Suena algo raro. Pero explicado en detalle, uno entiende este título. No es que el Papa haya impuesto un presidente en algún país de África y menos en Centroáfrica, pero sí que gracias a él, Touadera es presidente.
A principios del mes de noviembre de 2015, Bangui era un polvorín, un nido de violentos sin alma, un sinfín de violencias irracionales en muchos barrios. Nadie se podía atrever a pronosticar que las elecciones que se estaban preparando con la presión de la Comunidad Internacional iban a tener lugar. Todo indicaba que era imposible llamar al pueblo sencillo a las urnas en un país colorado de sangre. Más allá de Bangui, era la oscuridad. El nordeste era un hormiguero de los radicales seleka que ya habían anunciado que no aceptaban a ningún político en sus territorios.
En esta situación, y contra todas las indicaciones de los servicios secretos de Francia, el Papa Francisco decidió viajar a aquel pobre país, pisar la tierra ensangrentada por el odio, tocar las manos de los inocentes sin defensa, hablar al corazón de los jóvenes sin horizonte, visitar a los desplazados que ya no tienen nada y sobre todo entrar en la mezquita central de Bangui. Nadie creía que esta visita iba a ser posible y sobre todo nadie pensaba que podía ser un desencadenante de la paz.
El Papa llegó a Bangui el día 29 de noviembre. Un día antes, las armas habían tronado en algunos barrios y se habían contado muchos muertos. Bromeando en el avión, el padre Francisco dijo que iba a ir a Bangui aunque fuera en paracaídas. El pueblo le esperaba como el agua de mayo, como última posibilidad de una reconciliación entre las diferentes comunidades.En aquel momento, los musulmanes estaban recluidos en su barrio del km5 y no se atrevían a circular en otros barrios. Los no musulmanes tampoco se atrevían a pisar el km5 de Bangui. Todo indicaba que la fractura entre las dos comunidades era irreversible. Pues, el Papa consiguió lo imposible.
El Papa visitó el barrio del km 5 y entró en la mezquita. Los musulmanes todos arreglados le recibieron como un mensajero de la paz. Hasta los radicales de Seleka llamaron a sus seguidores a acoger al papa como un hombre de Dios. Aquel día marcó un antes y un después. La gente salió de sus casas y rompió todas las barreras ideológicas. Los musulmanes salieron por primera vez en sus trincheras y fueron a visitar a sus conocidos no musulmanes. Los habitantes de Bangui se rompieron en abrazos celebrando lo que ellos llamaron "la fiesta del Papa".
Desde que el Papa visitó Centroáfrica, las armas se callaron. La gente entendió que hay un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz. La magia de Francisco funcionó. A partir de allí, se podía organizar las elecciones y así fue.
Faustin Archange Touadera, el que fuera primer ministro de Bozizé en la época de la llegada de Seleka salió magistralmente elegido siendo candidato independiente. ¿Quién podía pensarlo dos meses antes?
Touadera tiene mucho trabajo por delante. Encuentra un país literalmente deshecho, sin administración, sin ejército, sin justicia que funcione, sin infraestructuras, sin dinero; un país fracturado entre facciones rivales todavía armadas. El reto es grande.
Pero ante todo, yo le sugeriría, antes de empezar su tarea, visitar al Papa Francisco, no solamente para darle gracias sino también para pedirle el secreto de la magia por la paz.
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