(Gaetan K.)
En el momento en que el mundo entero mira a Ucrania dónde la invasión de Rusia ha desatado el apoyo masivo de Occidente, hay otra guerra paralela que está haciendo estragos en África muy lejos de las cámaras que, sin embargo, analizada de cerca, presenta ciertas similitudes. Se trata de Sudán (del norte para diferenciarlo de Sudán del sur reconocido oficialmente como país independiente en 2011). Desde abril 2023, ese país es un escenario de batalla de los gigantes que nos recuerda la época de la guerra frío cuando había que analizar cualquier conflicto en el mundo a partir de los ingredientes internos y externos. En este caso, estamos ante una rivalidad atroz entre dos hombres fuertes que luchan por su propio interés, apoyados por los países exteriores como si estuviéramos en un escenario paralelo al de Ucrania. Veamos un poco de qué se trata.
En abril 2023, estallaron unos
enfrentamientos entre el ejército nacional dirigido por el general Abdelfatah
al Burhan y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) dirigidas por el general Mohamed
Hamdan Dagalo conocido popularmente bajo el nombre de Hemeti. Dos hombres que
tienen en común el ansía del poder, el reparto de las riquezas del país y poco
interés por el bien-estar del pueblo. Evidentemente, cada uno asegura hablar en
el nombre del pueblo y luchar por la democracia como suelo ocurrir en todos los
conflictos de esta calaña. Una rivalidad conflictiva que no podía sino terminar
en el derramamiento de sangre si tenemos en cuenta el historial de cada uno de
ellos y lo que suele ocurrir cuando dos caimanes machos coexisten en una misma
laguna.
El general Hemeti no es un
desconocido de la escena nacional e internacional. Su nombre apareció en los
periódicos mundiales en los años 2003 durante las matanzas étnicas del Darfur.
En aquella época, las tribus rivales se enfrentaron en una especie de limpieza
étnica que alertó el mundo entero. Los famosos milicianos janjawid, apoyados
por el presidente Omar al Bachir, estaban dirigidos por Hemeti como responsable
de la milicia y por Al Burhan como mano derecha de Bachir que actuaba desde el
ejército nacional. Dos generales de gran envergadura (Hemeti y Burhan), el
primero como carnicero sin piedad sobre el terreno y el segundo como brazo
ejecutor del presidente en las siniestras labores desde las instituciones
estatales. El gobierno de Bachir, aunque negándolo todo, suministraba armas,
municiones y todo tipo de ayuda a la milicia janjawid para exterminar a las
tribus rivales de la zona. Hemeti, en estas encarnizadas luchas, bajo la
bendición del presidente del país, financiaba su guerra gracias a las montañas
de oro de la zona que controlaba y otros tipos de minerales. De paso, se
enriqueció sobremanera.
En el año 2009, la Corte Penal
Internacional emitió una orden de arresto contra el presidente sudanés, Omar al
Bachir, por los crímenes contra la humanidad en el Darfur perpetrados por los
janjawid y de manera indirecta por el ejército nacional. La orden nunca fue
aplicada porque el presidente dejó de viajar en los países dónde le podían
detener. Entre tanto, los dos generales seguían disfrutando de su libertad
dentro del país.
Cuando en 2019, Omar al Bachir
fue empujado a la dimisión por una revuelta popular, todo el mundo temía la
reacción de Hemeti quién había sido siempre su aliado en la sombra, con una
milicia de más de cien mil hombres, es decir un ejército paralelo equipado y
aguerrido. Sin embargo, el general sorprendió a todos apoyando la revuelta y
ofreciéndose para facilitar la transición hacia un gobierno civil, junto con su
rival, el general Burhan. Se trataba de unir dos ejércitos diferentes, con
trayectorias diferentes y con apoyos diferentes. El ejército de los janjawid
liderado por Hemeti, constituido por más de cien mil hombres, tiene la
reputación de haber perpetrado las peores matanzas del Darfur. Además, está
apoyado por los mercenarios de Wagner (indirectamente por Rusia), el ejército
del rebelde libio, el general Haftar y probablemente, de manera clandestina,
por el gobierno de Etiopia. El ejército nacional, liderado por el general
Burhan, tiene también un historial de brutalidad y recibe apoyo del gobierno de
Egipto. Según el consenso general, los dos rivales estaban de acuerdo para
aplacar sus intereses y poner por delante el interés nacional. Era sin contar
con la diabólica rivalidad que, sin uno darse cuenta, nubla la razón y conduce
a la violencia sacando lo más salvaje del ser humano. Pues, en abril de 2023,
este insólito acuerdo saltó por los aires.
A partir de aquí, se ve
claramente como la rivalidad entre dos generales se traslada a la rivalidad más
amplia entre Rusia representada por el tándem Wagner - Haftar y Occidente
representado en este caso por Egipto del general Al Sissi. Visto de esta
manera, la guerra solo acaba de empezar. Se fue al traste el acuerdo de paz que
estipulaba un gobierno democrático, un ejército mezclado y un país próspero; se
tiró por la basura la revolución popular que había conseguir derrocar al
dictador Bachir; se enterró por mucho tiempo la esperanza de ver el país aprovecharse
de sus riquezas para salir de la pobreza y alcanzar el desarrollo.
Desde el inicio de la guerra, los dos ejércitos que parecen iguales en números y en tácticas, no han escatimado esfuerzos para destruir las ciudades de Jartum y alrededor. En los primeros momentos, aprovechando la sorpresa, el ejército de Hemeti ocupó el palacio presidencial (sin hallar al presidente interino) y varios edificios públicos. La réplica del ejército nacional no tardó en llegar utilizando los aviones para bombardear todo lo que podría parecerse escondite de los janjawid. El resultado es un panorama desolador con muertes que se cuentan en miles, huidas masivas de los ciudadanos, escombros de los edificios, parálisis del país. La iglesia ortodoxa griega de Jartum saqueada, la catedral católica bombardeada, los diferentes sitios emblemáticos desfigurados…Nadie parece preocuparse de salvaguardar nada en su paso. La comunidad Internacional alerta ya de una catástrofe humanitaria en marcha. En fin, como en muchos otros lugares de África, las riquezas naturales de Sudán, en lugar de ayudar al desarrollo, ayudan a sumergir el país en la miseria y la muerte.
A día de hoy, a pesar de los
intentos de mediación de los países árabes del Golf, nada indica que los
combates vayan a parar. Cuando dos gallos se pelean, la batalla termina con uno
derrotado o muerto. Entre tanto, el pueblo observa atónico e impotente como el cielo gris les cae encima lleno de la polvareda de bombas y escombros.
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