Hace una decena de años, asistí a un espectáculo digno de ser llevado a la gran pantalla. Se trataba de la construcción de un estadio de fútbol en Bangui, la capital de la República Centroafricana por los chinos. ¿Por qué digo que era un espectáculo? Pues nada de lo que veía era habitual. Aquellos chinos que se parecían entre ellos habían traído de su país sus propios materiales, su cemento, sus palas y picos etc. La mayoría de los trabajadores desde los jefes hasta los capataces y la mano de obra eran chino. Era prácticamente imposible distinguir quién era quién esta obra. Todos, como un solo hombre trabajaban día y noche. Nadie sabía si eran los mismos desde la mañana hasta la otra mañana o si eran grupos distintos. En muy poco tiempo, finalizaron las obras y entregaron el estadio que posteriormente se bautizaría "estadio de las 20 mil plazas" al gobierno centroafricano. Este hecho me llamó mucho la atención en tres aspectos: la capacidad de trabajo de los chinos, el sistema que supone traer todo de China hasta la mano de obra y la relación de China con los gobiernos.
En estos días, se está celebrando una cumbre importante en China y el continente africano en Sudáfrica. En esta cumbre, China ha prometido una ayuda en forma de préstamo de 60 mil millones de euros sin o con intereses baratos a los países africanos para sus infraestructuras y la puesta en marcha de sus proyectos. Al finalizar su discurso, el presidente de China recibió un interminable aplauso de parte de los mandatarios africanos y el presidente de la Unión Africana, Robert Mugabe echando mano de su tradicional sentimiento anti-occidente dijo: "China está haciendo lo que nuestros colonizadores debían haber hecho desde mucho tiempo". China acaba entrar así triunfalmente en el continente africano, afianzándose como primer inversor sobre el continente y además con una calurosa bienvenida de los dirigentes africanos. La nueva guerra entre Occidente y China ha comenzado.
En realidad, China ya está en África desde mucho tiempo. Su táctica para entrar fue muy sutil y bastante atractivo. Ofrece infraestructuras que ejecuta en un tiempo récord, ofrece préstamos baratos y sin largas negociaciones y sobre todo se abstiene de entrometerse en las políticas internas de los países africanos. Esto hace que nadie se da cuenta de su discreta entrada en la casa africana y nadie se hace preguntas sobre su agenda secreta.
En muchos países, ya ha construido los estadios de fútbol, los hospitales, las carreteras. Hace poco ofreció a la Unión Africana un extraordinario edificio de 20 pisos como signo de amistad y en la actualidad, tiene a más de un millón de chinos en el continente y más de 200 mil millones de euros de inversión al año. Sus bancos acaban de firmar un contrato para financiar el ferrocarril de la Comunidad del África del Este (EAC) que cruzará Kenya, Uganda, Rwanda. Son gestos que dan a China una aventaja en el futuro mercado africano sobre Occidente.
Evidentemente, los analistas avisan que China no va como buen samaritano. Se está instalando por intereses económicos buscando los recursos naturales y sobre todo su política no suele crear empleo de los propios africanos. También los hay quienes critican la calidad de las infraestructuras que construye.
En todo caso, si Occidente no cambia la prisma en la que mira África y no actualiza su sistema que roza el neocolonialismo, China le arrebatará el mercado y muy pronto.
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