(Dr. Gaetan Kabasha)
El Sahel se está convirtiendo
sutilmente en un nuevo escenario de guerra entre Occidente y Rusia por medio de
actores interpuestos. Lo que empezó siendo una lucha contra el terrorismo
islámico puede acabar siendo una guerra geoestratégica que puede cambiar el
tablero de la política internacional en el África del Oeste. El golpe de Estado
de Níger del pasado 26 de julio está resultando una punta de iceberg de una
problemática mucho más amplia. Vayamos por partes:
El golpe de Estado en Niger
El pasado 26 de julio, sin que
nadie pudiera sospechar nada, el mundo entero se despertó con la noticia de un
golpe de Estado. El autor del evento no es otro que el mismismo comandante de
la guardia presidencial, Abdourahmane Tchiani. Lo sorprendente del golpe es que
no había ninguna crisis ni política, ni económica ni militar en el país y el
presidente depuesto, el señor Mouhamed Bazoum, solo llevaba algo más de un año
en el poder, después de ganar democráticamente las elecciones. Parece incluso
que los indicadores del país habrían mejorado desde su ascenso al poder en
sustitución del anterior presidente.
Poco después, el ejército
nacional que había observado una cierta reserva manifestó su adhesión al golpe
y solo entonces, el pueblo salió a la calle como suele ser en este tipo de
situaciones en África para manifestarse a favor de los acontecimientos. Durante
la manifestación, parte de la turba se dirigió a la embajada de Francia para
intentar incendiarla, bajar la bandera francesa e izar en su lugar la de Rusia
en gritos de fuera el colonizador y bienvenido a Putin. Aquella tarde fue muy
emblemática: Francia contra Rusia por banderas interpuestas.
Las reacciones fueron inmediatas:
la organización regional (CEDEAO) encabezada por Nigeria, incitó a los
golpistas a devolver el poder al presidente detenido y amenazó con una
intervención militar en el caso contrario. La comunidad internacional también
condenó globalmente la acción. Sin embargo, contrariamente de lo que solía
pasar en el pasado, hubo voces discordantes: Burkina-Faso, Mali y Guinea
Conakry, todos miembros de la CEDEAO, que también hicieron un derrocamiento
militar hace poco, hicieron saber que no solamente apoyaban a la junta militar
sino que se disponían a entrar en guerra en caso de intervención exterior. A
partir de allí, la lectura de los acontecimientos tomó otro giro. De repente el
tema se convirtió en algo más complejo: para algunos, se trata de un atentado
contra la democracia; para otros, es una revolución contra el neocolonialismo
encarnado por Francia; y para otros no es ni lo uno ni lo otro sino más bien el
intento de Rusia de apoderarse de la zona que hasta hace poco era casi un coto
privado de Francia. Por tanto, tenemos tres discursos distintos dependiendo de
la postura que tome cada analista. En primer lugar, el discurso panafricanista
que ve en el hecho, un hachazo contra Occidente y un paso más hacia la
emancipación del continente africano. Aquí se sitúan muchas organizaciones
civiles, los medios independientes y la mayoría de los influencers africanos.
Evidentemente, las nuevas autoridades de Níger aprovechan este sentimiento para
agarrarse como pueden al clavo ardiente a pesar de las presiones. Hay que decir
que el discurso anti-francés cala mucho en la opinión pública de África francófona
en general. En segundo lugar, el discurso de la presencia de Rusia en la
región. Este discurso parte de los golpes anteriores en Mali y en Burkina-Faso
dónde los nuevos responsables echaron al ejército francés y lo sustitueron por
Rusia por medio de los mercenarios de Wagner. De hecho, las últimas noticias
indican que los responsables de Wagner habrían ya propuesto a los golpistas de
Níger un apoyo en caso de necesidad. En tercer lugar, está el discurso de los
analistas más finos que ven una nueva guerra de influencia entre Occidente y
Rusia. Se trataría de un traslado de la guerra de Ucrania a otros escenarios
por actores interpuestos. Más allá de todo esto, no falta un cuarto punto de
vista más minoritario que vería la mano de la CIA en el asunto para reducir la
influencia francesa en el Sahel, lo que a la postre impulsaría el control
americano de esta parte del planeta.
Los actores
Para entender este entramado, hay
que analizar la presencia de los diferentes actores en Níger y sus respectivos
intereses. Para empezar, resaltamos que Francia tiene en este país una base
militar de en torno a 1500 militares. Oficialmente están allí en el marco de la
operación Barkhane que tiene como objetivo la lucha contra los grupos
yihadistas. Muchos de ellos fueron expulsados de Mali y Burkina-Faso y fueron
acogidos por el presidente Bazoum considerado como el amigo fiel de Occidente.
