La sabiduría de un dirigente consiste en saber leer los signos de los tiempos y hacer lo que se ajusta al bien de su pueblo. Desgraciadamente, da la impresión de que cuando uno llega a la cumbre de la gloria, le cuesta mirar con objetividad lo que ocurre a su alrededor. En la mayoría de casos, sus asesores le tapan los ojos haciéndole creer que las cosas van bien y que el pueblo le ama. Muy pocos dirigentes se atreven a ver las cosas como son y a leer las aspiraciones reales de su pueblo. Cuando no hay barreras de contensión fuertes ni estructuras sólidas para impedir la deriva, el dirigente ciego lleva al país a la catástrofe convencido de estar haciendo el bien. Hace exactamente un año, el presidente de Burkina Faso, Blaise Compaoré, convencido de ser el elegido de Dios para la vida de su pueblo, quiso combiar la Constitución y así permanecer en el poder ad eternam. Muchas voces se levantaron contra este proyecto. Algunos de sus amigos le desaconsejaron el intento e incluso, sus propios amigos de partido le abandonaron. Los signos de los tiempos estuvieron allí de manera clara. Nadie quería la continuidad del regimen. Compaoré no quiso leer los signos ni quiso oír los consejos de sus propios amigos. Prefirió seguir su instinto y los consejos de aquellos que siempre dicen lo que uno quiere escuchar. Lo que pasó después fue una revuelta popular que le hizo salir de la gloria por la puerta de atrás. Si Compaoré hubiera sabido interpretar los signos, habría preparado a alguien de su partido y apoyándole en las elecciones, estaría ahora disfrutando de una jubilación mucho más agradable. En vez de eso, está viviendo un amargo exilio en Costa de Marfil. Últimamente, la República Democrática del Congo está viviendo los mismos signos. Se suele decir que la historia nunca se repite, pero a veces uno tiene la impresión de que la rueda del tiempo gira para todos y muchas veces en las mismas circunstancias, se repiten los mismos hechos. Hace poco siete partidos aliados al presidente Kabila selieron de su círculo alegando que éste está queriendo hacer un juego suicida. Querían decir con esto que no merece la pena tocar la Constitución y prolongar el mandato para que el presidente Kabila siga en el poder. La Constitución congoleña otorga solamente dos mandatos al presidente. Ahora bien, Kabila lleva dos mandatos y según la carta magna, tiene que organizar las elecciones en 2016 sin presentarse. Si lo hace, saldrá por la puerta grande y será recordado como alguien que ha llevado el país a la democracia. Directamente después, Kabila hizo un cambio de gobierno echando a todos los contestatarios. Cómo si fuera poco, unos días después, el gobernador de Katanga, uno de los hombres más populares de Congo, Moïse Katumbi, declaró haber abandonado el partido del presidente y directamente después dimitía de sus funciones oficiales. También él dice estar en contra de los juegos que pretenden tocar la Constitución. Para alguien que tiene los ojos abiertos, estos son signos de los tiempos que no engañan. San Agustín decía que "Dios siempre habla claramente pero no sabemos escuchar con claridad". ¿Por qué algunos dirigentes llegan a un momento en el que parecen ciegos y sordos? ¿Será verdad que el poder nubla la razón? De momento, no sabemos lo que pasará en el Congo pero si las cosas no pasan por el buen camino, el gigante africano puede despertarse y cuando el gigante se levanta, hay que preparse a oír los ruidos de sus pasos.
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