Cada vez que paso por el aeropuerto de
Venecia, un agente de seguridad en civil me para justo antes de la salida. Me selecciona en medio de todos los
pasajeros, me lleva al lado y me interroga. Esto no pasó solamente este fin de
semana. Llevo tiempo experimentando lo mismo ya que paso por este aeropuerto
dos veces al año.
La primera vez que me paró el agente, pensé
que lo había hecho por casualidad. Imaginaba que tenía la costumbre de elegir a
alguien al azar para comprobar los documentos o cualquier otra cosa relacionada
con la seguridad. Primero me pidió mi pasaporte, luego mi tarjeta de residencia
de España, después me preguntó si era por primera vez que iba a Italia etc.
Pasé la prueba y me fui.
La segunda vez pasó lo mismo. También lo tomé
con naturalidad. Debo decir que no soy de los que ven la xenofobia por todas
partes. Si no es algo demasiado exagerado, no me doy cuenta o no le doy demasiada
importancia. De hecho, cuando mis amigos me preguntan si he tenido experiencia
de rechazo en España, suelo decir con toda sinceridad que no me acuerdo.
Además, sabiendo que casi todos, de alguna manera, tenemos una tendencia
incipiente e inconsciente al prejuicio racial, me he acostumbrado a relativizar
todo. Por ejemplo, algunos me llaman “moreno”, otros “de color”y yo entiendo
que no se trata de racismo sino más bien de confusión a la hora de elegir el
mejor vocablo sobre los negros. Muchos incluso creen que estas expresiones
salen mejor que la de “negro” cuando por mi parte, esta última es más
auténtica.
La cosa se complica un poco más cuando el
desconocimiento de África aflora ciertos prejuicios arraigados, no
necesariamente por motivos de racismo o xenofobia sino sencillamente por pereza
intelectual o ignorancia. Muchas veces la gente olvida que África es un
continente de 55 países, con más de 2 mil culturas y habla de ella como si
fuera un solo país. O por haber visto un pequeño vídeo de publicidad de UNICEF
con un niño desnutrido, tienden a generalizar lo visto sobre todos los niños de
África. Son cosas sencillas pero que duelen mucho a nosotros los africanos
porque no se puede confundir lo concreto con lo general más cuando se trata de
personas humanas ni se puede tener un juicio cierto sobre un continente
partiendo de un caso.
Todos somos sensibles a pequeños detalles que
toquen algo de nuestra cultura, nuestro origen, nuestra lengua etc. Entre otras
cosas porque tendemos todos a pensar que lo nuestro es mejor que todo el resto,
que nuestra cultura es mejor que la de los vecinos, que nuestra conducta es
mejor que la de los demás. Es una constante en la humanidad que solamente unos
pocos consiguen superar.
A lo que voy: cuando el otro día el agente me
paró por cuarta vez, ya empecé a pensar que lo hacía, no por lo que podría ser
– cosa por otro lado normal con los tiempos que corren- sino por lo que soy.
Sino ¿cómo entender que en medio de tantos viajeros me seleccionan a mí siempre
para un chequeo especial? Son pequeñas cosas que levantan la sospecha de un
cierto racismo latente probablemente hecho por alguien que no se sospecha nunca
racista; un pecado inconsciente. ¿Cómo puedo dejar de pensarlo si cada vez
pierdo minutos contestando a ciertas preguntas cuando los demás pasajeros pasan
alegremente sin molestias?
Esta vez no fue una sencilla formalidad sino
un verdadero interrogatorio. El señor que me paró empezó pidiéndome el
pasaporte, luego me preguntó si era por primera vez que iba a Italia, si
hablaba el italiano, si alguien me esperaba fuera, cuántos días pensaba estar,
a qué pueblo me iba, qué trabajo hacía en España, qué llevaba en la maleta etc.
Y por colmo, me pidió un documento que acreditara que era sacerdote. Desde que
estoy en Europa - ya llevo unos cuántos años – fue por primera vez que la
policía me pedía el documento de sacerdote. Contesté a todo con tranquilidad.
Debo decir que llevo a mis espaldas cierta experiencia de viajes difíciles en
los lugares mucho más hostiles y agresivos. Al final, me dejó salir sin más
problemas.
Yo entiendo que el señor hace su trabajo. Lo
que no entiendo es que siempre la selección caiga sobre mí. Por eso me
pregunto: ¿tengo cara de terrorista?
Gaetan
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