(Dr. Gaetan)
Una palabra
fuerte y profética a la vez. Una palabra valiente y adecuada en los momentos
que corren. Estoy hablando de las palabras del Papa Francisco nada más llegar a
Kinshasa en la República Democrática del Congo el 31 de enero de 2023. Dijo
textualmente:
"Saquen sus manos de África. Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear. Que África sea protagonista de su propio destino".
Fue un discurso emocionante dirigido más afuera que adentro. Un discurso que pretende sacudir las conciencias de los avariciosos que llevan años explotando el continente africano sin escrúpulos, mirando a África, no como un colectivo de personas que merecen respeto y dignidad, sino como una inmensa tierra llena de recursos mineros.
La República Democrática del Congo es el prototipo de países abusados, expoliados, explotados, asfixiados por la avaricia humana de las multinacionales de todo tipo. Un país inmensamente rico y a la vez escandalosamente pobre; un país donde encuentras casi todos los recursos codiciados por las tecnológicas actuales y a la vez un país desestabilizado y desorientado.
Este país lleva más de 25 años sumido en la guerra que no tiene nombre. Desde 1996, nunca ha habido paz particularmente en el Este dónde yacen los minerales muy específicos para fabricar los conductores electrónicos. Alguien se atrevió a decir que si el Congo consigue vender el coltan que tiene en su suelo con un precio justo, la mayoría de nosotros ya no tendría móvil en su bolsillo.
En esta parte del país conviven centenares de grupos armados enfrentados entre sí y todos sobreviviendo gracias a la explotación ilícita de los minerales que luego venden a los países vecinos y que, éstos a su vez, blanquean para revender al mundo entero. 25 años de horror, de violaciones, de destrucción. Los pobres habitantes de esta región de Kivu maldicen el destino sin saber muy bien como terminará la pesadilla. Cada día trae su loto de miseria.
El doctor Mukwege, premio Nobel de la paz, lleva tiempo denunciando las violaciones múltiples de las niñas y mujeres así que las matanzas que se repiten una vez y otra también sin que nadie parezca querer parar aquello. Todos los informes independientes han dado el grito de alarma sobre lo que está ocurriendo. Se llega a habla aproximativamente de 10 millones de muertos por consecuencia de estos interminables enfrentamientos. Miles de congoleños viven en los campamentos de desplazados mientras otros miles de niños trabajan como esclavos en las minas.
Entre tanto, en Kinshasa, la capital, los políticos se entretienen en dialécticas estériles a la vez que la corrupción se adentra en las entrañas de todo el sistema. No parece que alguien tenga idea de cómo terminar esta barbarie.
Conviene recordar que la ONU tiene desplegados en el país casi veinte mil cascos azules con un presupuesto de 1.500 millones de dollares anuales desde más de veinte años. La pregunta que uno se hace es ¿hay voluntad para estabilizar las regiones afectadas? La pregunta es tan acuciante que no faltan quienes acusan a la Comunidad Internacional de participar a esta desestabilización. En estos últimos momentos, ha resurgido un grupo armado potente llamado M23 que va ocupando territorios enteros ante los ojos inoperantes de la MONUSCO (fuerzas de la ONU). A pesar de que el gobierno congoleño acusa abiertamente a Ruanda de estar detrás de este grupo, no parece que alguien esté dispuesto a moverse para atajar el problema. Definitivamente, el Papa tiene razón: parece que algunos ven a África como una mina.
En medio de todo este panorama desolador, la Iglesia de Congo, se ha manifestado siempre como una voz profética. Siempre ha habido eclesiásticos que consiguieron levantar la voz contra este estado de cosas. Se podría decir incluso que a veces la Iglesia parece rebasar la frontera de lo que se consideraría como esencial a su misión. Sin embargo, mirando alrededor, en los países vecinos, es la única institución que se atreve a denunciar el mal con el discurso y los hechos.
El Papa Francisco estuvo en este país del 31 de enero al 3 de febrero. Pudo palpar con su mirada la desgarradora situación creada tanto por "el colonialismo económico" según su propia expresión y la corrupción que lleva por delante el futuro de generaciones enteras. ¿Lo escucharán?
Gracias Santo Padre por ser la voz de los que no tienen voz.
Acontinuación el enlace de sus discurso
https://youtu.be/vVnnaFezWbM
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