Autor: Gaetan Kabasha
(Este artículo ha sido publicado en la revista Misión Bangassou nº9)
Cuando el Papa
Francisco pasó por Bangui a finales de noviembre
de 2015, todo pareció arreglarse como
por encanto. Los barrios que
hasta entonces habían sido enemigos empezaron a comunicarse, los grupos armados rebajaron la tensión y por fin los
centroafricanos empezaron a creer que la paz estaba cerca. Días antes de su
llegada, los tiros eran constantes en los distintos barrios de Bangui y las
provincias estaban bajo el control férreo de las bandas armadas. De repente, todo se calmó. Aprovechando los efectos de la visita del
Papa, se pudieron organizar los distintos comicios: el referéndum de la Constitución, las elecciones
presidenciales y las legislativas
en todos los rincones del país, incluso
en los lugares ocupados por los señores de la guerra. Todo se sucedió con una
calma impensable pocos meses antes. Esta cadena de hechos sorprendió gratamente el mundo. El Papa
Francisco había obrado un milagro.
Desgraciadamente,
el legado de esta visita no fue aprovechado de forma sostenible. El nuevo gobierno salido de las urnas no supo o no pudo aportar soluciones duraderas
a una crisis que no había terminado,
sino que simplemente se había quedado en estado latente. Los que
pensaron que las elecciones pondrían fin a la tragedia centroafricana se
equivocaron. Hoy asistimos a un resurgir
de la violencia que amenaza con arrasar todo el país. En la actualidad, más de
la mitad de su superficie está
fuera del control del Estado, los
muertos se cuentan por centenares, miles de ciudadanos han engrosado las filas de los refugiados y de los desplazados internos,
y cada vez que hay enfrentamientos miles de casas son incendiadas. El
hambre y las enfermedades acechan. La ayuda humanitaria no llega a todos por
diversos motivos y las autoridades
parecen completamente paralizadas ante la situación. Salvo la capital, Bangui, dónde la situación está bajo
control, el resto del país arde
de nuevo y todo lo conseguido se desmorona. ¿Cómo entender esta nueva crisis?
Cuatro son las principales causas, más allá
del hecho de que la sociedad centroafricana está socavada desde los cimientos y
se tambalea por cualquier golpe de viento: La retirada de las tropas francesas,
la retirada de las tropas ugandeses, la división de Seleka y la falta de
propuestas de parte del gobierno.
El padre Alain Zembi entierra en una fosa común a los caídos en los enfrentamientos en Zemio.
1. La retirada de las tropas francesas.
Para entender
mejor el papel de Francia en la crisis centroafricana, es importante retroceder
un poco hasta 2013. En marzo de este año, la coalición musulmana (Seleka),
religión minoritaria en el país, toma el poder en Bangui echando al presidente
Bozizé. El país se sumerge en el caos al no poder la Seleka controlar a sus
elementos. Los pillajes se extienden por todo el país, las violaciones son
masivas, los muertos se cuentan por centenares. Como reacción a estos abusos, en los pueblos del Nordeste, aparece
el fenómeno de las milicias antibaka:
jóvenes que se alzan en contra de Seleka para proteger a sus pueblos. Pero en poco tiempo, su legítima lucha
se convierte en una limpieza religiosa a confundir a todo musulmán con las
Seleka. Cuando llegan a la capital, el mundo entero se estremece temiendo un
genocidio en toda regla. Entonces, en diciembre de 2013, Francia -con autorización del Consejo de Seguridad de
la ONU- decide enviar sus tropas en una operación llamada Sangaris. La
presencia francesa consiguió no solamente impedir un baño de sangre en la
capital sino también, con el apoyo de los presidentes regionales, empujar al
autoproclamado presidente Seleka, Michel Djotojia, a la dimisión. Los Seleka,
viéndose sin cabeza y sin apoyos populares, decidieron retirarse al nordeste
del país.
Entre tanto,
también gracias a la presión de Francia, la ONU decidió enviar tropas (unos
12.000 hombres) en una misión de
mantenimiento de la paz conocida como MINUSCA, que en septiembre de 2014 tomó el relevo de una misión multinacional
previa bajo bandera de la Unión Africana (la MISCA). Gracias a la
Sangaris y la MINUSCA, y sobre todo gracias a la visita del Papa Francisco, el
pueblo pudo celebrar las elecciones en
todo el territorio y se puso en marcha
un proceso de puesta en marcha de instituciones legítimas.
