Encontrar un rincón de la
República Centroafricana dónde se respira paz fuera de la capital es casi un
milagro. Dónde no hay enfrentamientos sangrientos, hay desplazados de larga
duración u otro tipo de inseguridad que impide a los habitantes vivir
tranquilamente y ocuparse de sus familias. Desgraciadamente, parece que la
realidad de los grupos armados se ha convertido en una lacra sobre todo el territorio
poniendo en jaque a la Comunidad Internacional y al propio gobierno nacional.
Últimamente, se habla
mucho de Bangassou y con razón. La sangre se derrama en este pueblo y sus
habitantes no saben quién les puede enjugar las lágrimas del dolor infligido
por los grupos autodenominados autodefensas.
Esta dolorosa historia
empezó con la división de los seleka. Por alguna razón, los musulmanes en torno
a Nouredin Adam rompieron de los fulani (peulhs), un grupo de musulmanes
nómadas, en torno a Ali Darass. Por alguna otra razón, los mismos seleka de
Nouredin Adam se aliaron con sus antiguos enemigos, los célebres antibalaka. Nadie
podía imaginar que esta alianza contra natura fuera a funcionar. Contra todo
pronóstico, funcionó. Los peulhs se convirtieron en enemigos mortales tanto de
los seleka como de los antibalaka.
Una guerra atroz estalló
en la parte controlada por los seleka. Fue avanzando desde el nordeste de
Centroáfrica hacia el centro, Bambari. Ali Darass perdió terreno y se vio
recluido en Bambari. Para evitar un baño de sangre dentro de esta ciudad de
unos 45.000 habitantes, los cascos azules (MINUSCA) le convencieron que saliera
de la ciudad hacia el este. La operación fue acogida como un éxito de la
MINUSCA pero, nadie se dio cuenta de que acababa de solucionar un problema en
un lugar, desplazándolo a otro lugar.
Los soldados de Ali
Darass se dirigieron al este de la República Centroafricana, ocupando
progresivamente las ciudades que, hasta allí estaban sin presencia de grupos
armados (Gambo, Bakouma, Nzacko etc.).
El comandante de los autodefensas de Bangassou.
Los jóvenes de la Basse
Kotto constituidos en antibalaka cruzaron el río hasta Mbomou pasando por
Mourou, Zabe, Ndambissoa, Gbolo. En el camino fueron reclutando a todos los
jóvenes e iniciándoles en las prácticas místicas y paganas propias de este
grupo que se declara defensor de los cristianos pero que en la práctica es una
máquina de matar absolutamente pagana. Una vez organizados, atacaron Bakouma.
Allí mataron a decenas de seleka peulhs pero también a los civiles musulmanes.
Para estos jóvenes insurgentes, todo musulmán, armado o no, se convierte, por
asociación, en un enemigo a eliminar. Se mueven en la lógica del enemigo por
extensión.
Después de hacer estragos
en Bakouma, se dirigieron hacia el sur con el objetivo de atacar Bangassou. Llegaron
a esta ciudad de unos 30.000 habitantes el sábado 13 de mayo. Unos días antes,
habían matado y mutilado a cinco cascos azules en una de sus barreras en el
poblado de Yongofongo (25 km ruta Rafaï). Cuando entraron en Bangassou, fue la
sorpresa general: ¿Quién podía imaginar que unos jóvenes analfabetas venidos de
los pequeños pueblos, armados de fusiles de caza y vestidos de amuletos de
invulnerabilidad como creen ellos, eran capaces de conquistar una ciudad tan
grande como Bangassou, desafiando la MINUSCA y todas las autoridades civiles y
religiosas del lugar?
Desde entonces, muchas
lágrimas se derraman en Bangassou. Los musulmanes están atacados por ser
quienes son sin más. Los dos imanes cayeron bajo las balas, uno de ellos al
lado del obispo de Bangassou, Juan José Aguirre quien intentaba salvar vidas en
medio del horror. Los muertos se cuentan en centenares y esta violencia ciega
no parece acabarse. Los cascos azules están desbordados y nerviosos. Los miles
de desplazados musulmanes acogidos en el obispado en unas condiciones precarias
pasan el día con el miedo en el cuerpo y pasan la noche sin saber si verán el
amanecer con vida. Todos sus bienes fueron saqueados y sus casas quemadas. Las
escuelas están cerradas y las instituciones paralizadas. Bangassou llora.
En el mismo tiempo, otros
grupos de antibalaka atacaron la ciudad de Alindao. Allí la represalia de los combatientes
de Ali Darass produjo una matanza con una barbarie inimaginable. Prácticamente las
dos prefecturas de Basse Kotto y Mbomou viven día a día bajo violencia. Las
grandes ciudades (Bria, Alindao, Mobaye, Bangassou, Bakouma, Nzako etc.) están
paralizadas por una carnicería de unos y otros. Tanto en el obispado de Alindao
como en el de Bangassou se encuentran miles de desplazados necesitados de ayuda
de todo tipo (alimentos, higiene, medicamentos, seguridad etc.) Hasta los hospitales
no están al margen de este encarnizado furor de las bandas armadas.
Los desplazados del obispado de Alindao
La MINUSCA, a pesar de
tener un mandato ofensivo claro del consejo de seguridad de la ONU no parece
tener ganar de afrontar los diferentes grupos armados que siembran el terror en
distintos rincones del país. Además, los milicianos que ocupan Bangassou les atacan
deliberadamente.
El gobierno del nuevo
presidente democráticamente elegido, Touadera, no tiene ni medios ni planes
claros para pacificar el territorio.
Cabe señalar que todavía el país carece del ejército y vive bajo embargo
de armas. ¿Se puede pedir a un gobierno restaurar la paz sobre el territorio
sin las fuerzas de seguridad?
Los antibalaka que se
autodenominan autodefensas no parecen estar interesados por la paz y la
cohesión nacional. Se mueven por el odio y la venganza sin ningún proyecto.
Sería un error pensar que después de tantos horrores que infligen a sus
ciudadanos pueden ser un motor de paz y de reconciliación. Más bien multiplicarán
la violencia al infinito si nadie les para.
La única institución que
está intentando salvar a unos y otros aún arriesgando la vida es la Iglesia Católica.
Los obispos de las dos diócesis, los sacerdotes, las hermanas y otros agentes
pastorales están dando un testimonio heroico ante la sinrazón de las hordas de
la muerte.
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