En noviembre de 2015, el terrorismo golpeó el hotel Radisson Blu de Bamako en Mali con un balance de 19 muertos. En enero de 2016, fue el hotel de Ouagadougou en Burki Faso que fue el blanco de los terroristas con un balance de 29 muertos. Ayer, 13 de marzo de 2016, el ataque fue dirigido al hotel Grand Bassam en Costa de Marfil con un balance de 18 muertos. Parece que los terroristas tienen un lista de hoteles que quieren golpear cada dos o tres meses.
En todos esos ataques, hay un hilo conductor. Unos dos o tres hombres armados entran y empiezan a disparar indiscriminadamente con el objetivo de hacer el gran número posible de víctimas. El segundo punto común es que atacan a los hoteles de lujo dónde suelen estar los ciudadanos europeos o africanos adinerados. El tercer punto es que esta vez los terroristas son de origen africano, es decir que no son árabes. El cuarto punto es que el grupo Al Murabitún del famoso terrorista internacional argelino Mochtar Bermochtar anunció acto seguido la autoría del ataque.
De esto podemos sacar bastantes conclusiones. Está claro que los terroristas golpean dónde pueden tener acceso, en África, en los países dónde son capaces de infiltrarse sin grandes dificultades. Igual que lo hacen en Kenya o en Túnez, aprovechan la debilidad de los servicios de seguridad africana para hacer sus fechorías. Si no lo hacen en Europa o en Estados Unidos, no es que no quieran, es que no pueden. Desde aquellos atentados del 11 de septiembre de 2002 sobre las torres gemelas de Nueva York, los Estados Unidos tomaron medidas de control drásticas y consiguieron alejar el fantasma del terrorismo de su territorio. Últimamente, desde que ha habido atentados en Paris, Francia tomó las medidas férreas y es de pensar que los terroristas no conseguirán organizar fácilmente los atentados. En España, no pasa un mes sin que la policía desarticulé una célula yihadista lista para hacer una matanza.
África sigue siendo el blanco fácil para esa gente. Las fuerzas de seguridad carecen de los medios y del profesionalismo de los que disponen las fuerzas occidentales . Además, estos ataques se dirigen a unos blancos difíciles de defender. Nadie puede imaginar una toma de rehenes o un atentado en un hotel. Y por último, para disparar como un loco en la masa, no se necesita mucha organización. Cualquier individuo motivado, con tal de disponer de una arma automática, lo puede hacer. Y si además el terrorista es un africano negro, es fácil infiltrarse en las grandes ciudades africanas sin levantar la sospecha.
Viendo la periodicidad de los atentados, podemos pensar que el terror sigue adelante. Los terroristas parecen determinados a ir de país en país sembrando terror con el objetivo de golpear a Europa sobre una tierra extranjera. Y de paso, matan también a los africanos, dañan la imagen del país, merman el turismo y acabarán aislando a África del resto del mundo. Estamos en una nueva era dónde la guerra se hace entre los enemigos que no se conocen ni se ven.
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