Por Dr Gaetan
Hubo
un momento en los años 1980 en el que uno se despertaba cada mañana
con la posibilidad de escuchar por la radio que los militares habrían hecho un
golpe de Estado en algún país de África. Era la tónica general unos años
después de las independencias. Resultaba casi la moda ver las dictaduras capitaneadas
por los militares después de derrocar a los presidentes civiles. Evidentemente,
casi siempre los países occidentales estaban implicados de una manera u otra
siendo una de las maneras de apartar a los padres de la independencia que no
eran siempre dóciles a los requerimientos de Occidente.
Después
de la caída del muro de Berlín y del derrumbamiento de la URSS, la situación
cambió radicalmente. Todos los países africanos fueron obligados a adoptar el
multipartidismo, abriendo así el espacio político a todas las tendencias
sociales. La idea era instalar la democracia de tipo occidental en África. Lo
que nadie vio era que los africanos no habían sido preparados a este sistema
político que supone la dialéctica y de alguna manera la división. En los países
dónde todo se mira desde el punto de vista étnico, la democracia se convirtió
en la “etnocracia” cuando no la división en toda regla a base de intereses de
unos señores más influyentes socialmente.
A
pesar de todas las imperfecciones de este sistema en el continente, la
introducción del sistema pluralista contribuyó a la disminución drástica de los
golpes de Estado. También es verdad que la presión internacional no facilitaba la tarea a los que tenían las veleidades golpistas. Los países de África del oeste parecían estar en avance en
este tema con unos mecanismos comunitarios de lucha contra las tomas de poder
irregulares. Tan es así que, en el año 2000, sobre 15 países de la CEDEAO, 14
habían experimentado un tipo de alternancia política lo que indicaba un
progreso bastante admirable en comparación con el resto del continente.
Sin
embargo, como decíamos al principio, el sistema democrático fue una importación
sin suficiente arraigo en la mentalidad africana. Nunca fue una iniciativa de
los propios africanos ni un fruto de un consenso global de los pueblos. No me
equivocaría si afirmo que la mayoría de los africanos no saben muy bien la
distinción entre un rey y un presidente o un referéndum y la validación de una
presidencia vitalicia.
El aparente progreso democrático en esta parte de África está siendo sometido a dura prueba. Pues, en estos tres años, ha habido siete golpes de Estados de los cuales uno falló en Guinea Bissau en 2022. Mali inició el camino en 2020. Toda la comunidad Internacional reaccionó y obligó a los militares a poner en marcha una transición civil. Pero, cuando Francia apoyó la sucesión anticonstitucional en Chad – cuando Idriss Deby sustituyó de manera monárquica a su padre-, les golpistas entendieron que Francia usaba la doble vara de medir y rectificaron en un segundo golpe instalando esta vez una junta militar. A partir de allí, se desencadenó una avalancha de derrocamientos de los gobiernos burlándose de la hipocresía de Francia y el debilitamiento de la influencia de la comunidad internacional en la zona.
Burkina
Faso también hizo su doble golpe, seguido de Guinea Konakry. En esta semana, ha
sido el turno de Níger dónde la Guardia presidencial ha secuestrado y
destituido a su presidente recientemente elegido democráticamente. A estas
alturas, ya nadie sabe si la dinámica general es volver a los gobiernos
militares sobre todo el continente, lo que supondría una regresión democrática
lamentable
Muchos
son los motivos que están a la base de este fenómeno que podríamos enumerar sin
entrar en detalle: la brutal expansión del yihadismo belicoso en toda la franja
del Sahel, el hartazgo de la hegemonía e influencia de Francia en los países
siempre considerados como su coto privado, la creciente presencia de Rusia en
el continente africano mediante los mercenarios de Wagner, la crisis de
identidad de las nuevas generaciones que no ven despejado el horizonte para su
futuro a pesar de las promesas de los gobiernos sucesivos, etc.
En
todo caso, Francia parece el que más está perdiendo en la contienda. Su
influencia está recibiendo un duro golpe. Ya nadie tiene miedo de su capacidad
a intervenir en los asuntos internos de los estados antiguamente colonizados.
Mali
y Burkina Faso ya denunciaron los acuerdos de defensa con Francia y le pidieron
repatriar a sus tropas. Si Níger sigue el mismo camino, los intereses de
Francia en todo el Sahel quedarán en entredicho. Hay que recordar que el uranio
de Níger constituye el 20% de la energía nuclear de Francia y en este país se
encuentran bases militares franceses y americanos.
Sin
lugar a dudas, el futuro de África del oeste se está escribiendo a vista de
todos. ¿Estaríamos ante una nueva etapa que supone la toma de conciencia de los
pueblos africanos para una sociedad mejor equilibrada o sencillamente volvimos
a lo ya visto con los militares que en su época quitaban la dictadura para
instalar otra más corrupta? ¿Estamos caminando hacía la autonomía real de
nuestros países frente a los imperialistas o se trata de cambiar un dueño por
otro igual o peor? El futuro nos dirá.
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