La presencia de
las tropas francesas eran consideradas, por su equipamiento y su
profesionalidad, un cortafuego contra las bandas armadas. Los antibalaka del
oeste del país consiguieron hacerse representar en la Asamblea de los diputados
y abandonaron casi la lucha aunque sin comprometerse
a un desarme efectivo. Los Seleka se quedaron arrinconados en sus zonas,
controlando las minas de oro y diamantes, pero sin posibilidad de extender su
territorio. De hecho, cuando quisieron realizar
algún avance para extender su territorio se encontraron con un fuego
superior francés que les hizo retroceder.
Se puede decir
que la guerra estuvo parada durante un tiempo, no porque los beligerantes
quisieron, sino porque tenían enfrente un muro infranqueable. Pero, Francia por
algún motivo decidió retirarse y dejar solamente un presencia simbólica de
apoyo a la MINUSCA. En enero de 2017, se hizo efectivo el fin oficial de
Sangaris.
La retirada de
Francia dejó vía libre a los señores de guerra y a todos los malintencionados
que aprovecharon la debilidad de la MINUSCA y la ausencia del Estado para
volver a sembrar el terror. Ya nadie podía pararlos.
2. La retirada de Uganda.
La presencia
ugandesa en el este de la República Centroafricana viene del año 2009, durante los años del presidente Bozizé, que autorizó
a Uganda a enviar sus tropas para luchar contra el señor de la guerra
ugandés, Joseph Kony, líder del LRA, que
desde el año anterior pasó desde Sudán del Sur y el Noreste de la República
Democrática del Congo a extender sus acciones de terror al Este de Centroáfrica. Bozizé
no tenía un ejército capaz de perseguir a Kony, y encontró un alivio al llegar a un acuerdo con
Uganda. Posteriormente, desde finales de 2012, las tropas ugandesas -instaladas
en su cuartel general en Obo- pasaron a luchar bajo bandera de la Unión
Africana, en teoría junto con soldados del Congo, Sur Sudán y Centroáfrica,
aunque en realidad la colaboración de las tropas de estos tres países se quedó
casi siempre en papel y nunca fue efectiva. .
Durante varios
años, entre 3.000 y 1.200 soldados
ugandeses controlaron la parte Este
de Centroáfrica. Cuando la Seleka llegó
a los límites de la prefectura de haut Mbomou, en abril de 2013, los
ugandeses les impidieron instalarse en las ciudades que entraban en su rayo de
acción. Su presencia era como un pararrayo contra las acciones desestabilizadoras
de los grupos armados. De hecho, desde
ese año y hasta mayo-junio de 2017 en esa parte del país se vivió una calma
relativa al no haber ni Selekas ni antibalakas. Además, en Obo se instaló también un grupo de entre 100 y 200 militares de las fuerzas especiales estadounidenses, con
la misión de apoyar en la búsqueda y captura de Joseph Kony. Su presencia fue
también muy persuasiva. Pero con la
llegada al poder de Domald trump, pasó poco tiempo hasta que Estados
Unidos decidiera retirar su
contingente al considerar que no estaba
justificado gastar millones de dólares en una misión militar que operaba en una
zona donde sus intereses no estaban amenazados. Por las mismas fechas, entre marzo y mayo de 2017, Uganda también
retiró sus tropas dejando así toda la zona este del país completamente
desprotegida.
3. La división de los seleka.
La Seleka nació
como una alianza entre diversos grupos armados, dominados mayoritariamente por
personas de etnias del Noreste tradicionalmente rivales entre sí (los
Runga, los Gula, los Peul y árabes de origen chadiano). Se unieron en torno a
la identidad musulmana frente al poder central, al que tenían como enemigo común. En marzo de 2013 consiguieron
tomar el poder en Bangui y mantenerse unidos durante varios meses.
Sin embargo,
cuando se retiraron de Bangui hacia el nordeste, desde enero de 2013, empezaron a observar grietas en su alianza.
Los Peul, comandados por el general Ali Darass se fueron alejando del resto de
los grupos. Con su cuartel general en
la localidad central de Bambari, Ali Darass desafió a los otros Seleka
situados más al norte bajo la influencia del general Nouredin Adam. Poco a
poco, la división ideológica fue transformándose en un conflicto abierto y en
enfrentamientos mortales.
