miércoles, 19 de agosto de 2015

La desesperación de un pueblo



(artículo publicado en el blog de El País - Africa no es un país)


La crisis que vive la República Centroafricana estalló con la ofensiva de los Seleka, mayoritariamente musulmanes, que tomaron el poder el 24 de marzo de 2013. Luego se agudizó con la contra-ofensiva iniciada el 5 de diciembre de 2013, por los Antibalaka, mayoritariamente campesinos, con una ideología esencialmente antimusulmana. Pero en realidad, el país llevaba arrastrando la crisis social, política y económica desde mucho tiempo atrás con los sucesivos golpes de Estado y la corrupción muy enquistada en todos los niveles de la administración del Estado.

Desde la independencia en 1960, Centroáfrica nunca tuvo más de 10 años de tranquilidad y progreso. Cada vez que llega un presidente, el pueblo lo acoge con alivio pensando en el desarrollo pero poco después, el mismo pueblo se desencanta por el recién llagado. Todos los que llegan aplican los mismos métodos y acaban de la misma manera. Se diría que la historia no enseña nada a los dirigentes de este país y el fatalismo se impone entre la población.


Cuando en 1994 se hicieron elecciones democráticas por primera vez, el pueblo eligió a Ange Felix Patassé. Éste había prometido maravillas en su campaña que luego se revelaron incumplidas, producto de un mero populismo. En cuanto llegó al poder, se convirtió en un demagogo sin ningún programa serio para el despegue del país. Se enfrentó a varios golpes de Estado y al final, fue expulsado del país en 2003 por el general François Bozizé.

La llegada de Bozizé fue acogida como agua de mayo. Todos pensaban que las cosas iban a mejorar. Desgraciadamente, muy pronto se convirtió en un déspota nepotista. Colocó a todos sus familiares en los puestos importantes del país sin tener en cuenta ni de la competencia ni del equilibrio étnico nacional. Hizo callar todas las voces de la oposición. El país parecía una finca privada de su familia.

Los Seleka invadieron el país desde el nordeste y llegaron a la capital a causa del autismo del general Bozizé, quien no supo ni contentar al pueblo, ni organizar su ejército, ni llevar a cabo serias negociaciones, ni escuchar a la oposición interior. La situación era tal que se necesitaba un cambio en la magistratura suprema. Desgraciadamente, los Seleka no fueron una buena alternativa. Llegaron saqueando y violando los derechos humanos. La crisis que ya estaba vigente estalló como un volcán llevando consigo todo a su paso. No existe un solo pueblo de todo ese inmenso país que no haya sufrido las consecuencias del fenómeno Seleka.

Circulando desde la capital Bangui hasta el extremo este, uno se da cuenta del estrago al que ha sido sometida la población. Los pequeños pueblos que vivían tranquilamente a lo largo de la carretera que va de Bangui a Bangassou fueron quemados y desaparecieron. Algunos de sus habitantes se desplazaron a las ciudades, otros decidieron instalarse definitivamente en la selva cerca de sus huertos. Pero allí, están alejados de las escuelas y hospitales. Las consecuencias son incalculables. De manera muy regular, encuentras controles de los milicianos que viven extorsionando a los pasajeros. Cada viajero que pasa tiene que entregar dinero para seguir su camino. Los coches pagan según su tamaño, los pequeños poco, los camiones mucho. Dicen esos milicianos armados que la barrera del control es su modo de vivir. Este tipo de hechos se repite igual en todas las carreteras del país tanto en la parte controlada por los Seleka como en la que controlan los Antibalaka.

La administración estatal se desestructuró en todas las ciudades. Todos los funcionarios huyeron a la capital que tampoco estaba a salvo. En la actualidad, se intenta instalar nuevamente a los dirigentes en las provincias pero la pérdida de la autoridad es tal que no consiguen reconducir las cosas. En algunos sitios, los nuevos funcionarios son abucheados sin poder defenderse por falta de las fuerzas de seguridad.

Cuando hablas con los centroafricanos, tanto los intelectuales como la gente sencilla te dicen que el desgarro mental es tal que se necesitaría un dictador fuerte e implacable capaz de poner orden sin miramientos. Cuando les dices que desean una cosa inaceptable, que los demás en África están rehusando, te contestan que Centroáfrica está en una situación que merece una solución especial. Muchos añoran, incluso, los años del emperador Bokassa.

El pueblo parece a alguien que, llegado a la orilla del río, no encuentra un puente y se entrega a cualquier barco sin analizar las garantías de éste. La crisis ha llegado a un punto tal que lo único que importa ahora es la supervivencia como país.




En la actualidad, más de 50 personas se han manifestado como candidatos a la presidencia del país. Las elecciones generales tendrán lugar en noviembre aunque nadie cree realmente que se den las condiciones para ese gran evento. Pero lo que desconcierta es que muchos en la calle te dicen que no saben a quién votar. “Todos son iguales de oportunistas. Quieren llegar a la cumbre para llenarse los bolsillos sin hacer nada” dicen.

En todos los sitios están fijados los carteles invitando a la población a inscribirse en las listas electorales pero, aparentemente, la respuesta es escasa. El desencanto es descomunal. Lo único que interesa ahora es el día a día. Hay quienes creen que las elecciones son una exigencia de la Comunidad Internacional, que las quiere imponerse sin tener en cuenta de la realidad sobre el terreno.

El grito es desgarrador, atroz y lleno de desesperanza. “Nos vendría mejor un dictador para poner orden aunque sea matándonos”. Ésta es la frase recurrente pronunciada por boca de muchos centroafricanos que no saben cómo salir adecuadamente de la desbandada generalizada causada por la crisis actual. Todos o casi todos, incluyendo a los intelectuales están convencidos que la democracia no resolverá nada, ni saben a quién elegir en las próximas elecciones generales.

La comunidad internacional, la Unión Africana, los líderes locales, la sociedad civil y los intelectuales, no pueden permitirse que el pueblo centroafricano caiga en el fatalismo. La democracia siempre es esperanza y no hay solución fuera de ella, pero el voto hay que ejercerlo con responsabilidad y el control al gobierno que salga de las urnas ha de ser eficaz. Por ello, entre las ayudas necesarias se han de incluir aquellas que contribuyan al desarrollo del normal funcionamiento institucional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario