(Gaetan Kabasha)
The door of no return. Así se ve el letrero
colocado a la puerta que abre al mar en el castillo de los esclavos de Cape
Coast, la antigua capital de Ghana a unas tres horas de coche de la actual
capital Accra yendo hacía el oeste. Un lugar que debería golpear la conciencia
de la humanidad y recordarle que el hombre ha podido (y puede) hacer lo
inimaginable hacía su semejante.
El castillo es una fortificación sólidamente
construida, diseñada por alguien que debía albergar la perversión en su mente y
levantada por los daneses en el punto álgido de la esclavitud de los negros.
Tiene dos partes claramente distintas: la parte de arriba destinada a la
administración del funesto negocio con salas aireadas por las grandes ventanas
abiertas al mar y la parte de abajo dónde se hacinaban a los esclavos llevados
de todos los rincones de la zona para ser embarcados hacía las Américas.
El castillo y sus defensas
Cuando uno entra en esta parte de abajo,
tiene la sensación de adentrarse a lo que se aproximaría al infierno si no lo
es ya. Son agujeros de la maldad o agujeros negros en la historia de la
humanidad. Lugares de deshumanización y de humillación. Lugares de ensañamiento
sobre los seres indefensos arrancados de sus pueblos, separados de los suyos y
llevados como bestias salvajes a lugares desconocidos. En estos lugares exiguos
sin aire ni luz, los hombres estaban separados de las mujeres para volver a
encontrarse en el barco, encadenados, desfigurados y sobre todo deshumanizados.
La esclavitud es un fenómeno humano universal
observado en todas las etapas de la historia del hombre y practicado en todos
los lugares. Pero, con el descubrimiento de América y los avances tecnológicos,
el fenómeno tomó las dimensiones faraónicas con una decisión sin precedente de
esclavizar a los negros considerados como máquinas de trabajo en las
plantaciones de las nuevas tierras de América. Aquel ejercicio de lúgubre memoria
se llamó “comercio triangular”. Los europeos traían objetos manufacturados
(tela, espejos, fusiles...) a los reyes y potentados africanos a cambio de
esclavos. Estos últimos emprendían guerras tribales sangrientas para capturar
cada vez más esclavos, negros como ellos, para venderlos. En América, los
negros esclavizados trabajaban gratuitamente, bajo palos, para enriquecer
Europa. El triangulo se cerraba con una Europa enriquecida, una África
ensangrentada y una América rentabilizada.
Un negocio redondo con seres humanos por medio. Se cree que desde el
siglo 15 hasta la abolición oficial de la esclavitud (1807), se llevaron a
América a más de 12 millones de negros. Al mismo tiempo, los árabes hacían el
mismo negocio en las costas este del continente aunque en otras proporciones.
El diseñador de la fortificación en cuestión
no había previsto lugares para la ducha o los servicios. Los esclavos vivían
días y a veces, meses en esos agujeros negros en medio de sus desechos. Algunos
de ellos con heridas de guerra se pudrían en medio de los dolores sin que nadie
les hiciera caso. El guía de este itinerario de los horrores explica como el
suelo está cubierto de la sangre, los vómitos, los excrementos etc. Esto da a
entender que los seres allí hacinados, a pesar de tener forma humana, parecían
bestias desdeñables ante sus dueños.
Para las chicas, el sufrimiento era doble.
Algunas de ellas eran seleccionadas para satisfacer las necesidades sexuales de
los esclavistas. Las que se resistían estaban encarceladas en un agujero aparte
que apenas puede contener una persona adulta. Todo dependía del querer del
responsable de la caravana.
el agujero para los hombres
La cárcel par las chicas resistentes
A la hora del cargamento en los enormes
barcos, los esclavos estaban sacados de sus agujeros para ser seleccionados.
Solamente se cargaban a los que tenían aspecto físico capaz de soportar el
viaje desde las costas africanas hasta las costas americanas en unas
condiciones deplorables. Estos estaban entonces alineados uno al lado del otro,
encadenados y con poca posibilidad de moverse. Los demás, azotados por las
enfermedades, el cansancio, la desesperación, las torturas morían antes de
llegar al barco para el viaje definitivo. El que cruzaba la puerta marcada “the
door of no return”, no volvían a ver a África jamás.
El castillo de Cape Coast sigue en pie como
lugar de visitas, de estudio y también como museo. Sigue como lugar que nos
recuerda cada día que el ser humano es capaz de las peores atrocidades hacía
sus semejantes. Desgraciadamente, la esclavitud sigue existiendo bajo diversas
formas en este mundo dónde la codicia es capaz de hacernos olvidar que todos
somos miembros de una misma humanidad.
Cierto y lamentable. Por ello ahora Europa no puede contemplar las inmigraciones en pateras en el Mediterráneo como algo que sucede de manera espontanea y sin que ella tenga nada que ver. Europa es la principal responsable de la situación en la que se encuentran las poblaciones de este continente al que se le ha explotado no solo en sus productos y riquezas sino también a sus propios habitantes mediante la esclavitud como se indica en el artículo. Por ello, por ser en gran parte responsable de la situación actual, y por razones humanitarias Europa no puede desentenderse de la tragedia del Mediterráneo, que se ha convertido en el primer cementerio "para vivos" de la historia de la humanidad. No resulta cristiano, ni éticamente admisible criticar las acciones de los barcos de las ONG cuando actúan para salvar vidas humanas ante la indiferencia y no actuación de los países europeos. Las vidas humanas están por encima de que puedan o no decir las leyes. ¿Hay que actuar!
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