Lo que parecía imposible hace séis meses, ahora ya no lo es. En el mes de octubre de 2015, la República Centroafricana parecía destinada a quedarse atascada en la violencia. Tan es así que, en la capital, no pasaba ni un día o una noche sin que se escucharan disparos indiscriminados. Los violentos de todo tipo reagrupados en ex-seleka o anti-balaka parecían decididos a mantener el país en el desorden. Nadie esperaba que el proceso electoral pudiera llevarse a cabo.
Solamente hizo falta la visita de un solo hombre para que la historia tomara otro rumbo. Y ese hombre fue Francisco, el papa de la misericordia, el valiente, el desafiante, el que no se deja impresionar por los acontecimientos. Ese hombre pasó por Bangui, desafiando todas las advertencias de los servicios de seguridad del mundo y todo cambió.
Cuando el Papa puso sus pies en Bangui, los milicianos entendieron de manera difícil de entender que había llegado el momento de la paz. De hecho, a partir de ese momento, los barrios bloqueados por unos y otros se abrieron y los habitantes de Bangui no volvieron a escuchar los disparos día y noche ni a ver los cadáveres extendidos por la calle. La presencia del Papa fue como un vaso de agua fresca ofrecida al que moría de sed.
A partir de ese momento, el proceso electoral se puso en marcha. Contra todo pronóstico, las elecciones pasaron con calma sobre todo el territorio. Hasta los radicales seleka bajo el general Nouredin Adam dejaron a los agentes electorales hacer su trabajo en sus feudos. ¿Quién podía imaginar eso dos semanas antes?
Contra todo pronóstico también salió elegido Faustin Archange Touadera, ex-primer ministro de Bozizé, como presidente de la República. El pueblo, unánime eligió a ese hombre y despidió de manera clara y rotunda a los demagogos políticos que pretendían tener ya casi asegurado el puesto. Las malas lenguas dicen que hasta Francia no pudo hacer pasar a su candidato! Así que Touadera, doctor en matemáticas y antiguo rector de la universidad de Bangui, se convirtió en el nuevo presidente con un mandato claro de llevar el país a la estabilidad y al progreso. Queda saber cómo lo conseguirá.
Días después, también contra toda pretensión de los habituados del poder, el nuevo presidente eligió a un primer ministro. No fue uno muy conocido sino un profesor también en geografía, Simplice Sarandji.
Para culminar el proceso democrático, la Asamblea Nacional acaba de elegir también a su presidente. No es un desconocido. Se llama Karim Meckassoua. Se le recuerda por haber efectuado un viaje al Vaticano para convencer al Papa de la importancia de su viaje a Bangui en el momento en que todos daban por hecho que el viaje era imposible. Este musulmán moderado, intelectual y también antiguo ministro en la primera etapa de Bozizé, será como el contrapeso en el panorama político de ese país en el que se quiso vender al mundo un conflicto religioso entre musulmanes y cristianos.
Se acaba entonces el proceso electoral de la manera más limpia posible. Ahora toca lo más urgente: establecer un mínimo de seguridad en el país, llevar a cabo el desarme de los milicianos y grupos armados que ocupan la mayor parte del país, poner en marcha los programas de desarrollo y sobre todo, restablecer las estructuras judiciales. Una tarea tetánica en un país con muy pocos recursos, pocas o nulas infraestructuras y con un nivel de corrupción que roza lo insoportable.
¡Buena suerte al nuevo equipo!
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