Durante las
contiendas, los hombres de Ali Darass fueron perdiendo terreno. Abandonaron sus
trincheras del norte y se quedaron recluidos en Bambari. Al mismo tiempo, las otras facciones de la Seleka
realizaron alianzas de conveniencia con
algunas facciones de los antibalaka en esta lucha y consiguieron
sembraron el odio de muchos centroafricanos contra los Peul.
La MINUSCA,
viendo que la guerra podía entrar en Bambari, presionó a Ali Darass para que evacuara la ciudad con sus hombres
para evitar un derramamiento de sangre. Esta decisión fue el inicio de una cadena de conflictos que arrasa ahora el
Este de Centroáfrica. Los hombres de Darass se dispersaron hacia el
este, ocupando carias ciudades que hasta entonces habían vivido sin presencia
de grupos armados y dónde comunidades de diferentes confesiones religiosas
vivían en armonía.
La presencia de
los Peul armados en las provincias del este fue la causa principal de la
activación de los antibalaka en esta zona y el desorden al que asisten impotentes los habitantes de ciudades
como Alindao, Mobaye, Bangassou, Bakouma, Nzako, Zemio etc.
Al mismo tiempo, los Seleka también se fragmentaron en Bria (noreste de
Bambari), dividiéndose en dos ramas enfrentadas, una bajo el mando de Abdoulaye
Hissein aliado con ciertos grupos antibalaka y otra siguiendo las instrucciones
de Nouredin Adam.
En la
actualidad, desde el este hasta el oeste de Centroáfrica, pasando por el norte,
ciudades enteras se han quedado vacías, con miles de casas incendiadas. Miles
de civiles han aumentado el número de
desplazados y refugiados, y centenares de inocentes han encontrado una muerte violenta sin
que ni el gobierno ni la MINUSCA sean capaces de impedirlo.
4. La falta de propuestas del gobierno.
Las elecciones
levantaron las expectativas de todo el pueblo centroafricano: tanto los
ciudadanos de a pie como los miembros
de los grupos armados. Todos esperaban del nuevo gobierno democrático el
fin de las hostilidades y la paz duradera.
Desde marzo de
2016, el presidente Touadera y su gobierno hablan del desarme en un programa llamado
DDR (desarme, desmovilización,
reintegración) pero sin que esto se ponga en práctica con rapidez, ya
sea por falta de medios, por falta de
experiencia o por ineficacia.
También es
verdad que el hecho de que la administración territorial haya sido destruida y
que el ejército nacional ya no exista hace que la inmensa parte del territorio
centroafricano quede fuera control de
la autoridad del Estado. Esto favorece la creación de nuevas milicias o
la posibilidad de que las que ya existen extiendan su dominio.
Desde Bangui,
el gobierno no parece tener ideas claras sobre cómo resolver el problema de las
múltiples bandas armadas (al menos 15
en todo el país). Tampoco tiene capacidad militar para imponer su punto
de vista. La ONU por medio la MINUSCA no
quiere aparecer como un beligerante más y se limita a hacer lo mínimo para
proteger los campamentos de los desplazados. Esta fuerza multinacional tampoco tiene la misma capacidad
persuasiva que tenía la Sangaris ni la misma logística.
En la
actualidad, el gobierno controla menos de 40% del territorio nacional. La
violencia está presente en la mayoría de las provincias. Los frentes abiertos
son numerosos y muchos lugares se sienten abandonados. Solamente la Iglesia
Católica está intentando hacer de escudo para proteger a los civiles
perseguidos. Las iglesias se han convertido en campamentos de desplazados y los
sacerdotes en mediadores entre los civiles y los hombres armados, a veces
arriesgando la propia vida.
La pregunta que
uno se hace al ver este panorama es: ¿existe una complicidad entre los
diferentes actores para que Centroáfrica siga sumergida en el caos? ¿Hay alguna
mano negra que mueve las piezas con el fin de conseguir algún beneficio al
final? En otras palabras, ¿existe una relación entre la retirada de Francia y
la de EEUU-Uganda? O ¿retirándose, sabían que estaban dejando un terreno libre
a los grupos armados? ¿Alguien está detrás de la división de Seleka con el fin
de multiplicar los conflictos? ¿Chad que siempre se ha mostrado cercano a
Seleka tiene algún papel este embrollo?
