Cuando uno pasea
prestando atención a su alrededor, descubre siempre cosas insólitas que le hacen reflexionar. El otro día, paseando por
la calle Gaztambide de Madrid con intención de entrar en la biblioteca “África.
Fundación Sur”, me fijé en el letrero indicador allí arriba dónde no podía
alcanzar con la mano a no ser con una escalera. Pude leer una cosa que me llamó
la atención y me creó algo de zozobra en mi interior. Sin embargo, tomándolo
con cierta filosofía, decidí sacar la foto y seguir reflexionando más adelante sobre
el tema.
Yo no sé si la gente que
hace pintadas racistas son conscientes del daño que se hacen a sí mismos o que
hacen a la humanidad. Sospecho que muchos, por ideología aprendida, desde su
ignorancia y su estrechez de espíritu, son autómatas ciegos, unos míseros de
espíritu con una mirada intelectual bastante corta. El hecho es que los ha
habido siempre y los habrá porque parte de la humanidad, a pesar del avance en
muchos ámbitos, sigue navegando en la oscuridad del egoísmo y del odio.
A lo que voy: en el
letrero que indica el lugar de la biblioteca, algún gracioso se dio la molestia
de subir con escalera porque no podía llegar allí arriba de otra manera y
delante de la palabra “África”, añadió la palabra “hongos” como para dar a
entender que África equivale a hongos.
Dice Achille Mbembe, un
eminente pensador camerunés, en su libro “La razón negra” que los africanos, en
contra de los siglos pasados, han dejado de interesar al mundo. Antes interesaban
por su fuerza física en el marco de la esclavitud. Así pues, África interesa en
cuánto tierra por sus riquezas mientras que los africanos no interesan ya a
nadie. Tan es así que para algunos (espero que pocos), los africanos se han
convertidos en unos elementos parasitarios, inútiles e incapaces, es decir unos
hongos.
Dice el diccionario de la
Real Academia Española que el hongo es un “ser vivo heterótrofo, carente de
clorofila, hojas y raíces, que se reproduce por esporas y vive parásito”. Está
todo dicho. El que puso esta palabra sobre el letrero pensaba seguramente en
muchos de esos elementos. Me atrevo a pensar que pensaba en los africanos que
llegan por Europa y que, según este tipo de mentalidades perversas, en lugar de
ser unos hermanos dentro de la humanidad, capaces de aportar algo a la sociedad,
son unos parásitos dañinos para el organismo. ¡Ojalá me equivoque!
El racismo no es una cosa
nueva. Tiene la misma edad que el ser humano sobre la tierra. Los hombres
tienden a dividirse en superiores y inferiores, buenos y malos, civilizados e ahistóricos
etc. En el principio del siglo 19, Joseph Arthur Gobineau, un diplomático y
escritor francés, considerado como el pionero del racismo moderno, llegó a
hablar en su división de razas de civilizados del norte, bárbaros del este y
salvajes del sur. En su empeño para demostrar la superioridad de la raza aria,
construyó una teoría según la cual la humanidad estaba escalonada como a una
pirámide cuya cúspide ocupaban los civilizados blancos y la base, los negros
perdidos en las selvas. Poco antes, el filósofo alemán, Hegel, había decretado,
sin haber pisado nunca África, que ese continente representaba la manta oscura
de la historia con unos pueblos salvajes sin lógica ni historia ni consciencia
de pertenecer al mundo. Las teorías de esos individuos estaban aclamadas en los
ámbitos de la intelectualidad de su época.
África fue sometida a la
esclavitud atroz durante siglos, vaciada de sus valientes jóvenes, humillada en
su alma misma, aniquilada en su dignidad. Luego, fue colonizada como unos seres
inferiores dignos de trabajos forzosos, lo que algunos empiezan a llamar tímidamente
“crimen contra la humanidad”. Hoy en día, siendo teóricamente independiente,
sigue siendo objeto del llamado neocolonialismo, es decir una colonización soterrada
bajo apariencia de cooperación.
Leyendo el letrero, me
dijo a mis adentros que no parece que hayamos avanzado mucho, siglos después. Pero,
en realidad ¿qué pasa en la cabeza de una persona que considera a otra como un
hongo en el siglo 21?
Ya sabemos que la
ideología como intento de movilizar una parte de la población con ideas pervertidas
y verdades parciales y tendenciales consigue utilizar la razón en lugar de
ponerse a su servicio. Cuando la razón sirve la ideología, todas las
justificaciones son posibles y todas las barbaridades también. La ideología es
capaz de enfrentar a muerte a dos personas que no se conocen en nada. Considera
que una parte de la realidad vive de la verdad y la otra en el error; que parte
de la humanidad merece vivir y la otra perecer. Todas las ideologías fraccionan
la realidad e intentan crear confrontación por medio del odio. .Puede ser que el que llama “hongos”
a los africanos no haya conocido personalmente a ningún africano ni haya
pisado África ni sepa nada consistente sobre este continente. Y sin embargo,
está dispuesto a considerar a otros seres humanos como animalitos
insignificantes dignos de ser pisoteados. He aquí la miseria del ser humano
convertida en un estandarte de la vida.
Como africano, sé que
este combate solamente se puede ganar desde África misma. Los africanos
alcanzarán el respeto cuando hayan hecho de su continente algo respetable. Se
puede y se debe hacer. Hago mío el discurso del presidente de Ghana, el señor
Nana Akufo Abdo con motivo de la visita del presidente francés, Emmanuel Macron
durante este mes de diciembre. El presidente ghanés viene a decir que la
dignidad de África depende de África misma. Si África se toma en serio con una
buena gobernanza, una conciencia de sus capacidades, de sus inmensas riquezas,
de su juventud viva, será ella que ayude al mundo. Yes we can!
Entonces, los desgraciados
racistas podrán pintar o escribir todo lo que quieran y sus gesticulaciones
serán vacías de contenido.
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