jueves, 6 de junio de 2019

Sudán: El pueblo frente al ejército

Lo que está pasando en Sudán puede parecer novedoso pero no lo es. Ya ha pasado en otros países dónde el pueblo, con sus manos vacías y una fuerte determinación, consiguió deshacerse de una dictadura armada y represora. Ya pasó en Túnez y Egipto en lo que se llamó la primavera árabe; luego en Burkina Faso contra el presidente Blaise Compaoré y últimamente en Argelia.
Las noticias que llegan de Sudán no son alentadoras. El ejército está masacrando al pueblo que está supuesto proteger. Es una verdadera contradicción pero no es ni mucho menos excepcional en África dónde los ejércitos suelen confundir al jefe de Estado con el Estado mismo. 
La crisis de Sudán estalló de manera irreversible en diciembre de 2019. Todo partió de un problema de pan. Así de sencillo. Quien dice pan, dice comida. Sin comida, el ser humano está dispuesto a arriesgarlo todo incluido la muerte. Es un problema de supervivencia. Si entonces, el detonante fue el pan, hay que entender que el país llevaba mucho tiempo arrastrando una crisis económica de mucho calado que se añadía a un agotamiento del sistema político en fases de podredumbre.
Omar el Bechir se hizo con el poder en 1989. Instaló un sistema dictatorial fuerte dónde todo giraba en torno a su persona y a sus servicios secretos. En los años 2003, empezó una crisis de gran envergadura en la región del Darfúr llevando por delante a miles de personas. Este conflicto que oponía a diferentes tribus fue alentado desde la capital Jartúm por las milicias llamadas Ndjandjawids. La condena internacional consiguió que el presidente Bechir fuera imputado por el Tribunal Penal Internacional de la Haya. A día de hoy, el mandato internacional de llevarlo a juicio no ha sido ejecutado.
Como todo en este mundo caduca, el poder de Bechir no iba a ser una excepción. En diciembre de 2019, empezó una protesta popular a raíz del precio del pan que había triplicado. En el inicio, nadie podía prever el alcance del enfado y del cansancio del pueblo con respecto a un poder agonizante. La protesta de expandió por todo el país como una mancha de aceite. Las medidas policiales no dieron ningún fruto. En febrero, después de fracasar con las promesas de reforma, el presidente decretó un estado de sitio en todo el país. La crisis se agudizó más.
En abril de 2019, el pueblo harto hasta la saciedad se movilizó masivamente en la capital Jartúm con el propósito de derrocar el régimen. Pidió la ayuda del ejército. 
La caída de Bechir se asemejó a la caída de un elefante con los pies de arcilla. El ejército le depuso sin que pudiera oponer resistencia. Sus servicios secretos y sus milicianos no le pudieron proteger. Nada resiste a un pueblo determinado. En su casa, encontraron una cantidad impresionante de dinero que utilizaba para corromperse y corromper al mundo. El 11 de abril de 2019 será marcado en la historia como un día de júbilo para todo el pueblo sudanés y de esperanza para todos los africanos que creen en la fuerza de un pueblo oprimido. 
Sin embargo, el ejército empezó las maniobras para robarle el poder al pueblo. Un militar, el general Awad Ahmed Benawf se hizo con el Consejo Nacional de Transición. Las negociaciones para transferir el poder a una autoridad civil llevaron a un callejón sin salida. Entre tanto, el pueblo seguía sitiando la capital reclamando el fin total del régimen dictatorial.

El 3 de junio de 2019, la cúpula militar ordenó la matanza por medio de los milicianos que tienen estructuras paralelas al ejército nacional. Dispararon en la muchedumbre con el propósito de desmantelar las manifestaciones hasta allí pacíficas. La matanza se salvó con más de cien muertos. Todos los acuerdos alcanzados con los manifestantes fueron disueltos por los militares. 
Es muy difícil esperar una respuesta de la Comunidad Internacional dividida por intereses económicos y estratégicos. La ONU no consigue sacar delante una condena de la matanza por la oposición férrea de Rusia y China. La Unión Africana, titubeante en el principio, acaba de expulsar a Sudán de sus filas.Egipto y Arabia Saudí no parecen interesados en un cambio de algún tipo. Así va el mundo. Los intereses siempre van por delante de los derechos humanos.
¿Hasta dónde llegará la crisis? 
                                                           Gaétan

No hay comentarios:

Publicar un comentario