(Gaetan)
La mañana del lunes 19 de abril de 2021, los habitantes de Ndjamena, la
capital de Chad, se levantaron atónitos ante la presencia masiva de los carros
de combate que habían acordonado toda la ciudad. Los rumores no tardaron en
circular hablando de la inminente llegada de los rebeldes de FACT (Frente para
la Alternancia y la Concordia en Chad) quienes, días antes, habían reanudado
sus ataques en el norte del país.
El martes 20 de abril, la Comisión electoral proclamó muy temprano los
resultados de las elecciones presidenciales, declarando al presidente mariscal
Idriss Deby ganador por un sexto mandato. La noticia no era ninguna sorpresa ya
que se suele decir que en África nadie pierde las elecciones que ha organizado.
Lo sorprendente y aterrador fue que, horas después, la televisión nacional
declaró que el presidente había muerto en un campo de batalla, luchando contra
los rebeldes en el norte del país. La noticia sacudió a la nación y a África
entera. Horas después, los ciudadanos se enteraron de que un comité militar de
transición dirigido por su hijo, el general Mahamat Idriss Deby, aseguraría las
riendas del poder, después de suspender la Constitución y todas las demás
instituciones. A partir de este momento, surgieron muchos interrogantes: ¿el
presidente murió en un campo de batalla o fue víctima de un golpe de Estado con
la complicidad de su hijo?
Idriss Deby Itno llegó al poder en 1990 después de una guerra que arrancó
en Libia y expulsó al dictador Hissène Habré que había ayudado años antes a
tomar el poder contra Goukouni Oueddei. Fiel aliado de Francia, se deshizo de
la oposición democrática, quitó la limitación de los mandatos en 2004 y consiguió
asentar su dictadura durante 30 años.
En 2008, un conjunto de movimientos rebeldes dirigidos por su principal
opositor, Timane Erdimi, entró en la capital. Acorralado en la presidencia, sin
posibilidad de salida, resistió valientemente y repeló el ataque gracias a la
ayuda de Francia. En realidad, Francia
ha sido siempre su protector en los momentos críticos a pesar de sus derivas
dictatoriales y su actitud a aniquilar la oposición. En febrero 2018, Francia
volvió a salvarle en una operación en la que intervinieron los aviones
“mirages” para destruir las columnas de vehículos rebeldes en el norte del
país.
Idriss Deby, a pesar de sus discursos a veces hostiles al imperialismo, ha
permanecido siempre fiel a Francia. En 2003, ayudó al general François Bozizé
entonces reputado cercano a Francia, a tomar el poder en la República
Centroafricana. En 2013, no dudó en enviar sus tropas a Mali para apoyar los
militares franceses en la operación Serval contra los yihadistas.
Posteriormente, autorizó que su territorio fuera base principal de la operación
Barkhane en la que más de 4 mil militares franceses organizan la lucha contra
el terrorismo en el Sahel. Hay que recordar que Chad alberga bases militares
francesas que constituyen un puesto esencial en el control de la región.
Por lo que se refiere a su personalidad, es imposible no hablar de su gusto
por la guerra. Deby siempre se ha sentido militar y guerrero. De hecho, no
dudaba en ir al frente de batalla para animar a sus soldados organizando
personalmente las operaciones. En 2020, se puso al frente de su ejército para
enfrentarse a Boko Haram en la región del Lago Chad. A su vuelta, se colocó el rango
militar de mariscal. La guerra para él era como un deporte. Toda su vida estaba
configurada por su carrera militar y los diversos enfrentamientos tanto contra
los grupos armados como contra las voces opositoras.
La muerte de Deby suscita algunas preguntas sin respuestas en este momento:
¿cómo fue posible que el presidente sobreprotegido y muy precavido,
acostumbrado a conducir la guerra, fuera alcanzado mortalmente por el enemigo?
¿por qué la sucesión no siguió los cauces ordinarios establecidos por la
Constitución del país? ¿por qué el presidente Emmanuel Macron quiso asistir
absolutamente al entierro y de paso, legitimar al consejo de transición
instalado ilegalmente y dirigido por el hijo del fallecido mariscal? Todo lo
que podemos decir es que parte de África sigue siendo un laboratorio dónde se
ensaya todo tipo de escenarios políticos burlándose de la ley.
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