Luego, está el ejército de los Estados Unidos. Son unos 1200 militares
desplegados en distintos lugares del país supuestamente para controlar la
región del Sahel en el mismo marco de la lucha contra el yihadismo. Allí tienen
sus bases de drones, bases de la CIA y nadie sabe qué cosas más. Por último,
están también un centenar militares alemanes e italianos oficialmente para
entrenar al ejército nigerino.
A parte de los militares
occidentales, si hay una contienda armada, habría que contar con el ejército de
Nigeria, de Costa de Marfil y de Senegal como punta de lanza de la operación de
CEDEAO para rescatar un presidente todavía detenido. En frente, estarían el
ejército de Níger apoyado por los aliados de circunstancia, aquellos que
también hicieron un golpe de Estado y que ahora se presentan como una nueva
generación liberadora de África (Mali, Burkina-Faso y Guinea Conakry). Todo
esto en teoría. En la práctica, hay más incertidumbre que claridad. No está
seguro que todo el ejército de Níger estaría dispuesto a morir por un nuevo
general autoproclamado presidente, sabiendo que denuncia la situación en la que
tendría también responsabilidad como alto mando del país; tampoco está seguro
que los ejércitos de Mali y Burkina-Faso que tienen graves problemas de
seguridad sobre sus territorios intervendrían con eficacia. En el lado de la
CEDEAO, hay también dudas: el senado de Nigeria se opone de momento a una
intervención militar en el país vecino. Por otro lado, Argelia, el gigante que
colinda con Níger en el norte emitió sus reticencias a una contienda militar
que podría desestabilizar toda la región. No quiere aparentemente ver una segunda
Libia en sus fronteras. Del lado de la Unión Africana, hay también serias divisiones
en torno a este asunto.
Hay un actor importante que nadie
puede minusvalorar: es el pueblo llano. Las voces son cada vez numerosas en
casi todos los países de esta parte de África en contra de la guerra. El
sentimiento anti-francés se está expandiendo como una mancha de aceite en todas
las capas de la sociedad. Sin entrar en los entresijos del golpe de Estado de
Níger ni analizar las posibles razones ocultas y sus posibles consecuencias, se
adhiere ciegamente al discurso panafricanista y entiende que cualquier cosa es
buena con tal de echar a Francia del continente. Tengan o no tengan razón
constituyen un actor mayor sobre todo en los países dónde la libertad de
expresión es mayor como en Nigeria o Senegal.
¿Por qué Francia?
Francia está llevando una
bofetada en sus antiguas colonias de una manera que podría sorprender más de
uno. Hace solamente unos años, ningún cambio de gobierno se hacía en estos
territorios sin el visto bueno de Paris. Tanto los golpes de Estado como los
cambios de constitución para perpetuarse en el poder se realizaban bajo complicidad
de Francia para proteger su influencia y sus intereses. Incluso cuando
cambiaban los protagonistas, nada cambiaba realmente con respecto a los acuerdos
que muchos llevan años denunciando como injustos. Francia ha tenido siempre una
palabra y un puesto de privilegio en todas las políticas en los países
francófonos. Tan es así que en algunos casos decidía las intervenciones
militares en uno y otro lugar con un abrir y cerrar los ojos, cuando y como
quería alegando la protección de los civiles o cualquier otra cosa.
En 2013, Francia inició la
operación Serval en Mali contra los grupos yihadistas. Posteriormente,
convirtió Serval en Barkhane, involucrando a muchos otros países del Sahel.
Desde entonces, los militares franceses siguen en la zona. Lo curioso y
sorprendente es que los grupos yihadistas no han dejado de extenderse
alcanzando los países que, antes, estaban mínimamente seguros. La
recrudescencia de los grupos islámicos alimenta cada día las teorías
complotistas que implican a Francia en la desestabilización del Sahel.
En paralelo, hay un creciente
desánimo ante la falta de horizonte del pueblo después de más de 60 años de
independencia. Muchos achacan este fracaso a las políticas occidentales que
pretenden desarrollar los países en vías de desarrollo con sistemas complejas
de ayuda al desarrollo, ayuda humanitaria, ayuda a los presupuestos y tantos
otros mecanismos que nadie sabe a qué han contribuido más allá de ser una arma arrojadiza
en manos de bienhechores para influir en las políticas locales e
internacionales. En paralelo, el pueblo va descubriendo que Occidente da con
una mano y saquea los recursos por otra. En esta parte del continente, Francia
es el país más vaporeado por su permanente y nefasta influencia en todos los
regímenes desde las independencias; por el franco CFA que recuerda el
colonialismo; por sus bases militares y por su apoyo a los dictadores. Todo
esto no hace más que ensalzar el sentimiento anti-francés y una adhesión casi
ciega a cualquier movimiento que se proclama panafricanista a favor de la
autonomía total de los países africanos.
