(Gaetan Kabasha)
Me cuesta reconocer que los africanos están abusados con el tema de las elecciones. Sin embargo, la verdad es tan clara como el agua. Es muy frecuente ver en varios países colas impresionantes de gente de todo tipo desafiando el calor, la lluvia y el cansancio para ir a depositar su sobre en una urna a veces en un ambiente festivo cantando himnos a la democracia o a cualquier otra cosa que no tiene traducción en su lengua local. No es imposible ver a algún opositor vapuleado o linchado por las masas fanatizadas a favor del presidente de turno.
Hace unos años me encontraba en la República Centroafricana cuando se organizaron elecciones para validar o rechazar la nueva constitución que permitía al presidente Bozizé representarse a las elecciones. Habían dicho al pueblo que se trataba del Referendum. En algún momento del día, se me ocurrió acercarme a los que acababan de votar y les pregunté que significaba el "Referendum". La mayoría de los entrevistados o todos me contestaron que significaba votar para que el presidente les construyera una seria de infraestructuras de desarrollo. Es que en la campaña previa a las elecciones, solamente habían llegado al rincón en cuestión los representantes del presidente y habían explicado al pueblo que fueran a votar "si" porque en caso contrario el presidente les olvidaría por completo. Así van las cosas. La nueva constitución salió votada por una mayoría abrumadora. Nadie había leído el texto ni sabía lo que decía.
En estos días estamos asistiendo a unas elecciones presidenciales y legislativas en varios países de África dónde se sabe de antemano quien saldría ganando ya sea porque todo está amañado previamente, ya sea porque la oposición está completamente fagocitada, ya sea porque la oposición ha decidido retirarse de una mascarada intolerable. Es un hecho que hace mucho pensar. ¿Cómo es posible que queramos el desarrollo sin aceptar los mecanismos que llevan a ello? ¿Cómo es posible que personas cultas se conviertan en fanáticos del poder dictatorial llegando a abusar de la inocencia del pueblo sencillo? ¿Por qué nos empeñamos en seguir aplicando los mecanismos en los que no creemos?
Hace unos años, Axelle Kabou, de nacionalidad camerunesa publicó un libro llamativo titulado "Et si l'Afrique refusait le développement?" (¿Y sí África rechazara el desarrollo?). En este libro, la autora repasa la situación en muchos países y las actitudes anti-desarrollo observables en todos ellos tanto de parte de los dirigentes como de la población. Al final plantea esta pregunta que es al mismo tiempo un llamamiento a revisar las recetas traídas de Occidente e insertadas en las culturas africanas sin tener tiempo de adaptarlas, integrarlas o modificarlas. Una de estas recetas es la democracia que se materializa en las urnas. En el fondo, la pregunta de Kabou apunta a una crisis de identidad generalizada en África que nos incapacita para reactivar nuestras propias energías y reinventar nuestros propios mecanismos.
La democracia es un concepto universal que hay que traducir en las realidades locales. Todos los principios universales se piensan universalmente y se aplican localmente. Es absurdo hacer un "copiar-pegar" desde una realidad occidental concreta a un realidad africana también concreta. Más concretamente, se sabe que la democracia electoral supone ciertos requisitos previos: la voluntad de construir las estructuras por encima de las personas, la comunicación, la educación, la libertad de expresión, la prensa libre, la capacidad de aceptar las ideas contrarias, el debate, la neutralidad de las instituciones garantes del resultado etc. Cuando estos elementos no están todavía en un país, se puede organizar las elecciones pero no se puede hablar de democracia. He aquí lo que llamo el ridículo electoral.
(para colaborar con África www.audesarrollo.es)
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