Es imposible no
pensarlo. Pero como casi siempre, escudriñar las decisiones políticas y
diplomáticas resulta un trabajo arduo ya que muchas decisiones se toman en los
despachos cerrados. Francia no podía ignorar que su presencia impedía a los
milicianos salir de sus canchas y que la MINUSCA no estaba capacitada para
desempeñar el mismo papel.
El mercado de Bangassou completamente abandonado.
¿Qué hace la comunidad Internacional?
Desde el
principio de la crisis centroafricana, la Comunidad Internacional ha estado
presente a niveles diferentes. En la primera fase del conflicto, en 2013,
fueron los países vecinos (CEMAC) los que intentaron aportar su ayuda con una fuerza multinacional de varios cientos de
soldados, conocida como la FOMAC. A finales de diciembre de 2013, la FOMAC fue sustituida por las
tropas de la Unión Africana (MISCA). Al final, Francia consiguió presionar a la
ONU para que enviara una fuerza multinacional de cascos azules
(MINUSCA).También intervinieron las fuerzas de la Unión Europea y las tropas
francesas.
En la fase
actual del conflicto, la Comunidad Internacional está apoyando de cuatro
maneras: con las fuerzas internacionales, la ayuda humanitaria, la mediación de
Sant’Egidio y los mecanismos de la justicia transicional.
1. Las fuerzas internacionales.
Para suplir la
carencia del ejército nacional que desapareció con la derrota del general
Bozizé, la Comunidad Internacional envió tropas de diferentes tipos: Los cascos
azules (MINUSCA) y los militares de la Unión Europea. Estas últimas han tenido varios mandados: comenzaron con la intervención
de la EUFOR en los barrios más conflictivos de Bangui en 2014, para pasar a
tener un papel de asesoramiento sobre la reestructuración del ejército nacional
(la EUMAM) en 2015, y actualmente la EUTM, que desde mediados de 2016 realiza
labores de adiestramiento del nuevo ejército.
La MINUSCA está
constituido por unas 12.000 personas: 10.000 son militares y 1.800 policías, más
varios cientos de personal civil. Recibió
su mandato del Consejo de Seguridad de la ONU en abril de 2014 y empezó a ser operativa en septiembre de ese
año. Tiene como misión la
protección de los civiles con todos los medios incluidos ofensivos y la
protección de las autoridades del país. Está integrada por contingentes de 15 países, todos ellos de
África y Asia, más un pequeño grupo de fuerzas especiales de Portugal. Actualmente,
están desplegados en todas las grandes ciudades.
Su presencia ha
conseguido salvar a miles de desplazados que huyen de la violencia pero también
hay que decir que últimamente ha perdido mucha credibilidad al no poder impedir
el recrudecimiento de los conflictos y la matanza de civiles en diferentes
ocasiones. En muchos casos, no supieron
prevenir la violencia que, sin embargo era previsible, como por ejemplo en
Bangassou y en otros, no supieron ser firmes antes los señores de guerra.
Su posición es
muy delicada. Se supone que tienen un mandato de proteger a los civiles con
todos los medios pero al mismo tiempo, no quieren aparecer como un grupo
beligerante más en el embrollo centroafricano. También en algunas ocasiones han
perdido a sus propios hombres, lo que significa que hay lugares en los que se
ven desbordados por las milicias y tienen que defenderse a sí mismos. En estos
dos últimos años, han perdido a 30 militares y casi el mismo número de civiles
(muertos de forma violenta, en accidentes o por enfermedades) y han tenido
muchos heridos. Son cifras muy altas en comparación con otras misiones de paz
de la ONU en el mundo.
En todo caso,
la población empieza a perder confianza en la ONU al ver que no consigue
pacificar el país. A esto se añaden las continuas acusaciones de
comportamientos sexuales inadecuados de algunos contingentes. Tan es así que
dos contingentes enteros han sido expulsados por orden de la jerarquía en Nueva
York: así ocurrió en enero de 2016 con los soldados de la República Democrática
del Congo, y en junio de 2017 con los soldados de Congo-Brazzaville. Debido a estos
abusos y a la percibida ineficacia, muchos centroafricanos desarrollan
sentimientos negativos hacia toda la labor de la ONU.