En Niger, hay un elemento
añadido. Se trata del uranio. El yacimiento de Arlit y el de Imouraren
constituyen el 20% del uranio utilizado las centrales nucleares de Francia.
Todos los presidentes que quisieron revisar los acuerdos sobre este recurso
acabaron siendo víctimas de un golpe de Estado. Más de 50 años después de la
presencia de AREVA convertido ahora en ORANO no han contribuido a que Níger
saliera de la cola de los países más pobres del mundo. La triste realidad es
que Níger ilumina a Francia y solo da electricidad a un 18% de su población.
Todo esto alimenta un clima de sospecha que los recursos del subsuelo africano
enriquecen a otros.
¿Por qué Rusia?
Últimamente, Rusia está ocupando
el terreno en muchos países de África en detrimento de los aliados
tradicionales. En la actualidad, el grupo Wagner, fiel representante de Putin,
tiene desplegado mercenarios en la República Centroafricana, Mali,
Burkina-Faso, Libia, Sudán etc. Las informaciones indican que estará negociando
desplegarse también en Níger. La presencia del grupo Wagner acrecienta la
alianza con Rusia y casi automáticamente firma el fin de la presencia militar
francesa y la desaparición progresiva de la influencia de Occidente en el país
dónde se instala.
Las razones por las que Rusia
está acogida con los brazos abiertos no tienen nada que ver con la democracia,
ni con los derechos humanos. Se trata de un aliado de circunstancia capaz de
plantar cara a Occidente. Para los ciudadanos africanos, cualquier cosa es
buena con tal de reducir la nefasta intromisión de Francia y su actitud
imperialista, arrogante y paternalista y esto no sería posible sin aliarse con
alguien igual o más potente que ella.
También es verdad que Rusia
parece tener otro tipo de discurso; es pragmática; goza de sus credenciales
como nuevo actor sin ningún pasado colonial; no condiciona hipócritamente su
ayuda a la democracia o a los derechos humanos como lo hacen los países
occidentales cuando quieren; no promueve la ideología de género que la mayoría
de los africanos aborrecen. En África, últimamente, hay quienes bromean
diciendo: “China propone negocios, Rusia propone seguridad y Francia propone la
homosexualidad”. En realidad, Rusia es un refugio provisional. Se resumiría
así: “para echar a Francia, necesitamos a una potencia aliada que no sea aliada
de Francia. Una vez que Francia está fuera, ya veremos que hacer con Rusia”. El
riesgo de esta ecuación es sustituir un mal dueño por otro peor o huir de la
cárcel entrando en la otra.
¿Una guerra más?
La pregunta merece la pena si
tomamos en cuenta todos los elementos de esta nueva crisis. Los intereses de
unos y otros son tan importantes que todos los escenarios incluido el de la
guerra están sobre la mesa.
Los más optimistas creen que los
golpistas de Niamey, amenazados por todas partes y bajo presión de las
sanciones regionales e internacionales, acabaran optando por una solución
negociada. Dicha solución podría suponer la vuelta al poder del presidente
depuesto, Mohamed Bazoum – que por cierto a día de hoy no ha firmado su
dimisión- o una solución intermedia que facilite el retorno al sistema
democrático.
En el mismo marco de los
optimistas, están los que creen que la opinión pública africana, la prensa, los
influencers etc. mayoritariamente desfavorables a la intervención militar, serán
suficientes para impedir cualquier intento de invadir Níger. Teniendo en cuenta
que una guerra impopular puede acabar llevando por delante al que la inicia, es
probable que los más intervencionistas piensan dos veces antes de poner en
marcha una operación sin saber cómo acabará.
Si las dos opciones anteriores
fracasan, no habrá más remedio que enfrentarse a una guerra, una más en la zona
ya azotada por un sinfín de conflictos violentos. Hay que recordar que Níger se
encuentra entre los países en punto de mira de los yihadistas que pululan en el
Sahel. La fragilidad del régimen de Niamey podría incitar a los yihadistas a
ocupar una parte del territorio. Por otro lado, la CEDEAO podría poner en
práctica su amenaza de invadir el país con el propósito de liberar al
presidente detenido. En este caso, es de suponer que las fuerzas occidentales
en el país ayudarían discretamente ya sea con la información, las fuerzas especiales
o el apoyo aéreo. También es de suponer que el vecino Chad, super armado y fiel aliado de Francia acabaría entrando en el conflicto aunque por el momento proclama ser neutral.
Existe otra opción también plausible que es montar de la nada
una rebelión interna capitaneada por algún militar nigerino descontento con el
nuevo régimen. Esta vía ya ha sido ensayada en distintos escenarios y no se la
puede descartar. Queda la opción de una guerra abierta o indirecta entre las
fuerzas de la OTAN y Rusia, un tipo de Ucrania bis sobre el suelo africano.
En este momento, todavía la
situación es de una calma tensa previa a la tormenta.