Dr Gaetan Kabasha
La ola de felicitaciones y de indignación recorre el mundo según
que unos están a favor o en contra de Trump. El fenómeno Trump no deja a nadie
indiferente. Su figura parece a un elefante en medio del jardín. ¿Qué pensar de
África?
Hace cuatro años, en un artículo en este blog, dije sobre Trump lo siguiente: “Por lo que se refiere a África, Trump dijo sin tapujos que era un continente de mierda. Sus análisis le habían llevado a esta conclusión. En el fondo, este hombre decía muy alto lo que los otros políticos de su esfera dicen muy bajo. Y en coherencia con su punto de vista, nunca pisó el suelo africano en todo su mandato. Juraría que nunca pisó África en toda su vida. Es un continente que no le interesa en nada”. A día de hoy, sigo pensando lo mismo. No veo como este hombre tan coherente en sus convicciones habría cambiado, excepto si durante su travesía del desierto, habría recibido una divina visión.
Partiendo de esta premisa, me reafirmo en mi convicción: a Trump
no le interesa África. Se diría incluso -ojalá me equivoque- que para él ese
continente es un oscuro lugar dónde los habitantes toleran a los tiranos y no
luchan decididamente para su libertad. No sería extraño que vuelva a terminar
su mandato sin pisar el suelo africano.
Esta postura puede tener dos lecturas de cara al futuro: la
continuidad de las dictaduras o la liberación del continente.
Empecemos por lo primero: en contra de lo que suelen hacer los del
partido demócrata que claman a favor de la democracia y los derechos humanos,
pero por debajo, siembran el caos y la desolación en los países del mundo,
Trump no parece inmiscuirse en las políticas de otros países si no ve un
interés económico claro para los Estados Unidos. Quiere decir que los
dictadores pueden dormir tranquilos; no los ahuyentará si quedan quietos. Lo
hemos visto durante su mandato de 4 años y no hay indicios que esto vaya a
cambiar. El nuevo mandatario estadounidense desprecia profundamente a los
dictadores que mantienen a sus propios pueblos bajo el jugo de la miseria al
mismo tiempo que admira a los hombres fuertes. Una contradicción que sólo él
sabe gestionar. Es probable que deje de colaborar de manera estrecha con esos déspotas,
pero no dejará de estrecharles la mano cuando se presente la ocasión.
Lo segundo: es posible que Trump no obstaculice a los africanos
que quieran liberarse. Pienso en particular en aquellos países que han decidido
salir del dominio francés por su cuenta y riesgo. Los países como Mali, Burkina
Faso y Níger podrían probablemente encontrar en la neutralidad de Trump una
oportunidad para asentar su autonomía frente a una Francia al acecho, que no
quiere abandonar sus pretensiones neocoloniales en sus antiguas colonias. Si
algún otro país quiere echar a patadas a Francia, es el momento. En resumidas
cuentas, entre la neutralidad de Trump y la debilidad diplomática de Macron,
puede haber una brecha para los africanos que quieren alcanzar la liberación de
sus países. Por tanto, la pelota está en la cancha de los africanos. Quizá sea ésta
la única oportunidad de emancipación en mucho tiempo.
En el mismo marco, es posible que los luchadores de la libertad
encuentren una acogida favorable. Todo el mundo sabe que Trump no forma parte
de la aristocracia americana, aquella categoría de dirigentes que ven el mundo
bajo sus pies y quieren imponer sus ideologías al resto del mundo. Es probable
que Trump se desentienda completamente de África, lo que favorecería a los
resistentes en aquellos países dónde los dictadores hacen tropelías sobre su
pueblo con el apoyo implícito o explícito de Estados Unidos.
En conclusión, podemos estar seguros que Trump, a pesar de su
carácter imprevisible, no impulsará una nueva guerra sobre el continente
africano. La era Trump podría ser una oportunidad para que los países africanos
se emancipen. Pero me temo que se aplique aquello del caballo que, atado a una
hierba, sigue creyendo que está atado a una madera fuerte.
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