(artículo publicado en el blog de El País, África no es un país)
¿Qué sabemos de
los inmigrantes africanos?
Resulta
muy fácil hablar de la inmigración desde el punto de vista del observador y,
más aún si este vive en el mundo occidental. Es frecuente escuchar afirmaciones
categóricas que nadie se atreve a replicar, bien por desconocimiento del tema o
sencillamente porque son tópicos habituales instalados en nuestra imaginación. Pero,
la cruda realidad solo la conocen sus directos protagonistas que, muy rara vez,
tienen espacio para explicar su situación.
Yo
también fui inmigrante en distintos países y en circunstancias especialmente
difíciles, y sé que muchas de las afirmaciones merecen ser matizadas cuando no
son rotundamente erróneas. Otras hieren, sin saber, la sensibilidad de los
africanos que las oyen, bien por no coincidir con la realidad o por ser sencillamente
humillantes. Muchas veces cuando se habla de África desde Europa, parece que se
está hablando de otro planeta, de un lugar completamente exótico donde no
existe ningún atisbo de esperanza, en un entorno donde el sufrimiento hace
rechinar los dientes y donde la totalidad de los habitantes viven sumergidos en
una indescriptible miseria. Ciertamente algo de verdad habrá en lo que se dice
pero la mayoría de esos tópicos son representaciones mentales alejadas de la
realidad.
Cuando
yo fui inmigrante, no fue por miseria personal ni por la búsqueda de Eldorado
en algún lugar de la tierra. Fue por motivos históricos y humanos que cualquiera
podría entender con tal de querer conocerlos. No nací con ansias de salir de mi
país, ni crecí pensando en huir de la vida ordinaria de mi pueblo. Al
contrario, como muchos otros africanos, crecí soñando con insertarme en mi propia
sociedad y luchar como todo el mundo, ganarse la vida, hacerse respetar y
alegrarse de sus propios logros. Nadie nace y vive pensando en tierras lejanas,
sin más, cuando lo hace, es por algo. La inmigración es un fenómeno que tiene causas
muy concretas.
Muchas
pueden ser las razones por las que una persona decide emigrar y deja su país de
nacimiento. En el caso concreto africano estas razones se pueden dividir en
tres categorías: la inmigración forzada,
la inmigración pensada, la
inmigración sugerida.
La inmigración forzada:
Se
trata de una decisión que toma una persona a causa de una serie de condiciones
vitales muy exigentes. Aquí se puede hablar por ejemplo de la guerra. Cuando la
guerra llega a tu casa, no tienes tiempo ni para pensar ni para elegir. La
única vía que se te ofrece es escapar siguiendo la voz del instinto. Si la
guerra es ideológica o étnica, en la mayoría de casos, el que huye no vuelve
pronto sino que busca la posibilidad de establecerse en otros lugares más
seguros lejos de su ámbito ordinario. Muchos de los inmigrantes han salido de
sus países incluso después de haber logrado desempeñar buenos puestos de
trabajo o estando en época de su mayor esplendor intelectual. Esos suelen estar
bastante bien preparados para integrarse
en la nueva sociedad donde llegan.
Este
fue mi caso en un momento de mi vida. Nunca había pensado salir de mi país,
cuando de repente, una guerra atroz me obligó a ello. En estas circunstancias,
cuando tienes cierta capacidad intelectual o cierto empeño moral, te lanzas
a la aventura, incluida la aventura de
muy alto riesgo, con tal de conseguir una vida donde la existencia tenga la
tranquilidad necesaria sin la permanente incertidumbre de poder perder la vida.
Se puede decir entonces que la guerra se convierte en una causa de la
inmigración y del despertar de unos instintos de aventura muy arriesgadas en
nosotros pero que si no hubiera esta circunstancia, se quedarían dormidos.
Evidentemente,
muchos son los que se quedan muy cerca de sus países esperando que la situación
mejore. Los inmigrantes que van lejos son los que tienen ciertas capacidades
morales, intelectuales e incluso económicas. Por tanto, no son los más débiles
ni los más pobres los que emprenden viajes largos hacia tierras lejanas. Estos,
no pueden, ni siquiera emigrar.
La inmigración pensada.
Se
podría hablar aquí de la inmigración económica. Se trata de una persona con
cierta preparación cultural que busca oportunidades imposibles de encontrar en
su país. Son muchos los que finalizan sus estudios universitarios en sus países
pensando en irse a otros donde el trabajo es más abundante y fácil de
conseguir, dónde pueden desarrollar sus aptitudes, donde creen que se valora a
las personas mirando su capacidad y no otras consideraciones que poco, o nada,
tienen que ver con la profesión.
