Dr. Gaetan Kabasha
(Conferencia dictada en Jornadas de Geopolítica africana organizadas por la Universidad Complutense (CEDAF-UCM) del 21 al 22 de mayo de 2024 en el Campus de Somosaguas)
Estamos
en una convulsión general al nivel mundial que podría terminar cambiando el
tablero geopolítico global. Las diferentes guerras y los conflictos larvados
así que el posicionamiento de unos y otros ponen de manifiesto el surgimiento
de los nuevos ejes dónde gravitan los países. Todo indica que los centros del
poder se están desplazando o multiplicando de tal manera que asistimos al
resurgimiento de los nuevos polos de atracción y al debilitamiento de los
antiguos. No cabe duda de que todo esto acabará en un nuevo orden mundial y una
nueva gestión de los asuntos del mundo. ¿En qué punto de sitúa África en este
panorama? Es lo que vamos a intentar desglosar en esta intervención.
Para
entender lo que está pasando en África, es importante dividir su historia
reciente en tres períodos que se relacionan a la geopolítica global en los
últimos tiempos: el período de las independencias, el momento de la caída del
muro de Berlín y el momento actual. Veamos brevemente cada momento.
Período
de las independencias
La
mayoría de los países africanos subsaharianos salieron de la colonización en
los años 1960. Como todos sabemos, era una época de la Guerra Fría. El mundo
era bipolar. Todos los países descolonizados tuvieron que alinearse a Occidente
o a la Unión soviética. La orientación política y el sistema económico no
fueron algo original sino un calco de los dos sistemas existentes (el
capitalismo y el comunismo), todos ellos inventados y desarrollados en los
universos mentales y culturales diferentes. Durante este período, los
dirigentes africanos que quisieron tomar un camino propio o inventar un sistema
acorde con las aspiraciones culturales propias fueron marginados, combatidos o
incluso matados. Todos
los golpes de Estado observados en el continente tenían su origen en el
hemisferio norte o al menos recibían su bendición.
Cualquier cambio de gobierno estaba siempre auspiciado por los países llamados
generalmente imperialistas. En este sentido, se llegó a acuñar un concepto
nuevo llamado “el neocolonialismo” como para decir que la colonización
había cambiado de modalidad pero no se había ido.
La
caída del muro de Berlín
La
caída del muro de Berlín en noviembre 1989 fue seguida por el desmoronamiento
de la URSS en diciembre 1991. Este hecho marcó una convulsión global y un
cambio global en el panorama geopolítico. El mundo pasó de la bipolaridad a la
unipolaridad. El fenómeno se celebró como el triunfo del capitalismo sobre el
comunismo. A partir de este momento, todos los países subdesarrollados tuvieron
que orientar su política al único centro de gravedad que quedaba, es decir a
Occidente capitaneado por los Estados Unidos.
En
el marco de África, el giro se dio con el discurso de La Baule cuando el
presidente francés, François Mitterrand decretó la democratización de los
países africanos. Fue en junio de 1990. El discurso no fue una sugerencia sino
una orden ya que los países recalcitrantes quedarían al margen de cualquier
financiación occidental. El concepto de Democracia pluralista acuñado y
desarrollado en Occidente fue impuesto a África sin que ésta tuviera tiempo de
asimilarlo y sobre todo de adaptarlo a sus realidades socio-culturales. El
resultado fue un desastre: un sinfín de conflictos tribales, unas dictaduras
con barniz de elecciones, unas elecciones etnizadas, una proliferación de
demagogia sin proyecto. En algunos casos, se podría hablar claramente de etnocracia
en lugar de democracia. Como se puede observar, en ningún momento,
África eligió su propio camino. Los centros del poder seguían estando lejos del
continente.
Como
era de esperar, a pesar de las ayudas y de la asistencia multiforme, no
llegaron ni el desarrollo ni el bienestar de los pueblos. Más bien este período
se ha caracterizado por los movimientos masivos de la juventud desencantada
hacia el mundo desarrollado. El fenómeno migratorio que se observa del sur al
norte es un indicio del fracaso de las políticas puestas en marcha en el
continente. Todo esto conlleva una cierta frustración de la juventud que no ve
en el horizonte señales de emancipación ni posibilidades de cambio. Al mismo
tiempo que el desarrollo de Occidente fascina y atrae, la relación de Occidente
paternalista con África provoca un rechazo visceral así que ciertas ideologías
que se perciben como una degeneración moral.
En
los países antiguamente colonizados por Francia todos los fracasos se ponen
sobre la espalda del llamado “françafrique”. Se trata de un término inventado
para describir la relación nada limpia entre Francia y sus antiguas colonias.
Hoy en día este término tiene mala prensa en la mayoría de los jóvenes del
continente como fuente de todos los males.
Tiempos
actuales
En
esto, más o menos a partir de la pandemia del COVID 19, se observa un cambio de
mentalidad y una voluntad de cambio drástico en todas las capas de la sociedad
africana subsahariana.
Es
indudable que África está cambiando mucho. La gestión de la pandemia por parte
de los países africanos demostró una cierta autonomía frente al confinamiento
férreo de los países occidentales y por
una razón u otra, el desastre que se había previsto sobre el continente no
llegó.
Más
tarde, la guerra entre Rusia y Ucrania demostró una cierta postura equidistante
de los países africanos, algo inaudito tenido en cuenta de la histórica
alineación del continente a sus mentores occidentales. Esta posición se puede
interpretar como una voluntad real de desligarse de la unipolaridad y
contribuir a un mundo multipolar dónde cada uno se relacionaría con quien
quiere siguiendo sus intereses. Los centros de poder se multiplicarían y ya
nadie tendría el monopolio de la verdad sobre los demás. En este marco, hay que
entender el nacimiento del otro bloque económico llamado “BRICS” que se
posiciona como un contrapeso frente a los Estados Unidos y en el que son
candidatos varios países africanos.