En cambio, EUTM
no está desplegada en el interior del país. Son militares de la Unión Europea,
entre los cuales 22 militares españoles, cuyo cometido es formar el nuevo
ejército centroafricano. Su labor se limita a la capital pero resulta capital
teniendo en cuenta que gracias a su trabajo, el Consejo de Seguridad de la ONU
podrá levantar el embargo de armas impuesto al gobierno centroafricano desde el
inicio de la crisis.
Miles de desplazados en el obispado de Alindao.
2. La ayuda humanitaria.
Como en todos
los conflictos, los organismos humanitarios están presentes en todos los
escenarios de Centroáfrica. Algunos son de la ONU, otros son relacionados con
algunos países, y otros son privados.
Los que
destacan mucho por su valentía a desafiar los peligros son las Médicos sin
Fronteras, que se encuentran en casi todos los lugares peligrosos, a veces
jugando al equilibrio entre los beligerantes. También el Programa Mundial de
los Alimentos (PAM) está haciendo una gran labor suministrando víveres a los
desplazados en distintos lugares.
La ayuda
humanitaria en Centroáfrica es muy compleja por la carencia de infraestructuras
y la brutalidad de los milicianos. De hecho, a veces, los miembros de los ONGs
se han visto atrapados en las emboscadas o atacados en sus bases por los grupos
que quieren saquear. Bastantes de ellos han perdido la vida intentando salvar a
la de los demás.
Hay que
destacar la impresionante labor de los Médicos sin Fronteras. En muchos sitios,
sustituyen las estructuras sanitarias nacionales abandonadas o
completamente despojadas de lo necesario
para funcionar. Acogen a los heridos de las bandas enfrentadas y los curan con
imparcialidad levantando la sospecha de unos y otros. Teniendo en cuenta el
estado de las carreteras y la situación del país en las provincias, es de
alabar el trabajo que hacen. Así mismo, la Cruz Roja nacional e internacional
resultan imprescindibles. Son ellos que suelen desafiar las balas para recoger
a los cadáveres y los heridos en medio de los combates.
3. La Justicia Transicional.
La situación
centroafricana llegó a acercarse a un genocidio. En muchos sitios hubo y sigue
habiendo una verdadera limpieza étnica o religiosa. Los autores de estos actos criminales son numerosos y siguen sueltos,
algunos de ellos incluso presentes en las estructuras del Estado. Es obvio
que no se puede resolver el problema de Centroáfrica sin contemplar el aspecto
de la justicia como freno a la
impunidad.
En este marco, viendo
que las estructuras judiciales del país están completamente en desuso o
destruidas, el gobierno optó por buscar socios internacionales para poner en
marcha un Tribunal Especial encargado de juzgar todos los crímenes de guerra y
de violaciones de los derechos humanos. Se llama Corte Penal Especial para
Centroáfrica (CPS en francés).
Puesto en
marcha en junio de 2017, CPS cuyo presidente es un magistrado congoleño, tendrá
que limitarse al periodo que va de 2013 a 2015 y tendrá la capacidad de
convocar a cualquier actor que haya hecho crímenes durante las contiendas. Es
un tribunal mixto que deberá estar formado por 27
magistrados nacionales e internacionales. A principios de julio de 2017, sólo cinco de ellos habían sido reclutados
y habían jurado su cargo.
El problema que
surge inmediatamente con este tribunal es doble: por un lado, algunos creen que
hará obstáculo a la voluntad del desarme voluntario y por otro, su limitación
deja fuera los hechos acaecidos desde 2015.
La primera
inquietud fue levantada por Abdulaye Hissene, uno de los señores de guerra,
dirigente de una rama escindida de Seleka. Para él, no se puede hablar de paz y
de persecución judicial a la vez. Sus inquietudes están compartidas por muchos
que creen que por miedo a la justicia, los grandes criminales se radicalizarán
en sus trincheras en lugar de abandonar las armas voluntariamente. Como ni la
Comunidad Internacional ni el gobierno no parecen querer enfrentarse con ellos
militarmente, existe un riesgo que el conflicto se vuelva crónico. Entonces,
¿qué nos cabe retener? Según los detractores de este tribunal, el principio de
“no existe paz sin justicia” es contradictorio. En el fondo, lo que piden es la
amnistía general y la inserción en las estructuras administrativas del Estado a
pesar de su pasado manchado de sangre, cosa que la inmensa mayoría del pueblo
centroafricano no quiere oír.
