que quiere enviar dinero.
-
¡Es
muy fácil! –dice el vecino
-
¡Dame
el dinero, su nombre y su ubicación! –dice el vecino, finalizando la
conversación.
Con este sencillo diálogo, el joven
universitario teclea su teléfono móvil durante unos segundos, recibe los cinco
mil francos y dice al señor:
No es un mito ni una exageración.
Presencié esta escena en una de las colinas de Rwanda hace apenas un mes. Me
quedé sorprendido y abrumado por este avance de la tecnología, puesto de
manifiestoen un país subdesarrollado, algo que, ni siquiera,nunca había visto
todavía en Europa.
Al preguntar, me dijeron que el
sistema se llama “mobile banking”, es
decir un banco que se mueve. En realidad, es un banco virtual situado en el teléfono
del joven universitario, pero es un banco de verdad y no un juego.No es tan
complicado como se puede imaginar. Cuando te explican el mecanismo, entiendes
muy rápidamente que no se trata de
ningún milagro. Es sencillamente una de las buenas cosas que puede traer la
tecnología. El titular del móvil, cobra por el número de gestiones y el dinero
que mueve en cada operación. Este sistema le estimula a buscar clientes para
aumentar sus ingresos, es decir que el banco móvil es también un puesto de
trabajo. Para ser miembro de esta red de banco móvil, hace falta inscribirse a
la compañía que promueve este sistema y depositar una cantidad de dinero como
garantía. La eficacia es desde luego garantizada.
En Rwanda, el país de las mil colinas
donde le paisaje se impone con una belleza extraordinaria, la tecnología está
siendo un motor de desarrollo. Para empezar casi todo el mundo dispone de un
teléfono móvil hasta en los rincones más remotos del país. La situación
geográfica y la pequeñez del territorio nacional hacen de Rwanda un sitio
privilegiado para extender la cobertura a todos. Pero lo más interesante es que
el teléfono no solamente sirve para las llamadas sino que está siendo un
instrumento de otras muchas facilidades. Muchas aplicaciones están siendo
ensayadas haciendo de Rwanda un país en la dinámica de la modernidad tecnológica.
Ya nadie se desplaza a los grandes
centros para pagar sus impuestos u otras facturas ni es necesario ir a los
agencias para hacer una tarjeta de embarque para los viajeros. Igual que en los
países avanzados, el checking-in se
hace por internet dentro del móvil. Todas las compañías tienen la opción
internet en sus ofertas.
Una de las aplicaciones más llamativas es la compra de la
corriente eléctrica por móvil. Uno sin irse de su casa, compra la cantidad de
energía que necesita tecleando un código previamente recibido y activando así
su cuenta en la compañía eléctrica. En un instante, llega la electricidad
correspondiente al dinero pagado. La ventaja de esta aplicación está en que
cada uno paga lo que realmente consume y nada más. Evidentemente, esto supone
que haya una red eléctrica instalada en casa. Y eso es también otro de los
avances que se observan en este pequeño país.
En los últimos años, se ha
intensificado la distribución de la electricidad en muchos sitios. He podido
ver cómo los habitantes se unen para contribuir con dinero y mano de obra afín
de poder hacer llegar la electricidad a sus hogares. Una vez que la
contribución fijada por la empresa pública de energía está lista, el Estado se
encarga de completar y conducir las líneas de corriente. El objetivo oficial sería
llegar a poder abastecer a 75% de la población. Sorprende ver cómo en pocos
años, la electricidad ha dejado de ser un objeto de lujo para llegar a la
mayoría de los centros en el interior del país e incluso subiendo las montañas
para llegar a los hogares dispersos por aquí por allá.
Bien es verdad que hay muchos cortes
debidos a que la producción es todavía insuficiente. En todo caso, hay una
evidencia: Rwanda ha entrado en la dinámica de la corriente mundial de la
tecnología y esta, ineludiblemente, necesita electricidad.
A raíz de estos hechos, muchos
jóvenes empiezan a poner en marcha su creatividad. Me sorprendió uno que
acababa de inventar una cocina que utiliza las piedras volcánicas y un consumo
mínimo de electricidad. La corriente calienta las piedras y estas, retienen el
calor y calientan la cacerola. Con este “cacharro”, muy sencillo y barato, se
consigue ahorrar la madera que se está convirtiendo en un bien escaso en un
país tan sobrepoblado como Rwanda. Es una muestra de cómo cuando se libera
espacio, los hombres son capaces de utilizar su inteligencia y hallar bienestar
ellos mismos. El problema del fabricante, licenciado en física, según me contó,
es la protección de su invento que de repente aparece en el mercado después de
ser pirateado.Y eso ya no es un tema de desarrollo tecnológico, sino político y
social, concretamente, legal.
En la misma dinámica, se observan a
los policías sobre la carretera con aparatitos que miden la velocidad de los
coches. No son aparatos inventados en Rwanda pero es una verdadera revolución
en la región de los Grandes Lagos. Con esos aparatos, ya no se puede multar a
alguien sin clara seguridad de haber infligido las reglas de circulación. Igual que los radares móviles
que uno encuentra en los países avanzados, y a los que estamos tan
acostumbrados en nuestras carreteras, esos aparatos manuales te indican con
exactitud la velocidad a la que va el coche.
Se puede discrepar sobre el sistema
de desarrollo que se está planteando en algunos países africanos pero hay una
cosa innegable: la tecnología avanza a pasos agigantados y no se podrá concebir
el futuro sin ella. Ningún país puede sustraerse de los elementos que están a
la base de la globalización.
Gaetan
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