Últimamente,
esta voluntad de emancipación se ha observado en el Sahel con los golpes de
Estados en Burkina Faso, Mali y Níger dónde Francia fue sorprendida por los
militares, algo que era impensable no hace mucho. También las elecciones
democráticas de Senegal que llevaron al poder al partido PASTEF bajo el
liderazgo de unos jóvenes con ideas de cambio sistémico mostraron que el
fenómeno ha dejado de ser algo aislado. Evidentemente, todavía queda tiempo
para ver qué tipo de cambios operarán estos nuevos dirigentes y con qué medios
conseguirán mantener el rumbo. Pensar que estos cambios responden a un plan
oculto de Rusia sería quedar en la superficie. En mi juicio, Rusia aprovecha
una situación de vacío y se deja querer como brazo armado capaz de
contrarrestar Occidente en el caso de que éste quisiera retomar el control.
¿Cuáles
son las causas de este nuevo posicionamiento?
Los
que siguen de cerca la situación local en África se han dado cuenta que la
juventud actual intenta plantearse preguntas que van en el sentido del cambio
sistémico. En algunos países, incluso el sentir de la juventud está claramente
en desfase con sus gobernantes que siguen agarrados al sistema tradicional de
dependencia al modelo occidental. Esto puede presagiar futuros golpes de Estado
o movimientos revolucionarios. En el fondo, la pregunta fundamental que los
jóvenes se hacen es la siguiente: ¿A partir de qué momento ha calado en la
mentalidad que los países africanos deben vivir indefinidamente de las ayudas
exteriores? Si este sistema de ayuda al desarrollo, de cooperación y de
asistencia humanitaria no ha conseguido dar resultados en los últimos 60 años,
¿por qué no cambiar de paradigma o al menos cambiar de socios? ¿Qué se esconde
detrás del concepto de ayuda al desarrollo que no ha desarrollado ningún país?
Los
catalizadores de este cambio de mentalidad frente a lo que se podría llamar “el
fracaso de la descolonización” son tres: la globalización de los medios de
comunicación, la escolarización lenta pero decisiva y el fenómeno de los
movilizadores panafricanistas.
En
primer lugar, el resurgimiento de las redes sociales que dan acceso a la
información y permiten a cada uno expresar sus opiniones sin barreras está
siendo una gran oportunidad para difundir ideas, criticar los sistemas
establecidos y entrar en contacto con los que piensan en la misma dinámica. En
segundo lugar, se nota que, aunque todavía falta mucho por hacer, bastantes
jóvenes cursan estudios universitarios y entran en contacto con la geopolítica
global. Son capaces de pensar sobre su presente y su futuro partiendo de las
realidades circundantes y del panorama mundial. En tercer lugar, hay que
destacar el fenómeno de los panafricanistas que movilizan las pasiones
principalmente en las redes sociales.
Intentan despertar conciencias sobre la situación de una África dominada,
desentrañando los mecanismos de dominación establecidos desde la Segunda Guerra
Mundial.
El
riesgo potencial sería cambiar de dueño y abrazar a otro peor. Sería
perjudicial para el continente cavar duramente un túnel desde una cárcel y
abocar a otra cárcel igual o peor. En efecto, en este río turbio, hay muchos países
al acecho para ocupar el terreno como si África fuera un territorio sin dueño,
incapaz de auto-gobernarse o de poner en marchas sus propias políticas de
desarrollo. Rusia, China, Turquía, India y otros países están empujando para
establecer relaciones privilegiadas en el continente y nadie ignora que un
error en los planteamientos puede ser fatal por las próximas décadas. No se
trata de salir de un sistema neocolonial para ponerse bajo dependencia
económica o política de otros sistemas. Se trata de establecer lazos de
cooperación beneficiosos para todos los implicados; lazos que respeten la
dignidad de cada pueblo y su capacidad de decidir sobre su destino.
Las
amenazas potenciales
No
podemos concluir sin identificar las amenazas potenciales capaces de frustrar
este nuevo sueño de los africanos: en primer lugar, existe la posibilidad de
represalias de parte de Occidente que no se dejará evacuar fácilmente de un
continente repleto de recursos. La humillación y el miedo de verse sustituido
por sus rivales directos (Rusia y China) pueden desencadenar una reacción
violenta bajo forma revestida de valores positivos y vendibles a la opinión
pública. En segundo lugar, está la voluntad de las nuevas potencias de adueñarse
el continente aprovechando su debilidad política, económica y militar. No
se escapa a nadie que China está ocupando todos los sectores económicos a
cambio de préstamos con bajos beneficios y contratos oscuros. En tercer lugar,
viene el error de algunos países africanos de encerrarse a sí mismos por
miedo a la nueva colonización. En un mundo globalizado, esta postura sería contra-productiva
o incluso suicida. En paralelo a todo esto, hay que añadir el peligro del radicalismo
yihadista que socava la convivencia en algunos países africanos. En
definitiva, se trata de encontrar un equilibrio inteligente de defienda los
intereses de los países; que luche contra la corrupción; que plantee una visión
bien elaborada del futuro.
Estamos
pues en un momento de transición evidente. Nadie sabe si el cambio será
pacífico o como toda revolución, conllevará los dolores. Lo que es real es que
la mentalidad africana ya no es la misma. El panafricanismo está teniendo mucho
empuje y las voces de un cambio sistémico son numerosas. Los países
occidentales harían bien de pensar en un nuevo paradigma de relación basada en
el respeto mutuo e intercambio alejado de todo tipo de paternalismo.