En
la mayoría de casos, esos tipos de viajes se preparan detenidamente, se barajan
diversas opciones antes de iniciarlos. Muchos de los que integran esta
categoría empiezan a peregrinar por embajadas y consulados en la búsqueda del visado.
Cuando por la dificultad para
conseguirlo, se decepcionan, entran en la vía del riesgo. ¿Alguien se acuerda
de la atleta somalí, Samia Yusuf, participante en los juegos olímpicos de Pekín
de 2008 y ahogada en la patera del Mediterráneo en 2012 intentando alcanzar su
sueño en Europa?
Hay
casos en los que son los familiares ya instalados en los países de acogida los que
hacen las gestiones para facilitar este tipo de inmigración. Buscan las cartas
de invitación, los contratos de trabajo
etc. para que su familiar viaje con toda normalidad. Este tipo de inmigración suele
ser de gente muy cualificada o, en todo caso, preparada para el mundo laboral,
o listos para superar estudios superiores.
Hay
que decir que en general, las embajadas y consulados occidentales en África son
tan implacables y en algunos casos hasta irrespectuosos, que muchos de los que
podrían inmigrar legalmente acaban haciéndolo ilegalmente y exponiendo así sus
vidas. Por lo que se refiere a mi caso, alguna vez, teniendo toda la
documentación en la mano y habiendo vivido ya en Europa, me denegaron el visado
de turista del espacio Schengen durante dos años, sin ninguna explicación.
En
este caso, las familias suelen contribuir económicamente para ayudar al viajero
esperando recoger los frutos al final del viaje. Los que tienen familias esperan
recuperarlas una vez conseguida la estabilidad en el país de destino.
La inmigración sugerida.
Aquí
se trata de lo que se llaman comúnmente las “víctimas de las redes mafiosas”.
En este mundo existen muchos grupos criminales que viven a costa de la vida de
los demás, sin escrúpulos y sin un mínimo de humanidad. No es un monopolio de
África sino que estos tipos de redes existen en todos los países, bajo
distintos nombres y con distintos objetivos. Desgraciadamente muchos son los
que caen bajo la fuerza de su mentira.
Los
criminales de la inmigración clandestina suelen presentarse como bienhechores
que ofrecen el futuro a cambio de casi nada. Prometen ayudar a viajar y dar
trabajo al llegar al destino final. Muchas tienen sedes en Europa y células en capitales
africanas con distintas especialidades: la falsificación de documentos, la
corrupción de los funcionarios, la complicidad en la administración etc.
En
algunos casos son redes de pornografía o de prostitución que se interesan
principalmente de las chicas jóvenes desempleadas o en situación de precariedad
social. Aprovechan la ingenuidad y les prometen un futuro idílico. Para una
chica que no conoce más que su reducido mundo, es fácil engancharla en una red donde
todo es color de rosas.
En
otros casos, se trata de chicos soñadores a los que las redes prometen
formación especial y trabajo con un sueldo millonario. En un país donde los
jóvenes tienen poca formación, donde la tasa de desempleo supera todos los
cálculos, cualquier promesa de una vida mejor cala profundamente en el corazón.
En
general son estos los que emprenden largos viajes en medio de muchos riesgos
hacia lugares desconocidos. En el camino, las chicas están sometidas al acoso sexual
o incluso a la violación. Cuando consiguen llegar a Europa, las someten a la
prostitución, las tratan como mercancía, la hacen pagar todo el dinero del
viaje y los beneficios de lo que ganarán en el futuro. Desprotegidas, sin
pasaporte y sin conocer la lengua, viven en un régimen de esclavitud en medio
de las grandes ciudades occidentales donde día y noche las administraciones y
la prensa locales alaban la libertad lograda y los derechos humanos
conseguidos.
Para
los chicos, la suerte es diferente. Antes de llegar al destino, están
expoliados de lo poco que tienen. Muchas veces, cuando el viaje se complica,
los traficantes los abandonan en el peligro y desaparecen.
He
aquí la causa del drama de las vallas de Melilla, de las embarcaciones de
miseria a la deriva, de los sueños frustrados en medio del camino, de las vidas
acabadas en el desierto de Sahara o en el fondo del mar. Entre tanto, las
mafias siguen prosperando. Muchos de los integrantes de las mafias son europeos
con pasaporte válido. Por tanto se mueven entre Europa y África sin obstáculo y
son capaces de entregar a los seres humanos a la esclavitud o a la muerte sin
ningún remordimiento.
Autor: Gaetan Kabasha.
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