Resulta pues,
bastante difícil de imaginar cómo podrá
alcanzar el tribunal sus metas si los grandes acusados están protegidos
por sus milicias y si el tribunal no tiene fuerzas de seguridad capaces de
capturarlos. Igualmente cabe preguntarse dónde se podrá internar a los presos
de esta categoría ya que las estructuras carcelarias son obsoletas o se encuentran en muy malas condiciones.
4. La mediación internacional.
El otro aspecto
muy importante de la ayuda de la Comunidad Internacional es la mediación
internacional. Al lado de las mediaciones locales hechas muchas veces por las
confesiones religiosas como la plataforma inter-religiosa que integran algunos líderes religiosos católicos,
protestantes y musulmanes, últimamente se ha sumado la Comunidad de Sant’Egidio
de Roma.
Esta comunidad
especializada en la resolución de los conflictos reunió a representantes de 13 grupos armados
centroafricanos a principios de junio
en Roma. El 9 de ese mes firmaron,
junto con representantes del gobierno centroafricano y de la comunidad
internacional, un documento llamado “Acuerdo político para la paz en la
República Centroafricana”, en el que los firmantes aceptan dejar las armas y
entrar en el programa llamado DDR (Desarme, Desmovilización y Reinserción)
puesto en marcha por el gobierno.
Sin embargo, el
acuerdo no ha tenido mucho éxito sobre el terreno. Por un lado, muchos de los
beligerantes actuales en el Este no estaban representados y por otro, no parece
que el pueblo centroafricano haya sido asociado al contenido del acuerdo.
Muchos critican que el acuerdo abra la posibilidad de una amnistía a favor de
los que han cometido crímenes más sanguinarios.
Sin ir más
lejos, el acuerdo de Roma no ha parado ni un solo día las hostilidades y su
séquito de atrocidades. Los analistas neutrales piensan que no habrá verdadero
alto el fuego si los grupos armados no ven a nadie en frente que les pare los
pies con una fuerza superior e imponente. Ahora bien, ni la MINUSCA ni el
gobierno están ahora mismo en condiciones de imponer gran cosa.
En los últimos
momentos, la Unión Africana ha mostrado la voluntad de iniciar otro tipo de
diálogo pero nadie sabe cuál será su verdadero alcance.
La educación está paralizada por la violencia.
Conclusión:
El conflicto de
Centroáfrica tiene causas internas y externas. Es muy complejo y difícil de
solucionar sin ir a la base y sanear el origen. Es indudable que la situación
de corrupción social y política que afecta todos los estratos de la sociedad,
la falta de educación, el desempleo, la pobreza crónica y la falta de futuro
para la inmensa mayoría de los jóvenes tienen que ver con el deterioro del
tejido social y la violencia barata. Pero también es verdad que existen actores
exteriores que alientan el conflicto por intereses económicos. Centroáfrica es
un país que rebosa de los recursos naturales importantes (oro, diamante,
uranio, petróleo etc.) mal explotados o sin explotar todavía. Siempre que
resurge el conflicto, se suele apuntar a Francia y a su gran aliado en la zona,
Chad como pirómanos y bomberos a la vez.
Lo que es evidente es que si uno de esos países quiere, todo se puede parar.
Pero no se puede obviar la gran responsabilidad de los sucesivos gobiernos
centroafricanos.
Así mismo, no
se puede olvidar que Centroáfrica está en una zona altamente desestabilizada
por la violencia y los conflictos sectarios. En el sur, está la República
Democrática del Congo que está asolado en su parte este por decenas de grupos
armados desde hace 20 años; por el Este,
está el Sudán del Sur que no para de sangrar por un conflicto tribal atroz; por
el nordeste, está el Darfúr con conflictos seculares interminables. Todos estos
conflictos están alentados por los señores de guerra y los carroñeros
exteriores que buscan proteger sus intereses económicos a costa de los
habitantes sencillos. El hecho de tener fronteras permeables con los países en
conflicto facilita el tráfico de armas y también de los minerales de sangre.
Todo indica que
la solución al conflicto de Centroáfrica tiene que venir absolutamente de los
propios centroafricanos. La Comunidad Internacional podrá solamente ser una
ayuda determinante pero nunca el motor de la solución. Si los centroafricanos
no toman conciencia de que la paz es principalmente fruto de sacrificios y de
un cambio de mentalidad, la aportación exterior seguirá siendo temporal e
ineficaz.
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