sábado, 7 de noviembre de 2020

El mal ejemplo de una superpotencia

 (Dr Gaetan)

Cuando un país se erige en una superpotencia mundial, tiene que asumir una serie de responsabilidades tanto dentro como fuera de sus fronteras.  No es lo mismo ser un país con poca proyección mundial que ser una potencia de la que convergen todas las miradas y cuyas acciones tienen consecuencias en todos los continentes. Prueba de ello es lo que estamos presenciando últimamente con las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América. El mundo entero está suspendido al conteo diario de los resultados como si el que fuera a ser elegido se convirtiera en el presidente del mundo. De hecho las elecciones americanas han ocultado por completo los desastres electorales de Guinea Conakry y de Costa de Marfil. Tan es así que cualquier palabra descabellada o cualquier acción desubicada de parte del presidente americano puede ser dañina en lugares insospechados lejos de su país.

Los EEUU son una democracia desde 1835. Costaría entender que después de tantos años no se haya desarrollado un sistema serio y eficaz, blindado contra toda posibilidad de fraude. Si es así, ¿cómo es que el presidente Trump acusa a la parte contrincante de organizar un pucherazo? Es todavía más difícil entender la postura de Trump cuando generalmente, en los países dónde hay fraude electoral, la culpa es del que gobierna y no del que aspira a gobernar. No es por primera vez que Trump recurre a esta estrategia. Ya en 2016 acusaba a los Demócratas de amañar los votos en contra de su elección. Y si el sistema es tan vulnerable y conocido desde siempre ¿por qué no intentó reformarlo o reforzarlo o sencillamente cambiarlo durante sus cuatro años de mandato?

El problema que suscitan estas declaraciones es que dan alas a los dictadores del mundo entero que encuentran una cierta justificación a sus métodos. De pronto te dicen que también en Estados Unidos que se declaran heraldos de la democracia, hay dudas en los resultados electorales; que también allí se cuentan votos durante días o semanas sin que se conociera al vencedor. Cuesta entender que los americanos no hayan encontrado un método más moderno con toda la tecnología a su alcance para que los resultados sean conocidos el mismo día como en el resto de países avanzados.

Últimamente, la actitud de Estados Unidos ha sido a veces muy irresponsable como superpotencia cuando tomaron decisiones solamente como país. Por ejemplo, al retirarse del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Los países que suelen estropear los derechos de sus ciudadanos encontraron una justificación a sus fechorías. La presencia de una potencia como América en un organismo le da fuerza y contundencia con respecto al resto del mundo. Cuando se retira, el organismo queda como una carcasa hueca sin peso real. Es de pensar que si los EEUU estuvieran en los acuerdos del Tribunal Penal Internacional, más de uno tomaría sus precauciones antes de organizar los crímenes contra la humanidad.

Hemos de valorar positivamente el mandato de Trump en la medida en que fue el único presidente que, en los últimos años, no invadió ningún país extranjero ni envió tropas a desequilibrar el mundo. Pero su retirada de los Organismos Internacionales contribuyó a debilitarlos. Esperemos que el nuevo presidente sepa volver a la escena internacional que le corresponde sin necesariamente abusar de su poderío. 

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